lunes, 23 de julio de 2007

Mudanza

Con cuidado... con cuidadito... ¡no, no!... no se detenga... quebrándose, quebrándose... más pa'cá... gire pa'l otro lado... ¡pero no abandone el peso que se me rompe!... más, más... sígale... ahí va... ahí la lleva... ya mero, ya merito... no se me desanime... unos escaloncitos más... no se detenga... ándele, así mero... ahora con confianza... ¡con confianza, le digo!... sí, eso es...

Ya la hizo. Ándele, muy bien. Ya tiene sus 29 años bien colocaditos.

***

No sé qué esperar: las felicitaciones de mis enemigos o las condolencias de mis amigos. Una cosa sí es segura: en el super (sobre todo en salchichonería) ya no me van a bajar de 'señora'. Me lleva la que me trajo*.

*Advertencia para jóvenes lectores*
La autora usa aquí una frase que estaba de moda en su época, que podríamos traducir al español contemporáneo como 'no mames, wey'.

Saturday night live

Su rostro resplandecía con la luz ambarina que caía en cascadas bajo la lluvia. Grandes gotas de agua le mojaban el rostro, seco, atravesando el parabrisas. Sus dos ojos al abrigo de sus dos paraguas me miraban, tiernos. Un resplandor azul se posó en sus labios: el celular relampagueaba. El brillo se adhirió a la superficie pegajosa por donde salen sus palabras y sus besos. Luego cambió la luz. Llegamos a la plancha del zócalo. Bajamos del auto.

Saludé a los novios. Ellos me miraron intrigados. Mi boca sonreía, con los tonos azules de un Nokia rosado.

Muero porque no muero



O, como diría Saúl Hernández, 'mátenme porque me muero'.

El Juego de los blogueros

Por metiche, me enteré que mi amigo Guillermo había sido invitado por Lorena (a quien ni él ni yo conocemos) a participar en un 'jueguito' de blogueros. Hasta ahí, todo iba bien, porque yo no estaba involucrada. Pero... resulta que Guillermo me invitó a mí junto con otras 7 personas a seguir la cadenita (en realidad, Guillermo invitó a las 8 primeras personas que aparecían en los links de su blog, así que probablemente no me eligió a propósito, sino para evitarse la fatiga de pensar nombres). Como soy muy responsable, cumpliré con El Juego (me pregunto si Zagal, a quien le gusta hablar de la Ética aristotélica y esas cosas, hará lo mismo).

REGLAS:
1.Cada jugador(a) comienza con un listado de 8 cosas sobre sí mismo(a).
2. Tiene que escribir en su blog esas ocho cosas, junto con las reglas del juego.
3. Tiene que seleccionar a 8 personas más para invitar a jugar, y anotar sus blogs/nombres.
4. Debe dejar un comentario en los blogs respectivos de quienes han sido seleccionados, refiriendo al post de El Juego.

Próximos invitados: GeZejel, Selma Sultana, el Charp, Miguel Tormentas, la Mamá de los Pollitos, Isman Bossa, Tanitta y el desconocido y abominable Mario Flores.

1. Me aterra empezar a escribir.

2. Siempre quise ser actriz. Ahora lo soy.

3. Me gusta ser breve, sobre todo cuando no tengo chistes que contar.

4. Mi signo es leo, y soy cliente frecuente de Gandhi, también.

5. Mi lugar preferido no es el desierto, pero siempre termino ahí.

6. Hace un año conocí a la mujer de la que sigo enamorada, trescientos sesenta y tantos días después de haber visto su perfil en hi5.

7. Me gusta hablar de mí, pero no en una lista de ocho puntos.

8. Soy adicta a los gatos, el cine, la literatura, la comida, la música de los Beatles, los cigarros y las cervezas. Podríamos decir, al final de la cuenta, que soy bastante convencional.


Les toca.

Hace veintitantos años



La edad me pone nostálgica. Y, bueno, quién no se pondría así viendo que cumple ya 29 años. No 27, no 28... no. Veintinueve. Hace diez años que regresé a México, sola, para convertirme en 'poeta', decía yo. No sé si soy poeta, pero al menos ya tengo mi licenciatura en Filosofía y mi diploma de actriz.

Pero basta de rollos. Los invito a bailar. Sólo tengo que decidir dónde será el festejo. Quizá Mama Rumba sea la opción.

jueves, 19 de julio de 2007

Haciéndole a un amigo un favor



Vayan. Dice Guillermo que va a estar bien. Yo tengo mis dudas, pero no me hagan caso. Nunca he leído el Cuaderno Salmón. Sólo sé que es caro. Y mamón.

¡Ja!

¡Yomeofrezco!

De-vuelta

Con:

- bombo y platillo
- inspiración
- licencias poéticas
- un texto frejquito para el taller de dramaturgia
- una musa que hace pichí

Mis camaleones y yo, Tinajero el navegante, estamos de regreso. Los aplausos al final. Alégrese quien quiera: yo me ofrezco.

Los trabajos y los días de Ignacio Íñiguez

Mi lugar de trabajo. Mi muy limpio y espacioso lugar de trabajo. Paseo entre los escritorios. El típico ruidito de las luces de neón. Nadie ha llegado todavía. Me gusta la puntualidad. Así soy yo: puntual. Sí, puntual y pulcro. Papeles por aquí, papeles por allá... Hoja de servicio... a la basura. Una nota personal de... ¿quién? “Cliente tal / llamar mañana / 5687 2522”. Trazos rápidos, fuertes, con tinta negra. Tiene carácter. Sí, mjm. Al cajón de los recuerdos. Hoy me llevo otro sobre. Mi zapato izquierdo rechina. Aquí estoy, en mi escritorio. Aspiro fuerte... Ahhh... Nada. No huele a nada. Totalmente limpio. Esta sensación... me gusta. Sí, me gusta. Una mancha en la pantalla de la computadora. Saco un pañuelo del bolsillo y... listo. Ya está. Ahora sí. Vamos a ver. Orden. Ante todo, orden. Las ocho en punto... ¡Ay, Norma...! ¡Normita! Pero qué bien se ve hoy con esa falda roja. Mira nomás esas caderas, se le va a salir el culo si lo sigue moviendo así. Hola, Norma, qué bien te ves hoy. No, no, así no. Norma... Normita, ¿quieres tomar un café conmigo? No, claro que no. Mmm. ¿Le digo que soñé con ella anoche? Norma, soñé contigo anoche y pensé... No, no. No seas estúpido. Nunca le has hablado. No puedes llegar así como así. Tienes que... pensar bien las cosas. Primero lo primero... Estoy sudando. Debe ser el traje. La corbata me aprieta un poco. ¿Qué... diantres...? Nadie lo ha notado, no te asustes... Tengo que ir al baño. Nunca me había pasado tan temprano. No debí ponerme este pantalón. Me queda muy ajustado de aquí. Levanta la cara que te están viendo. Eso, sonríe. Aquí no pasa nada. Enciende la computadora, acércate al escritorio. No. No. Mejor no te muevas. Una cucaracha, dos cucarachas, tres cucarachas... cuatro cucarachas... Ya está... Ahora tengo náuseas. Mejor eso que lo otro. Carajo, su perfume. El de los días de fiesta. Claro, por eso la falda. Está hablando con el supervisor. No voltees, no voltees, no... Volteaste. Saluda al supervisor con tu bonita cara de esclavo. Que vea tus dientes blancos. Que perciba tu completa sumisión. Déjalo sentirse superior. Así. Muy bien. Ahora regresa tu vista a la pantalla, que no te pregunte nada, que no se acerque... Listo. Imbécil de mierda. Como si lo mereciera, el tarado éste. Sin ti, no es nada. Lo sabe, y tú sabes que lo sabe. Y él sabe que tú sabes que lo sabe. No tienes problemas con la autoridad: la autoridad tiene problemas contigo. Siempre. Bueno, no es mi culpa. No puede decirse que sea mi culpa. Si no pueden conmigo, que me corran. Pero no, claro que no, no lo harán. No tienen cómo. Soy in-ta-cha-ble. El empleado ejemplar. Puntual, pulcro... eficaz. ¿Alguien fundió una computadora? Yo lo resuelvo. ¿Se perdió toda la información en el departamento de ventas? Aquí estoy yo. Eres... brutal, Íñiguez. Quién lo diría, ¿verdad? Quién lo diría... del pendejito aquél al que su mamá le llevaba sándwiches de frijoles con huevo para que almorzara en la secundaria. ‘Coma sin pena, mijo’. Con sus manos grasientas. Tengo náuseas otra vez. Ya le llamaré, algún otro día. Hoy no. Hoy es día de fiesta. En casa del supervisor. Martínez. ¿Martínez o Gutiérrez? No, no. Martínez. Estoy divagando. Sistemas, habla Ignacio Íñiguez, ¿le puedo ayudar en algo? Mi trabajo. Ah, cómo me gusta mi trabajo.

***
La tercera es la vencida.
Mi texto para el taller de dramaturgia.
Échenlo a los leones.
Que lo despedacen a gusto.

domingo, 15 de julio de 2007

En menos de un mes

¿Querrás ir a bailar otra vez conmigo?
¿Dudarás cuando te diga que te amo mientras esperamos el auto?
¿Dejarás que te robe un beso?
¿Me seguirás queriendo a pesar de mi avanzada edad?

jueves, 12 de julio de 2007

Divertimentos para combatir el estrés

3-0
La vocal de su nombre es el balón que jamás llegó a las redes.

Cumpleaños
Pensaron que debían festejarlo con goles. Mala cosa que los mexicanos no pensaran lo mismo.

Hurto

"I know nothing in the world that has as much power as a word.
Sometimes I write one, and I look at it, until it begins to shine".

Emily Dickinson.

**
Cortesía de la comadre de mi mujer.

lunes, 9 de julio de 2007

Mi prima Inés

Con sus pecas y su sonrisa bien amplia, sólo la he visto dos o tres ocasiones en persona. Hace un par de noches, se me apareció en un minúsculo álbum fotográfico al que llegué por puro azar.

El mundo, bien lo dice Disney, es tan pequeño como un ajonjolí.

jueves, 5 de julio de 2007

Generación de Actores



(Favor de dar click en la imagen para apreciar el detalle de la felicidad que trae el haber terminado un ciclo)

Contrataciones e informes: aquí.
Servicios: interpretación de papeles trágicos o cómicos (al gusto del cliente), happenings, performances, chistes bien o mal contados, animación de fiestas et aliud.

Cheers!

Un cabo suelto

Hoy nace Ignatius Flamboyán.

miércoles, 4 de julio de 2007

Fragmento de la memoria

Hoy las palabras salen como humo de mi boca, como el humo disperso, desordenado, que encuentra en el caos la razón de su orden. El cielo azul, y más azul el tiempo. Allá, lejos, fuera de mí, los árboles se ríen al son de luces, breves notas amarillas, verdes. Hay en el aire un dejo de melancolía, pero blanca. Conozco el sol por los reflejos ingenuos de los álamos, allá fuera. Mécense tranquilos, casi podría decir impávidos, con una brisa de mar que nos llega, no salada, alada. El tiempo lo miden las ramas coloreadas, los destellos inconstantes, arrítmicos, en las hojas. Allá fuera, lejos de mí, el tiempo se resbala, acuoso, por los canales de las plantas.

A decir verdad, no son álamos, pero me gustaría que lo fueran. Los álamos me recuerdan esa tierra, la tierra donde fui polvo, el polvo fino del desierto que se va haciendo dunas en la delgada línea horizontal. Los álamos, repito, me recuerdan a mi padre. Mi padre habla poniendo su palabra en eso, allá fuera. Su dentro está lleno de presencias extranjeras, de tiempos naturales. Mi padre casi es el álamo amarillo que está en el jardín. Hace un ruido, como de piedras fluviales, como de gotas pequeñas, como murmullo liviano. Ese ruido son sus palabras. Más lo oigo conforme más lo agita el viento. El viento, a veces, es el dolor del movimiento, la vejez, la muerte, tener que vérselas con eso. Mi padre habla cuando lo agita el viento. Pero habla en los signos distraídos de un álamo, del álamo batido por el viento. Inhóspito debe resultarle el cielo claro cuando no hay viento. Y doloroso, por el viento. Siempre es mejor el viento que el sofocante calor de una tarde estática. Mejor el viento. Mi padre es como la tarde clara que se rehace en vientos, que se reduce a breves destellos agónicos de sol, del sol tranquilo de nuestras tardes. Él es el rumor de un álamo al viento. Yo sólo soy un polvo fino, que viaja desde sus pies hasta la duna vecina. Allá fuera, lejos de mí, está mi padre, hablando en el rumor incomprensible de un aire persistente. Una brizna liviana se alza desde su sombra. Al proferir palabras, humo en espiral, difuminado, la brizna se hace con mis palabras. Allá fuera, en mis palabras, alcanzo la noticia esquiva de sus rumores. Mi padre, el álamo siempre frágil y lloroso, sereno, desprende raídas briznas al caminar. Yo, lejos, atestiguo el volar de las briznas, su levedad alegre.

Mi padre no lo entiende, pero él es un álamo allá fuera. A veces, furioso, como ahora mismo, un aire inesperado azota desde el centro del cielo. El aire no, pero el álamo se mece. Con sólo mecerse se presta al viento. Mi padre y el viento son más uno que dos distantes. En el rumor de hojas como de río suave corriente abajo, yo voy adivinando al viento, en mi padre. Conozco al viento, conozco a mi padre. En el hablar pausado y desmembrado de haces de humo, me voy acercando. Azul contorno que nos abarca. Contrasta el cielo detrás del vivo y exultante verde de mi padre. Sus ojos, verdes. Su risa, el verde amarilleado por el sol. Sus hablares, briznas sueltas. Cuando mis ojos se cuelgan, allá fuera, de una rama, también yo soy el álamo. Sutil híbrido de vida y palabra, de ruido que habla, destellos, colores, luces.

Esto es un estarse yendo. Allá fuera, no puedo evitarlo, eludir la realidad. Se está yendo. Aunque me cuelgue de la más firme rama, aunque el viento se compadeciera, él y yo nos estaríamos yendo. Él, quizá, más que yo. Por lo menos, él se estaría yendo de mí más que yo de mí misma. Los álamos, al irse, allá lejos, me recuerdan a mi padre. A mi padre le gusta hacerse con el viento, y con la luz que importa el viento, de más lejos que mi propia distancia. A mi padre le gustan esas tardes amarillas en que lo roza el viento. Yo le veo, distraído, dejarse revolver las ramas por una caricia de sol y de viento. Y, sin saberlo, sus colores son los colores que le trae el viento. Casi podría sugerir que él es viento, un viento de allá lejos, fuera de mí y de él mismo. Hace el viento al álamo como desea. Y el álamo, explosivo, llama al viento cuando es de tarde. Así se van, rozando en la íntima caricia de una llama, de un brillo peculiar de hojas. Quién fuera el viento para alcanzar su tarde. O quién fuera él y estar siempre embriagándose de viento.

El álamo, en esta tarde, es mi padre. Mis palabras, de humo suave, se van lejos, allá fuera, hasta su tarde. Hoy sólo somos palabras, viento, luz de la tarde, destello de hojas, un álamo que sólo es rumor amarillo en el hoy de la tarde.

***

Mixcoac
Octubre 2001

- Ya estoy enterado de todo...
- Ah.
- ... y estamos 'muy contentos'. Todo es 'muy normal'.
- Ehm.
- Y perdóname pero ahorita no tengo ganas de hablar, ¿sí?
- Ajá.
- Adiós, mijita.

Tut-tut-tut-tut/

La cama se me hizo enorme.
Sentí que la pijama me nadaba.
Mis manos pequeñitas.
El techo, alto, muy alto.
Adentro, un hueco.
Un luto.

Una lágrima solitaria rodó cuesta abajo, y luego todas las demás cayeron en tropel.

Por él, soy fan de los Dodgers y de los Pumas.
Él hizo que me gustara Charlie Brown y Snoopy, y luego todos los beagles, y los gatos también, sobre todo los siameses.
Con él fui a Ciandonni muchas veces a comer 'helados-calientes'.
Él me dijo que, cuando nací, caí en una cubeta.
A él le dije que quería ser poeta.

Nunca hemos hablado de 'nosotros' y de 'nuestros sentimientos'.
Pero yo lo quiero a él.
Y sé que mi padre me quiere a mí.

sábado, 30 de junio de 2007

Confesiones de sábado por la noche

Estoy, por decir lo menos, extenuada.

Sin saliva por tanto hablar, con la confianza repartida en catorce porciones individuales y adivinando una migraña o simple jaqueca por falta de alimento. Desfallezco. Lo sé porque ni siquiera tengo ganas de leer. Y tan en gracia que me estaba cayendo el librito de cuentos de Maupassant. Ni modo. Mejor dormir, antes de empezar a creer que Beckett hablaba en serio.

domingo, 24 de junio de 2007

No hay banda

Silencio.
No hay banda.
Il n'y a pas d'orchestra.

miércoles, 20 de junio de 2007

Los astros dicen...

Dear Maria,
Here is your horoscope
for Tuesday, June 19:


Is someone close to you acting a lot more stiff
and starchy than usual? Instead of picking a
fight, just go about your own business. They
might be dealing with some uncomfortable
business in their personal life.

***

A veces, el mejor remedio es el silencio.

Flashazo

Dios dijo: 'hágase la luz'.

Y en la prístina foto salió tan sobre-expuesto que hasta la fecha nadie ha podido ver su rostro.

Pending issues

A continuación, una lista de cosas que me gustaría hacer:

1. Escribir mis últimos comentarios sobre la lectura de Ampliación del campo de batalla de Houellebecq, que si me estaba gustando allá por la página 12, acabó por extasiarme cuando rondaba las últimas frases.

2. Conseguir todos los libros de Houellebecq para leerlos ahora que termine el libro de cuentos de guerra de Maupassant.

3. Leer de nuevo y masticar con ganas esa Bola de sebo: dulce, deleitable y amarga al mismo tiempo.

4. Darme el lujo de reseñar un libro que vi en El Péndulo hace una semana: La inmadurez: la enfermedad de nuestro tiempo, de Francesco Cataluccio, editado por Siruela.

6. Saltarme un número en mi listado.

7. Conseguir todos los libros de la Nothomb para leerlos cuando termine con Houellebecq.

8. Leer más y escribir menos.

9. Diseñar un método eficiente para recolectar las notas rojas de El Universal.

10. Encontrar e invadir una casa silenciosa en alguna parte de Normandía, donde mi mujer y yo podamos trabajar (escribir, ensayar), la una a lado de la otra, con tres gatos, cinco perros y dos bibliotecas.

11. Sorprender a David Lynch quedándose dormido durante la exhibición de su más reciente película.

12. Terminar esta lista.

13. Mantenerme ecuánime durante los tres o cuatro días que quedan para que termine el cierre de la revista.

14. Postear una foto.

***

Cosas que he cumplido ya: 6 y 12.
Cosas que probablemente nunca cumpla: 8 y 11.
Cosas que son deseadas, si bien no tan probables: 10, 11 y 13.
Cosas que en realidad no quiero cumplir: 5.
Cosas que hago justo ahora: 14.

lunes, 18 de junio de 2007

Money matters

Mis vecinos siguen gritándose en miles de pinches y pocos pesos. Ojalá se vuelvan sordos. En tal caso, aprenderían a gritarse por escrito, y me dejarían en paz de una vez por todas.

viernes, 15 de junio de 2007

Rento departamento, previa cita

Abren sus piernas sin quejidos, las bisagras del 303. A las once, una ventana parece tapiada por la pesada cortina azul marino. El sol, que afuera es violento, se rehúsa a estampar su delicado amarillo en las losetas del piso, enfermas de vitiligo. La Doña –que viste un disfraz de cuerpo humano, remedo de Rubens tatemado– despierta a su hijo deforme con el interruptor del fondo: su departamento en renta se despereza, bañado en la luz congelada de un foco.

Las paredes tienen la pátina de los humores ajenos, y en suma, pienso que la última capa de pintura provino de una olla, preñada de frijoles, que explotó. De los muebles de la sala hay poco que decir: rosados como flor en primavera, aunque mullidos como señorita vieja, con ese halo de cosa que siempre fue reliquia. Frente a mí, una mesa con intención de ser blanca, con la superficie mordisqueada por los golpes de trastes y trastazos. Un pelotón de sillas, disminuido por tanto soportar el peso celulítico de varias nalgas, se ofrece a la vista del ya incomodado visitante: donde hubo tejido de rattan, hay ahora un vacío de estómago anoréxico. La belle époque se desecó en esta catacumba, y sus tejidos muertos han formado la suave tela que cubre todo, incluido un piano osteoporósico.

Pero lo mejor está por venir. Al fondo-izquierda, una habitación permanece cerrada. La Doña, nunca tan optimista, advierte a su añorado inquilino, con voz de sirena tuberculosa:

- Y esa puerta no se abre. Ahí están las cosas de La Señora.

Doy tres pasos atrás, de la mano de mi esposa. Sonreímos, y las bisagras vuelven a cerrarse. Ya encontramos locación para nuestra película de horror. Nuestra casa, la seguimos buscando.

***

Publicado previamente en Insuficiencia Letrosa

miércoles, 13 de junio de 2007

Lugar común

Dicen por ahí, "Mi casa es tu casa".
La mía no es casa: es depa.
Mi depa no es tuyo: será nuestro.

jueves, 7 de junio de 2007

Pessoa, guía de turistas

Mi más reciente adquisición. Lisboa: lo que el turista debe ver, libro fuera de la norma en la colección del polifacético Fernando Pessoa. Publicado por Verdehalago, con la traducción de Miguel Ángel Flores.

Alguien que me lleve, por favor. La saudade me invade.

Mal de Montano

Con el calor, quizá, o por los mosquitos, la epidemia ha crecido.

A nosotros ya nos han diagnosticado. Hemos sido confinados en el pabellón.

miércoles, 6 de junio de 2007

Mis vecinos

Eso pasa cuando los papás no corren a sus hijos de la casa.

Arturo tiene, qué será, más de cuarenta años. Está medio calvo y canoso. Es feo, aunque se mantiene en forma. Todas las mañanas sale por la puerta blanca del edificio amarillo con sus ridículos shorts deportivos, una playerita desgastada y su tapete de yoga. Va al Parque Hundido. Yo lo he visto ahí. Nunca lo he visto corriendo, sudando o haciendo lagartijas. Siempre lo veo platicando. Generalmente con muchachas de treintaipocos años, quedadonas, musculosas pero sin gracia. Arturo me da hueva.

La ventana de mi cuarto (que funciona también como oficina de redacción, sala de prensa y de proyección, espacio recreativo, dormitorio matutino de Romina y, por las noches, como centro ceremonial privado) da directamente a la entrada de la casa de Arturo. La puerta se abre. Veo la cabeza de Arturo, con sus ojos demenciales, sus arrugas. Oigo, dentro, la voz de su madre, con quien tengo no pocos conflictos (la señora es una metiche). La Bicha (la gata bizca y fea de mis vecinos) hace sombra en mi ventana. Los padres de Arturo hablan, con su voz cascada, y hacen cuentas, y recuentos. Él le dice que se calme. Ella sigue su monólogo. Una musiquita de elevador new age flota en el ambiente. Se me atora en el píloro. Me indigesta la cotidianidad de mis vecinos.

Hace quince minutos llegó la madre de Arturo, quejándose de alguna dolencia. Arturo, como siempre, la regañó. Esta vez fue porque la señora tomó un taxi en el Wall-Mart de Félix Cuevas y, al bajarse, le extendió un billete al conductor. El taxista le preguntó si no tenía cambio. El viaje había costado doce pesos. Ella pensó que le había dado un billete de veinte. El billete era azul, pero no de veinte sino de mil pesos. Arturo, aquí, se desquicia. Grita, se enerva, regaña a su progenitora, sube la voz, le dice necedades. Ella intenta defenderse, pero su escaso vocabulario y su pobre concepción de sí misma no le permiten decir más que un reiterado 'ya, ya, ya' que suena a alarma de despertador descompuesto.

Me pregunto por qué todos los pleitos de mis vecinos serán sobre cuestiones monetarias. Me pregunto por qué tienen que invadir mi espacio sonoro con melodías pseudo-tranquilizantes que contrapuntean con alaridos desgarradores de animal herido. Me pregunto por qué los papás de Arturo no le hacen un favor y lo mandan de una buena vez a la chingada.

Buenas frases

Capítulo once, páginas 48 y 49 de la sexta edición en "Compactos", de Anagrama (enero de 2006). Houellebecq o la forma narrativa:

"Esta progresiva desaparición de las relaciones humanas plantea ciertos problemas a la novela. ¿Cómo acometer la narración de esas pasiones fogosas, que duran varios años, cuyos efectos se dejan sentir a veces en varias generaciones? Estamos lejos de Cumbres borrascosas, es lo menos que puede decirse. La forma novelesca no está concebida para retratar la indiferencia, ni la nada; habría que inventar una articulación más anodina, más concisa, más taciturna".

¿Lo logrará? No lo sé. Acabo de terminar el capítulo 12 (o el 'apartado' número 12: fragmentos tan anodinos, concisos y taciturnos no parecen llevar bien un apelativo tan grave). Lo intenta, eso sí, y lo va logrando.

Fin de la primera parte. Páginas 55 y 56. Houellebecq o el retorno del desasosiego portugués:

"He vivido tan poco que tengo tendencia a pensar que no voy a morir; parece inverosímil que una vida humana se reduzca a tan poca cosa; uno se imagina, a su pesar, que algo va a ocurrir tarde o temprano. Craso error. Una vida puede muy bien ser vacía y a la vez breve. Los días pasan pobremente, sin dejar huella ni recuerdo; y después, de golpe, se detienen".

(Este tipo me cae bien.)

"Otras veces tengo la impresión de que conseguiría instalarme de forma estable en una vida ausente. Que el hastío, relativamente indoloro, me permitiría seguir llevando a cabo los gestos habituales de la vida. Nuevo error. El hastío prolongado no es una posición sostenible: antes o después se transforma en percepciones claramente más dolorosas, de un dolor positivo; es exactamente lo que me está pasando".

(Sí, me cae francamente bien.)

martes, 5 de junio de 2007

No Rain

Los melones son ciegos. El sol cae a raudales. Se me hace tarde para la escuela.

Un cúmulo de información inútil que lo único que denota es esto: su ausencia. Si tuviera su piel por la mañana, y hoy le hubiera dicho esas palabras que desbordan mis labios apretados, mirándonos los ojos sobre un vaso de infusión de té chai latte tea...

Pero su ausencia es un hoyo negro que invoca espíritus. Los resquicios de mi cerebro se pueblan de microbitos.

Más obsesiones

Tarde llego a Houellebecq, cosa que a nadie le importa (que yo llegue, que él sea Houellebecq, que llegue tarde, que esté leyendo Ampliación del campo de batalla).

A veces, por toda respuesta a la pregunta '¿por qué te gusta este libro?', digo 'porque está chistoso'. Los gatos amarillo-verdosos-fosforescentes de la portada son chistosos. El estribillo "¡Si enseño las piernas peludas / es para darme ese gusto!" es chistoso. La fábula de las vacas bretonas es chistosa. El ánimo melancólico-juguetón de la voz que narra es chistosa. No sé en qué consiste o cómo se forma 'lo chistoso'. Mi aproximación es fenomenológica.

"La escritura no alivia apenas. Describe, delimita. Introduce una sombra de coherencia, una idea de realismo. Uno sigue chapoteando en una niebla sangrienta, pero hay algunos puntos de referencia. El caos se queda a unos pocos metros. Pobre éxito, en realidad.

¡Qué contraste con el poder absoluto, milagroso, de la lectura! Una vida entera leyendo habría colmado todos mis deseos; lo sabía ya a los siete años. La textura del mundo es dolorosa, inadecuada; no me parece modificable. De verdad, creo que toda una vida leyendo me habría sentado mejor.

No me ha sido concedida una vida semejante".


Cualquiera diría que me estoy reponiendo de mi obsesión con Lynch. En el fondo, no puedo dejar de pensar en Amélie Nothomb (que, por belga francófona, le corresponde un lugar más alto en mi devocionario personal). Hoy o mañana iré por Antéchrista, o quizá por Métaphysique des tubes. Podría ser un combo que incluya, de paso, su primera novela, Hygiène de l'assassin, y Stupeur et tremblement, con su título tan romántico, tan Sturm und Drang, tan kierkegaardiano. No sé si deba leerla siguiendo algún orden. En última instancia, empecé por el final.

(Mis obsesiones se manifiestan contra mi voluntad, y aunque comienzo hablando de Michel, termino refiriéndome a Amélie. Menos mal que no he hablado de Lynch... hasta ahora).

La elección dependerá de la lluvia.

viernes, 1 de junio de 2007

Y sigue el carnaval

Chorros de pálido amarillo salpican las calles.

Pronóstico del tiempo: días de sol sin cortapisa, cielos despejados, chubascos (de sudor ajeno) aislados.

***

Tengo migraña. Las náuseas se me acogotan en la garganta, la mirada no se está quieta, caen los párpados a media asta. Abandono el edificio, camino por la calle groseramente soleada, el olor del suadero se me encaja en la nariz y me acompaña hasta cruzar Insurgentes. Democráticamente hago fila para recargar mi tarjeta. Introduzco un billete de veinte: la máquina lo escupe. Volteo el billete, lo introduzco: lo echa de nuevo. Volteo el billete, lo introduzco: lo echa de nuevo. Una rubia artificial, voz meliflua por delante, se ofrece: "si quieres te lo cambio por dos monedas de diez". Le doy las gracias con un mugido emitido desde mi dolor de cabeza. Introduzco la moneda: éxito.

Dejo pasar el primer camión articulado. Aunque sí hay un hueco para mí, no es mi intención viajar al cobijo del sobaco de algún mensajero mal pagado que desayunó gorditas de chicharrón. Un minuto, dos minutos, una llamada de mi mujer, punzadas en la cabeza, tres minutos, en el horizonte otro microbús. Me subo.

DE QUÉ FORMA SE DEBE EVITAR SER ODIADO O DESPRECIADO
Con los ojos clavados en las líneas del libro, el Chico-Pelos-Erizados se las ingenia para continuar tan provechosa lectura entre la panza de un oficinista y las mechas oxigenadas de la secre con uñas carmesí. Sonrío. Un tipo sentado tres filas más atrás me mira sonreír. Hago un pivote magistral, esquivo la inquisitiva mirada y clavo la mía en el tomo de pastas duras y rojas que trae el Señor-de-Corbata a mi izquierda: Shakespeare, Enrique VI, las casas de Lancaster y York... Las palabras aisladas confabulan en mi mente para sacar a la superficie algo que había olvidado: debo leer la tercera parte de la tragedia isabelina para entender los antecedentes de mi obsesión (que en noviembre cumple 10 años): Ricardo III. Un par de neuronas chocan sus dendritas: sinapsis. Seguro que el Duque de Gloucester nunca leyó un libro como el del Chico-Pelos-Erizados. O sí, y se meó de la risa, y sus orines bajaron por los troncos patizambos hasta formar un charco que sirvió de espejo para Ricardo, el Tercero. Dudo un segundo sobre si debería mamonear un rato y exhibir mi Nothomb forrada en amarillo-crema de Anagrama: Biografía del hambre. Mi separador está ubicado en el lugar exacto donde Amélie cuenta cómo fue que se volvió anoréxica. Lo pienso otra vez. No, mejor dejar hacer, dejar pasar. Ya tengo suficiente con mi propia anorexia.

Un biiiiip me taladra el cráneo y vuelve el malestar. Se ha subido un Tipo-Serio-con-Gafas que viste un libro económico comprado en los anaqueles subterráneos de Gandhi.

ENTRE EL ORDEN Y EL CAOS.
La complejidad

¿Un libro sobre la psique femenina? El pesado cuerpo de Señor-Sin-Cara me estorba para seguir leyendo. Su abdomen me habla en lengua grasa: 'Jush, jusch, a mirar para otro lado'. Va y avienta mi vista hasta la tapa siguiente:

El proceso
Franz Kafka

Kafka y Camus se me confunden en la cabeza. Falta de mielina. Las drogas destruyen. Leí El extranjero hace varios años, y todo el asunto del juicio se me quedó tan grabado que, para mí, fue Alberto y no Francisco quien escribió algo sobre un proceso.

La migraña no cede. Ya me quiero bajar, ya me quiero bajar, ya me quiero bajar. Me aturden los ruidos, me lastiman los colores, me enoja mi dolor. Los gritos de esos sordos no son la excepción: que tú me dijiste, pero ella se enteró, cómo le iba a decir con las manos vendadas. (Traducción libre a partir de referencias personales).

Félix Cuevas
Al fin. Qué delirio. Las puertas se abren de par en par frente al beso enternecido de dos mujeres que se aman, pulsera de arcoiris en la muñeca. Quiero vomitar. El único amor que conozco es el que yo tengo por ella. Lo demás... Lo demás está allá afuera y no me interesa. Si me interesara, podría no ser cierto. Si fuera cierto, ¿cómo lo podría conocer? Podría estar soñando. Podría ser una gran burla. Demasiado escepticismo. Necesito una sombra.

Cruzo Insurgentes de nueva cuenta, con mis piernitas de foquitos verdes moviéndose sobre el contador en amarillo: treintaitrés, treintaidós, treintaiuno... Llego a la base. Me deslizo sobre adoquines rojos. Hambre y náuseas se conjugan en un verbo intransitivo: vivo. Dos Repartidores-Casco-Naranja corretean como cachorros de tigre. Ah, la exhuberancia de la vida, los excesos de la vida, lo superfluo y deleitable de la vida, que hoy no puedo disfrutar porque...

Que sube que baja
que no sé que pasa
que a la reina
le duele el corazao.

Que no es el corazao:
le duele la cabeza,
le duele la cabeza
de tanto vacilao.

Jaque... mate.

miércoles, 30 de mayo de 2007

Maldito Lynch

Estoy obsesionada.

Volutas de humo

A las once cuarentaicinco exactas, reloj en pantalla, me declaro en huelga: hoy yo no trabajo.

Ah, los lujos del freelance. Bendita sea mi profesión. ¿O es mi estilo de vida? Ni idea. ¿Cuál es la diferencia? (...) ¿Seré mediocre? ¿Por qué pensarlo en futuro? ¿Qué acaso no lo soy ya? Bah. Niñerías. Hay un ánimo festivo en el mundo desde ayer noche, y no pienso dejarlo pasar. Las parejas pelean en las calles (él vestido de traje y ella con mochila al hombro, o él con shorts y playera y ella muy maquillada). Lo hacen por un solo motivo: la reconciliación.

Dulce es la reconciliación: sabor sudoroso, pieles yuxtapuestas, labios húmedos y turgentes, pechos contra pechos, caderas que repiquetean los cadenciosos 'tedeseo'/'teamo'/'tedeseo'/et al. A mayor intensidad en los gritos bélicos, más decibeles tendrá ese orgasmo final. (Fórmula aprobada por la Asociación Internacional de Apoyo a Parejas Beligerantes que Siempre Terminan Cogiendo. El coito no sustituye la comprensión psicoemocional entre la pareja. Consulte a su médico. Coma pepinos y papayas. Permiso SEGOB inexistente).

Me quito la sudadera y me quedo en playera sin mangas, viendo de soslayo mis brazos semi-bronceados por el sol torreonero de mi infancia: cuajados de pequitas tímidas que no se atreven a ser gitanas, manchitas sobre el hombro, geografías de lagos lunares...

'Cuando dios le da a uno un don, también le da un látigo, y ese látigo es sólo para autoflagelarse'. (Citado de memoria de Música para camaleones de Truman Capote).

Soy actriz. ¿Soy actriz? ¿Quiero ser actriz o soy actriz? ¿Desde cuándo o cómo fue que me convertí en eso, si acaso tal metamorfosis ocurrió en mí? O no. Tal vez no. 'Quizá sólo haya vivido como una lagartija a la que cortan el rabo, y sólo sea el rabo moviéndose más allá de la lagartija'. No, no, que ése es Pessoa. Dicho lo cual, se me antojó un tabaco. Ya vuelvo.

(Intermedio musical: french púduls bailando can-can).
Aquí posteo una foto de David Lynch. ¿Purrcuá? Parsque ce com sa.



Y bueh. La salida al mundo, a comprar tabacos, me ha dejado exhausta, pringada la mente con imágenes molestas: hombres y mujeres vestidos de trabajo, con sus trajecitos limpios y sus peinados de secadora a las seis de la mañana para salir antes de las siete porque el tráfico está cada vez más cabrón. Pagué mis camellitos y unas salchichas. Creo que tengo hambre.

Esto de articular algo con mis pensamientos desarticulados resulta catártico a la vez que incoherente. No pretendo más que decir lo que digo, y digo que no pretendo decir más nada.

Pienso cosas. ¿Pienso cosas? I mean, 'cosas'? Uno piensa... ¿'cosas'? No lo sé. Me inclino a pensar que no, que uno no piensa cosas, sino pensamientos, en cuyo caso el acto y el objeto se identificarían, como dicta la filosofía realista: en el acto de ver se identifican lo visto y la potencia actualizada. Algo así. Nunca entendí bien. Les regreso mi título, si quieren. Pero, ¿para qué querrían un título de regreso? Además, yo no comulgo con la tradición aristotélico-tomista al cien por ciento. Soy más una idealista kantiana que piensa que el mundo está acomodado porque nosotros lo acomodamos así. Lo cual, yendo más lejos, podría dar lugar a la siguiente idea: Dios ve al mundo como algo bueno, aunque nuestra perspectiva nos haga pensar que el mal abunda. Fernando Vallejo, si mi hipótesis es cierta, estaría ubicado en un punto de vista muy desfavorable. Alguien que le diga, por favor, que se mueva. O por lo menos que alguien le diga a los universitarios que se ríen y le aplauden y lo festejan que están entronizando a quien los denigra. O no, mejor que todos se queden callados. A mí qué (me importa).

Hace rato, cuando dije que iba por tabacos, fui en realidad al baño. Y estando ahí, leí una frase que me hizo reír sonoramente: 'Un senegalés que echa de menos el Senegal de antaño es un nipón que no sabe que lo es'. La premisa mayor era ésta: 'Toda nostalgia es nipona'. Como el libro de Amélie Nothomb no tiene pretensiones de tratado de lógica, no hay premisa menor (y si la hubiera, no me interesa buscarla y/o transcribirla).

Yo, que tengo un pasaporte donde se lee 'Señas particulares: melancolía', me siento atraída por la narración de Nothomb. Siento que estoy ya dando en el clavo, que esto podría derivar en un texto menos deconstruido, más armado. Y me asusto. Y llego, antes que otra cosa suceda, al punto final.

martes, 29 de mayo de 2007

Divina tragedia

Giré a la izquierda. Se había escurrido entre el mar de nata. La insurrección tiene voz de mujer.

“A la derecha y adiós”.

Huía: de la película de Lynch reproducida a escala en su cabeza, del tormento de saberse un personaje, de la muerte cercana y cierta, de mí tal vez, quizá también de mí. Hizo un hoyo en el pay de gente apiñonada y sebosa con mermelada de blueberry, apelmazada sobre una base de cemento recocido: escapaba. Con rabia y angustia, con piernas flojas como entre sueños pero corriendo, su negro cabello ondeante cual bandera victoriosa de un barco pirata que se hunde en las aguas turbias antes que rendirse. Se fue.

Yo sabía por qué. La vi saliendo de una iglesia, enfundada en tersa seda azul, sus ojos con esquirlas de lágrimas en los bordes. La vi sumirse en las entrañas de la tierra para desaparecer.

"... y adiós".

Y no la vi, pero la supuse aullando, arañando las paredes de la estación desierta como queriendo arrancar la realidad a pedazos o salirse por uno de los 24 cuadros del segundo. Vomitaba largo y tendido. Callé, sin moverme un milímetro del puesto.

Vienen por mí. En un minuto estarán aquí. Y yo sin Beatriz. El paraíso me está vedado. Que me partan la cara, que me la partan. Ya qué.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Noche de bodas

Disclaimer: Pura ficción pura.


Palabras como balas pasan zumbando por la escalera de caracol.

- que te mueras, te digo - que te vayas al carajo de una vez

Un lamento agrio, como de peras podridas, viene bajando la estructura metálica, peldaño a peldaño, cayendo en cascada.

- tequiero, tequiero, tequiero

En contrapunto.

- ¡mamadas!
- tequiero
- ¡cállate!
- tequiero
- ¡al carajo!
- tequiero

El cuerpo agujereado, con la piel lustrosa por humedades diversas, baja detrás de la voz que lo anuncia, ronca de tanto estar repitiendo la misma y obtusa cantaleta.

- teamo
- no me mires - date la vuelta - vete a la mierda - haz lo que quieras
- pero...
- lárgate
- yo...
- tú a la chingada
- esque...
- ¡deja de estarme chingando de una puta vez!

Una lluvia de objetos cae por el ojo de la espiral:

un álbum de fotos - y las fotos como mariposas toman vuelo;
una maleta con ropa - y la ropa se escapa en el afán de evitar la caída;
un baúl de recuerdos - y los recuerdos no salen: se hacen añicos al contacto con el suelo.

Un rompecabezas: el amor. Qué ridículamente caen esas piezas, qué irónicamente encajan todas mientras flotan y qué sonoramente se parten la madre al tocar el piso. Qué dolor tan más feo.

- no vuelvas / punto /

Portazo. La cerradura que gira.

Si ésta es la última imagen que habrá de guardar de ella, sería preferible de una vez quemarla.

Silencio.

Otra historia de amor que termina mal. No es novedad.

Pero el corazón marchito de ésta que llora, asida al brazo de cemento de una banqueta resquebrajada, en plena madrugada... Y su vestido blanco, descosido por un costado, tibio y pegajoso, demasiado ceñido al cuerpo para ser la noche de bodas... O sus manitas de fina porcelana, que nunca se habían posado sobre orines de perros y briagos que mean los postes en 20 de noviembre o 5 de mayo o donde sea menester... Con su mirada de princesa azul, sin carroza y sin calabaza... Con un grito naciéndole en las entrañas del sexo virgen, trepando por las paredes del tórax, atorándose en la garganta lacerada, saliendo a chorro:

- ¡No quería casarme con él! ¡No podía hacer nada! ¡Nada! ¿Entiendes? Nada...

Pero es tarde. O demasiado temprano.

El sfuisch-sfuisch de un barrendero anaranjado acaricia el pavimento. Se lleva las fotos (sfuisch), la ropa (sfuisch), los recuerdos (sfuisch) y un zapato ceniciento (sfuisch-sfuisch).

Silencio.

Un auto a la distancia. Sonido de frenos, un claxon.

Silencio.

Dos amigos hablando en voz alta, refiriendo lo buena y sabrosa que estaba la tipa que se ligó uno de ellos en el antro - lo apretada que salió al final - pinche vieja - si se le veían las ganas - ¿qué tal que era un cabrón? - no mames.

Silencio.

Termina de salir el sol. Un madrugador con banda deportiva en la cabeza se acerca al bulto blanco. Modera el paso hasta detenerse frente a - se agacha. Le toca un hombro. El vestido se hace polvo.

Una rata corre despavorida con lo que parece un pedazo de carne roja en el hocico.

Llaman a misa de siete. Campanas por todo lo alto.

domingo, 20 de mayo de 2007

El cesto de basura del baño

se desborda de papeles.

lunes, 14 de mayo de 2007

Este cementerio

Qué inocente suena la canción en voz de Ana Torroja. El país, mientras tanto, se tiñe de rojo. ¿Un vinito tinto, mi presidente, para celebrar?

domingo, 6 de mayo de 2007

La mala actriz de sus emociones

"Y llegó a la montaña donde moraba el anciano. Sus pies estaban ensangrentados de los guijarros del camino, y empañado el fulgor de sus ojos por el desaliento y el cansancio.

-Señor, siete años ha que vine a pedirte consejo. Los varones de los más remotos países alaban tu santidad y tu sabiduría. Lleno de fe escuché tus palabras: 'Oye tu propio corazón, y el amor que tengas a tus hermanos no lo celes'. Y desde entonces no encubría mis pasiones a los hombres. Mi corazón fue para ellos como guija en agua clara. Mas la gracia de Dios no descendió sobre mí. Las muestras de amor que hice a mis hermanos las tuvieron por fingimiento. Y he aquí que la soledad oscureció mi camino.

El ermitaño le besó tres veces en la frente; una leve sonrisa alumbró su semblante, y dijo:

-Encubre a tus hermanos el amor que les tengas y disimula tus pasiones ante los hombres, porque eres, hijo mío, un mal actor de tus emociones".


Si yo hubiese nacido un siglo antes y el también coahuilense Julio Torri me hubiera conocido, habría escrito su cuento en femenino.

sábado, 5 de mayo de 2007

Noches de cabaret (sábado por la mañana)

Hay un panal en mi pecho, un avispero como el que dice Miguel Hernández que besó cuando la besó a ella, a su ella. Para olvidarme de esa sensación de inquietud y desasosiego, pensaré en otra cosa. A la una... a las dos... y a las... tres.

Hoy me dijo una cabaretera que el arte o era político o no era (disyunción en sentido fuerte). La vi con una sonrisa tierna, y me zambullí por dentro.

No, el arte no siempre es político. Arte y política no van necesariamente de la mano, no son madre e hijo, no dependen el uno de la otra, no se deben nada ni se compran nada ni... ni nada. No siempre. No en el mejor de los casos. Pero todo esto lo pensé por dentro, con mi boquita cuarteada y cerrada, recorriendo en mi mente los apuntes de Estética Filosófica I y II, las teorías sobre la autonomía del arte, la Grosse Fugue de Beethoven, los cuadros de Tiziano (y no me refiero al tal Ferro), el azul Yves Klein (¿qué de política hay en esto?)... Tantas y tantas manifestaciones artísticas tan desprovistas, tan desnudas de temporalidad, tan ajenas al devenir histórico, tan... ajá, tan eso. Porque la condición humana, que es el original que inspira a las artes, es una constante. Mucho interné, mucho jaifai, mucho blackberry y burberry y demás berrys (hasta Jorge Berry), pero la neta, la neta, la edad de piedra no ha salido de nosotros. Ni Edipo ni Lisístrata ni Electra (no Carmen Electra, sino la otra), ni Otelo ni Mac...hjm, BethMac ni Lear, ni Vladimir ni Estragón, ni Blanche DuBois, ni Lucrecia violada son pura y exclusivamente comprensibles a través o a partir de ideologías políticas, ni sirven para entender la lucha de clases ni su putamadre. (Mi argumentación, podrá observar algún lector perspicaz, valió madres a mitad del camino... La intención era buena, nevertheless).

Pero la cabaretera hablaba muy seria, sentada en el piso de linóleo negro, con sus mallas ajustadas y un pecho -que se adivinaba exhuberante debajo de una sudadera verde pardusco- blanco y teñido de pecas y con un par de brillitos reacios todavía adornándole la piel.

- Los cabareteros son el único animal que muerde la mano que los alimenta.

Creo que lo dijo así, con faltas sintácticas, pero dándose a entender. Ah, la cabaretera. No me convence, pero qué bien que se le da eso de apasionarse.

Vamos hoy al cabaret, que actúan las Reinas Chulas y yo quiero reírme a mogollón. Al grito de 'resistencia civil' que enarbolen su bandera los reaccionarios. Ya nada importa, ni nadie. Ni yo. Ni tú.

(Esto de enfrentarme con posturas tan marcadas me preocupa: mi tendencia a hacer lo contrario me empuja hacia un nihilismo peor que el de los amigos del Big Lebowski. Ok, ok, sí importa algo. Importa la belleza. Y la enjundia con que se dicen y hacen las cosas. Y el amor por un cometa Pojmansky.)

En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera arrancar del pecho
pedazos del corazón.

Absolut Calderón

jueves, 3 de mayo de 2007

La noche de mi suicidio hacía un poco de calor húmedo. En la cara de mi roomate podía leer la molestia que el sudor ocasionaba en su antebrazo y talvez también en sus corvas y en otros pliegues de su cuerpo. A mí me resultaba intravenoso que la humedad -moisture, que suena más a lo que se sentía aquella noche- subiera o bajara por mi epidermis. Estaba a punto de saltar al vacío y, ¿quién en su sano juicio se pone a meditar sobre las gotas de agua salada que resbalan por el surco de sus nalgas en tales ocasiones? No, no. Yo abrí una botella de vino tinto australiano, medio dulzón y oloroso, serví una copa y la bebí de un trago. Serví otra más y la bebí de golpe. Todavía serví una tercera, una cuarta, y no fue sino hasta la sexta u octava que me di cuenta que ya no me acordaba de por qué o para qué me iba a tirar por la ventana de un noveno piso, a no ser para abollar el coche de la vecina que suena todas las noches de relampagos y lluvia. Cabía la posibilidad de que me fallara el tino, que cayera de bruces en el asfalto o que me ensartara en las ramas del laurel. Ojos a media asta y pensamiento extraviado, me le quedé viendo a mi bebida. La súbita idea de que las piernas que corrían por las paredes vidriosas de la copa fueran sangre mía, entintando una superficie transparente, inmaculada y pura, me extasió al punto que salí corriendo al cuarto, abrí la puerta y dejé que se azotara, brinqué sobre la cama intentando llegar al buró lo más rápidamente posible: para tomar una pluma, para abrir mi cuaderno en blanco que había estado esperando este momento de repentina iluminación poética (cosa que, pensándolo bien, podía ser la razón última de mi determinación de suicidarme: mi esterilidad literaria). Pero el buró quedó atrás, y la cama, y la puerta del cuarto, y la misma recámara y el departamento y el edificio, cuando salí disparada por la ventana de vidrio que fotofílicamente elegí por cabecera.

Plrc.

- Nadie avienta una sandía, weh.

(Pausa. Silvia se levanta de su silla con escalofríos, a pesar del calor.)

- ¿Weh?

(Silencio. Se le hace un hueco en el estómago.)

- Weh, ¿no oíste? No mames.

(Con piernas de atole, camina, no sabe si a la ventana o al cuarto de Weh.)

- Weh, nomames weh.

(Busca más palabras, pero nada resume mejor su vertiginoso pensamiento que 'weh, nomames weh'.)

- ...

(No sé si la impresiona más ver los vidrios sobre la cama, el vino regado por el parqué, o si lo que siente es el coraje por el acto à-la-accionista-vienés que acaba de perderse. Cierra la puerta, regresa a su cuarto, se sienta en su silla y, pop, abre una ventana de msn. El cursor parpadea tres veces antes de que una sandía caiga sobre el teclado de la PC modelo 98.)

jueves, 26 de abril de 2007

Zoón desertikón

Shrj, shrj, shrj. Camino, pero no avanzo. El sol a tope. Cenit. Gotas de luz en los bordes de la pantalla, perlando la imagen con brillos que oscilan entre el violeta y el rojo, y de vuelta al violeta. Toda la gama de luz visible condensada en collares de diamantes que se descuelgan desde el sol hasta la tierra.

Shrj, shrj. El sonido seco de mis pasos sobre la arena, sin vocales intermedias, sin oasis, sin espejismos siquiera, sin agua para esta boca reseca. Camino, camino, pero no avanzo.

Shrj, shrj, shrj, shrj. Un granito de arena que mi ojo no ha captado ha atorado el mecanismo de la lente. Tc, tc. Golpeo suavemente mi arma contra la palma de la mano. Nada. Fschj. La dejo caer. Que se la trague el olvido, si quiere. Y si no, que la vomite.

Shrj, shrj, shrj. Camino, camino, camino, pero no avanzo. Levanto la vista y veo nada.

Shrj, shrj, shrj, shrj, shrj. Levanto la vista y veo nada.

Shrj, shrj, shrj.

Pschrj. Me tiro sobre la arena. El sol se apiada de mí y se acerca, hirviente. Seco. Pasa su mano enfebrecida sobre mi frente. Algo me dice, pero no entiendo. Quisiera hablar. No puedo. 'Adiós', escucho. Le entrego un puñado de arena al viento para que lo lleve lejos. Si el viento quiere, si le han conmovido mis ojos como ciénagas templadas, mañana verás mi polvo asomar por las rendijas de tu casa. Te envolverá como una sábana de tela tibia y te dirá las palabras que me robó.

Aquí yace Tinajero el navegante. Sus falsos camaleones lloran su partida.

martes, 24 de abril de 2007

Contracuentear

Yo la miré y ella me miró. Le di un sorbo a su cerveza. La sal de los bordes se me agarró de los labios y me hizo toser la acidez del limón. Levanté una ceja para parecer más digna, más hecha, más compuesta. Más mujer. Ella me desarmó con una sonrisita. Mi plan estaba fracasando a pasos agigantados, si acaso eso puede ser así, si puede algo 'estar fracasando' y no simplemente, plaf, llegar al fracaso rotundo de súbito, sin preámbulos, de improviso. Como quiera que sea, mi plan, mi estrategia, lo que había concebido como modo de supervivencia ante esta chiquilla insolente con gafas oscuras, pelo lacio y vestir elegante -pero siempre fashion- no estaba dando resultado. Me tenía cogida. Que me había pillado, digo. Ella me miró. Y yo también, yo también la miré, con el rabillo del ojo, mientras volteaba como quien mira hacia otra parte. Atrapada, sin remedio. Y, ¿qué remedio iba a tener, si yo no quería tener remedio? Sonreí por dentro, le di otro trago a su cerveza bien fría y levanté la otra ceja. Yo la miré y ella me miró.

lunes, 23 de abril de 2007

Coahuila, esquina con Monterrey

La habitación donde duermo, trabajo, me alimento en ocasiones y me recreo con escarceos amorosos es un lugar pequeño pero acogedor, a pesar de las paredes amarillas al gouache, el closet y la puerta verdes y la ventana que da al cubo del edificio, donde suena la bomba del hidroneumático, la televisión a todas horas (ahora, por ejemplo, estoy oyendo Los Picapiedras y un programa mal doblado al español) y los pleitos de Arturo con su mamá. Mi cama está rodeada por libreros, un buró y un escritorio que soporta el monitor de una vieja computadora de, precisamente, escritorio. Los más o menos treinta números de la revista en los que yo he trabajado están mal acomodados sobre otras revistas de teatro mal acomodadas. Hay libros en el piso (particularmente uno de poesía de Octavio Paz: no su poesía, sino poemas traducidos), y a mi derecha, un altero de películas (muchas regaladas, sólo unas cuantas, las mejores, compradas por mí). Sobre uno de los libreros, un reproductor de CD's con alzheimer (olvidó el sentido de su existencia) y una caja roja con forma de corazón que le contiene todo lo que vienen siendo chocolates de san valentín, quizá rancios, quizá no. La maleta con la que viajé a Torreón sigue en tránsito, haciéndome gestos para que me decida ya de una vez a ponerla en su lugar. Otras muchas cosas la acompañan en ese su esperar inútil, estéril, inerte, como cosas que quisieran ser más que cosas, sin lograrlo.

Cajas y más cajas de cartón (compradas en 'tododecartón') atacarán mi habitación dentro de poco, y con sus enormes fauces hambrientas y su fondo reforzado con cinta canela, devorarán mis libros, mis souvenirs y mis papelitos, mi poca ropa, mis modestos discos; arrancarán las sábanas de mi cama, se tragarán mis calcetines y no se detendrán hasta quitarme los pantalones y las bragas; succionarán tan fuerte que incluso yo caeré en sus mandíbulas de celulosa. Esas mismas cajas rodarán por el mundo, y hastiadas de tanta comida, nos vomitarán -a mí y a mis cosas- en un lugar nuevo y fresco, amplio, blanco. Ella abrirá las tapas, con manos suaves, y me colocará sobre su almohada. Me caso.

lunes, 16 de abril de 2007

Silent prayer

Siempre he tenido miedo de estudiar alemán. Es un idioma difícil. Ahora incluso hay quienes podrían calificarlo como letal.

Los 33 muertos de la Universidad de Virginia, considerados como cifra, son mucho menores que los casi 3 mil de los ataques del 9/11. Pero son. Y no me han dejado en paz desde las once de la mañana que vi las noticias. He estado pensando, mientras camino o mientras me siento a intentar escribir otras cosas, pensando recurrentemente en el enorme número de asesinatos cometidos en escuelas norteamericanas en las últimas dos décadas. Imagino incluso que debería haber papás en ese país que alentaran a sus hijos para que se 'saltaran' los trámites escolares y se dedicaran a alguna otra actividad más segura, como el bungee jumping, el snowboarding, el surfing o algo por el estilo: es un riesgo demasiado elevado estudiar allá. Aquí, bueno, hay crímenes, sí, pero es diferente. En el país de la tortilla, recibir educación sigue siendo relativamente seguro. El mayor peligro que uno corre es inscribirse en una materia junto con otras 50 personas que compartirán un salón donde sentados caben 30, o salir contaminado de rancias ideologías en universidades de idem abolengo, o -como Guillermo- tener la mala suerte de ser asaltado saliendo de la Facultad de Filosofía y Letras. O, siendo muy extremos, podemos hablar de los niños de aquel kinder que fueron atropellados por el desquiciado dueño de un taller mecánico que estaba harto de los honores a la bandera (¿sí fue así la historia?... oh, frágil memoria). En cualquier caso, no podemos comparar lo uno con lo otro. En México todavía se puede estudiar alemán a las 9 de la mañana y salir más o menos ileso: con la cabeza confundida y la lengua anudada, pero ileso.

Por ahora no hablaré del fenómeno mediático, y también dejaré pendiente un otro texto sobre asuntos 'de actualidá' que traía rondando por la mollera. Dejaré aquí mi silent prayer y me iré a trabajar (donde 'me iré' es un decir: sólo hay que cambiar de ventana). En unos meses, espero estar estudiando francés de nuevo. Auf Wiedersehen Freunde.

viernes, 13 de abril de 2007

Un anticipo

Anticipo la creación de un nuevo blog. Se me ocurrió cuando iba por Tamaulipas, casi esquina con Benjamín Franklin (¿lleva acento este Benjamin?, ¿por qué yo digo Benjamín, pero me pongo mamona y me paro el cuello y desquito mis pocas clases de francés cuando digo a los taxistas 'lléveme a la calle de Augusto -también en español- Rodán'?, ¿vale la pena pensar en esto ahora?). A la luz del enorme semáforo que han puesto en este crucero, donde está la iglesia que no sé cómo se llama (de hecho, no sé cómo se llama casi ninguna iglesia, salvo San Juan Bautista en Coyoacán o San Juan Evangelista en Mixcoac, o la del Carmen en el Carmen, o la Basílica, o la Catedral), ahí fue donde se me ocurrió hacer este blog, no muy interesante para la mayoría pero al menos sí para mí. Espérenlo próximamente.

María Tinajero

Hoy, el día del sismo que no sentí pero soñé, me desperté para ir de inmediato a la computadora. No pude resolver lo único que en verdad me interesaba (ver un MMS que me habían mandado), así que me puse a pendejear un rato (imagino que esa palabra no está considerada por la RAE). (Me he equivocado: sí está. La RAE es sabia y omnicomprensiva). Vi las noticias y me asusté porque en el Reforma leí 'Suspenden servicio de Hotmail y MSN'. Digo que me asusté y fue cierto, como suele pasar con la gente que sólo oye las noticias a medias, en mi caso porque aún no he pagado al estúpido 'rotativo' la cuota que exige para acceder a una información que debería ser pública. En fin. Me asusté, y luego se me bajó el susto cuando sí pude entrar a mi cuenta en hotmail (donde, por otra parte, no tengo casi nada de importancia).

Mandé un mail. No desde hotmail, sino desde yahoo. Siempre he preferido mi cuenta de yahoo, llámenlo nostalgia. Por cierto, hace poco me di cuenta que perdí para siempre mi primera cuenta de correo en yahoo: sogh_78@yahoo.com. Es algo triste, sin duda. Millones de millones de palabras, unas dirigidas a mí y otras que yo había dirigido a álguienes diversos, se han perdido sin remedio. ¿En dónde? No lo sé. Siempre me lo he preguntado. ¿Habrá una enorme computadora en alguna parte del mundo que todavía tenga esta información pero que se niegue a recordarla para mí? ¿Podré sobornar a alguien para que me deje recuperar mis cartas de amor y desamor, mi pasado electrónico (oh qué estúpida que fui al confiarle a ceros y unos mi memoria emocional, mi educación sentimental)? Supongo que he perdido datos importantes con esa cuenta, pero no estoy preocupada ahora porque no he necesitado esos datos. Cuando llegue ese día, cuando necesite esa información, cuando deba recurrir al pasado y por toda respuesta tenga un 'hemos esfumado tu estúpida cuenta de correo porque la dejaste de usar tres meses' (¡tres meses! si la tuve durante años... y me la quitan por ¡tres meses! de no usarla)... entonces gritaré. Pero no ahora que es tan temprano y que acabo de mandar un mail por mi otra cuenta de yahoo. Me libré finalmente del 'sogh' que atraía a tantos metiches a preguntar lo típico, lo obvio: 'y, ¿qué significa?'. No responderé ahora, como no respondí entonces.

Mandé un mail y respondí a otro. Los dos a la misma persona. Después abrí otra pestañita en mi navegador (oh grandiosa iBook, tan amigable) y, ¡pop!, se me ocurrió hacer algo que nunca había intentado. Googlearme (esta palabra seguro no existe en la RAE, aunque uno pueda googlear a la RAE: la RAE niega aquello que le sirve, oh ingrata, oh soberbia). Pero googlearme como María Tinajero, porque mi nombre real es mi identidad secreta: yo, la del acta de nacimiento, no soy nadie. I'm nothing at all. Me googlee y oh sorpresa, aparecí. María Tinajero. O, mejor dicho (y con redoble de tambores, por favor), 'Los falsos camaleones de Tinajero el Navegante'. Me emocioné un poco, luego leí quiénes eran las otras Marías Tinajeros (éstas quizá sí se llaman así, ¿no les parece emocionante?): una enfermera y una experta en hurones. Guau. Una experta en hurones. Yo tengo camaleones (falsos) y ella tiene hurones (¿verdaderos?). También hay un tal José María Tinajero, pero ése no me ha importado mucho. Suena a nombre de numerario, y ya he tenido suficiente de eso en mi vida.

martes, 10 de abril de 2007

Yo no rompo un plato

Rompo dos o tres, pa' que valga la pena.

lunes, 9 de abril de 2007

Pensamientos obscenos a mitad de la noche

Por las noches, con frecuencia, me dan ganas de ir al baño mientras trabajo. Con gran fastidio y después de mucho procrastinar esa necesaria interrupción de labores, me levanto de la silla, salgo de mi habitación, prendo alguna luz en el camino para no tropezar con la mesa que estorba a mitad de la 'sala', llego al baño, prendo otra luz y cierro la puerta. Mientras llevo a cabo la acción -por todos conocida- de miccionar, un pensamiento que se ha mostrado recurrente asalta mi cabeza. Am I dying? La pregunta aparece así, de la nada, mientras orino. Y en inglés (eso es quizá lo que más me incomoda). Nomás por joder, le respondo al estúpido gringo que vive en mi azotea: 'sí, pendejo, claro que me estoy muriendo, como todos'. Entonces me lavo* y me seco las manos en la toalla amarilla-deslavada-muy-muy-sucia, apago la luz, camino pesadamente atravesando la sala y pegándome ocasionalmente en el borde de la mesa que estorba a mitad del 'pasillo', apago la luz del camino, entro a mi cuarto y sigo trabajando. Durante algunas horas, me olvido de mi condición mortal. Por lo menos hasta que necesite cambiarle el agua a las canicas otra vez.

*Aclaración hecha para tranquilizar la morbosa conciencia de Guillermo.

sábado, 7 de abril de 2007

Con ve de vuelta

Las ventanas. Gran invento. Frente a mí hay una ventana. Una ventana que me permite ver y ser vista. Por ahora, funciona sólo para lo primero, porque no hay nadie que esté viendo. Lo único que hay son voces, cayendo por el cubo del edificio. No veo verde, no veo sol ni nubes ni azul ni oigo gatos maullando. Estoy de regreso. Estoy sola. Se acabó Torreón hasta nuevo aviso. Cuando regrese, el pasado se habrá extinguido y ya no veré más jardines. Entonces tendré nostalgia de la nostalgia. Me habrán instalado en el presente.

miércoles, 4 de abril de 2007

Febrícula y aire acondicionado

Pasaron cinco minutos. (Ojalá tuviera una grabadora inserta en mi cerebro). Esperé tomando limonada, pero no tenía hielos y ya estaba caliente. (Así no tendría que traducir todo esto a palabras). El agua dulce y agria bajaba formando flemas en mi garganta. (O intentar recordar mis pensamientos). Estornudé un par de veces, y me molestó en lo más hondo de mi ser pensar que caería enfermo de gripa en un desierto caluroso y seco. (Podría dedicarme a pensar sin estar siempre pendiente de lo que pienso). Y no llegaba. ('Y no llegaba' no fueron exactamente las palabras que pensé, porque a veces pienso sin palabras, o sin palabras exactas, o sin definir las palabras que podría o no usar después). No llegaba y cada vez hacía más calor, y las palmas de las manos me sudaban copiosamente. (Si tuviera una grabadora en mi cabeza podría simplemente dedicarme a ser). Sentí algo húmedo escurriendo por el hueco de mi nariz. (Andar por las calles). Hurgué en mi pantalón y no encontré más que un billete de lotería terminado en 8. (Mirar a la gente). Para el siguiente domingo. (Sentir). Me pasé el dorso de la mano por debajo de la nariz. (Sin pensar lo que siento). Y apareció al fin por la puerta 15. (Como Fernando Pessoa).

martes, 3 de abril de 2007

Pocas y buenas noticias

Hace calor. Me siento de vacaciones. Estoy de vacaciones. ¡Cuánta felicidad!

lunes, 2 de abril de 2007

Estoy en Torreón

Desde el avión, todo se veía pardo y seco. Cuando aterricé, vi que no era un efecto óptico.

jueves, 29 de marzo de 2007

Busco fan de Spiderman

Amén de hacer una bonita rima, posteo el siguiente anuncio parroquial:

SE SOLICITA FAN DE SPIDERMAN
Edad: indistinta.
Sexo: que no sea indistinto, por favor: azul o rosa... o con angry inches, pero todo bien definidito.
Manejo de Word, dominio de las palabras (que mínimo sepa que 'a ver' y 'haber' son dos cosas distintas, y que 'o sea' se escribe separado), conocimiento de las películas anteriores de Spiderman y, de ser posible, del comic.
Fans from hell son bienvenidos.

Interesados, comunicarse con Migo.

martes, 27 de marzo de 2007

Daun. Yo a ti, tú a mí. La serpiente con sangre partiendo un lápiz sigue aquí, ¿sabes?, sobre un papel arrugado. También algunas imágenes, unos recuerdos ociosos que no aportan nada a la historia de la humanidad (unos pantalones rosa entallados, un vestido amplio, un toquín en la prepa, las escaleras que subían a tu cuarto... la dirección precisa del lugar donde vivías allá en el cerro, aquél con las paredes pintadas que parecía kindergarden... y una sopa de cebolla que se enfría hasta quedar muerta en el desagüe, y tu rabia, y mi desdén, y todo eso que se fue a la mierda desde entonces, pero sobre todo cuando en diciembre, hace unos meses, él se murió). Todo en pedazos, revoloteando en mi cabeza y agitándose, como se agitaban tus pelos en Boca del Toro. Todo se fue a la mierda, pienso... nueve años después. La última carta, en hojas amarillas, numeradas del uno al cuatro, escritas a lápiz por ambos lados, con insultos subrayados y palabras recalcadas: esa carta la tiré, la rompí, la deshice y posiblemente hasta la quemé. No recuerdo qué decía, pero casi podría olerla. Se fue junto con otras, muchas, con todas ésas que escribiste cuando empezaste a quererme en serio, cuando me fui y te quedé ya muy lejos. Entonces sí, con timbres postales y mi dirección centrada al frente de un sobre delgado, escribiste 'teamos' que sabían a sandías, y poemas iluminados à la Rimbaud, y largos y detallados recuentos de tus días, ésos que en el metro no me platicabas porque, decías, jamás entendería. Seguro que jamás entendería. Sigo sin entender, mientras una mariposa mentada en alguna de las últimas tus cartas -donde ponías 'textraños' como quien pone flores en un jarrón, pero más abigarrado- sale volando desde las páginas oxidadas de algún libro de álgebra elemental. Si veo tus ojos, todavía, podría decir 'daun'. Pero tú no entenderías. Jamás entenderías.

viernes, 23 de marzo de 2007

Más noticias

Hoy acabó -por fin- el maldito cierre de la revista. Una semana tarde. Muchas angustias después de lo previsto. Pero lo logramos... todos nosotros... ese equipo fantástico que formamos... todos... nosotros. Sí, eso, todos. Bueh, eso no importa demasiado. Pasemos a otros asuntos.

A veces quisiera escribir. Y a veces incluso lo hago. Pero a veces quisiera escribir algo más que simples reseñas de películas. A veces quisiera escribir algo grande. Pero entonces descubro que me falta todo para hacerlo. Y me deprimo un poco. Luego me duermo y al día siguiente no recuerdo nada, y me pongo a trabajar en la revista, haciendo reseñas de simples películas. Y así paso la vida, hasta que ella me llama y me dice que está esperando, y decido que lo mejor que puedo hacer es dejar esto por la paz, dejarlo todo, y salir para encontrarla. Así que eso haré justo ahora que ella ha llamado y me ha dicho que está esperando en Poussin y ésta mi calle.

Noticias

Qué hueva escribir. Chau.

viernes, 16 de marzo de 2007

(ejercicio 1)

Finalmente una noche despejada, pensé. Y lo agradecí. La cena para nosotros se servía en el patio, a cielo abierto.

Lo tomé de la mano y apreté fuerte, mientras sonreía a diestra y siniestra, fingiendo sinceramente. 'No quiero estar aquí', pensé. ¿O se lo dije? Él volteó con una de esas miradas bonachonas -still patronizing- que me hacen sentir como una mascota en proceso de entrenamiento. El traje Burberry de Pablo rozó mi mejilla derecha. 'Buenas noches, prima, buenas noches, mua mua'. Andrés no lo supo, pero en ese momento empezó a hervirme la sangre desde los pies hasta el vientre, y ahí se atoró y ya no quiso seguir circulando. Solté su mano firme para avalanzarme sobre la copa de vino que se aburría a veinte centímetros de mí. Di un trago largo y precipitado. Pelo perfectamente engomado, castaño oscuro, rostro alabastrino de facciones recortadas, sonrisa discreta pero amplia. Pablo.

- ¿Qué no estabas en Barcelona?
- Madrid... Llegamos anoche.
- ¿Vienes con...?
- Mi esposa.
- ... así que te casaste.
- Hace tres años.
- Cómo pasa el tiempo.
- Sí.
- Ella se llama...
- Como tú.

En un rápido escaneo a mi alrededor, vi que todos seguían entretenidos en la anécdota del muerto que contaba Diego. Para variar, Andrés había dejado la mesa y se había ido a platicar con los de adentro. Si hubiera sabido con quién y de qué estaba yo hablando, me hubiera llevado con él. Pero escucharme es un deporte que él no practica entre semana.

- Vaya coincidencia.
- Mjm.
- Sí...
- Y tú, ¿a qué te dedicas?
- Yo, nada, ya sabes. Lo de siempre: la oficina, los libros, la universidad.
- Te estuve esperando dos años.
- Eh, bueno, yo...

'Ya me quiero ir', y esta vez estoy segura que lo pensé, porque no tenía a nadie a quién decírselo en ese momento. Deslizó su mano bajo el mantel. Estaba a punto de rozar los confines de mi falda cuando Edgar soltó una carcajada histérica, justo en el momento que Diego contaba aquel detalle del ombligo del muerto. Los dos sonreímos por instinto de supervivencia, pero cuando volteé a verlo me encontré de lleno con su aliento.

- ¿Cómo llegaste?
- En... taxi - titubeé, mentí.
- ¿A dónde vas?
- A mi casa.
- ¿Dónde?
- En el sur.
- Vamos.
- Pero...

Iba a objetar que Andrés seguía adentro, que yo no podía irme así, sin despedirme, que la fiesta apenas comenzaba, que alguien seguramente se daría cuenta de lo que estaba pasando. Pero en cuanto logró -porfin- meter los dedos entre mis muslos, y sentí el frío acero de su argolla matrimonial recorriéndome la piel de erizo, mi mano temblorosa se arrastró sobre el mantel almidonado. Cuando llegó a la copa y tocó los bordes lisos y humedecidos, unas manos me tomaron de los hombros. 'Vámonos miamor', soltó Andrés y me soltó.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Quaestio disputata de eliminatione

A veces le pido a Dios que me elimine. Select, delete, puff. De un golpe. Pero no me hace caso. Esto podría deberse a alguna de estas tres razones principales:

1. Dios no me elimina porque no me escucha. Esto, a su vez, puede deberse a varias causas. La primera, porque no hablo lo suficientemente fuerte, o bien porque él tiene problemas de audición. La segunda, porque Dios habla un idioma que no conozco, o yo uno que él no conoce. La tercera, porque todo el mundo le está hablando al mismo tiempo, y lo único que alcanza a percibir es un ligero rumor de lenguas confundidas.

2. Dios no me elimina porque, aunque me escucha, no considera que esto sea una buena opción. Esto puede deberse a varias razones. La primera, porque piensa que mi existencia sirve para algo, así sea para ocupar un espacio que, de no ser por mí y las muchas cosas que he ido acumulando en mi vida, se vería muy vacío, y por ende, feo (porque el espacio vacío sólo va bien con Peter Brook, que será buen director de escena, pero no es Dios). La segunda, porque piensa que mi existencia no sirve, pero tampoco ocasiona ningún perjuicio, y así se evita él la molestia de desaparecer a alguien del mapa. La tercera, porque no tendría dónde ponerme si me eliminara (aunque todavía queda por demostrar si aquello que Dios elimina va a alguna parte o a la nada). La cuarta, porque piensa que no lo digo en serio.

3. Dios no me elimina porque no existe.

Ahora bien, parece que Dios existe (como ha demostrado el Aquinate en no pocos lugares de la Summa Theologica). Luego, tendremos que saber si Dios no me elimina porque no me escucha o porque considera que no es una buena opción hacerlo.

lunes, 12 de marzo de 2007

Lo siento.

No sé exactamente cómo o por qué o cuánto. No tengo básculas para pesar esto ni sé si se pueda empacar para enviarlo. Sólo sé que cuando digo 'lo siento' es porque de veras lo siento. Y ahora lo siento: algo que camina desde el ardor de mi oreja derecha hasta el cubículo vacío entre mis costillas. Una molestia, un dolorcito apenas. Lo siento. Vaya, sí lo siento.

Y lo demás es silencio

Mis manías.
Mi soledad.
Mi depresión de domingo por la tarde.
Mis arrugas.
Mi ironía fuera de lugar.
Mis chistes tontos.
Mi cicatriz en el pómulo izquierdo, debajo del ojo.
Mi gata que duerme todo el día.
Mis pants con elástico.
Mis playeras souvenir.
Mis libreros sobrepoblados.
Mi refrigerador vacío.
Mi celular sin crédito.
Mis pendientes.
Mis prisas.
Mi ropa sucia.
Mi closet con humedad.
Mis recuerdos estériles.
Mi egoísmo.

Todo esto se quedó encerradito, bajo llave, en un cajón. Otra vez. Haré de cuenta que fue sólo una noche, que no debo recuperarme de nada, que nada me duele, que nada me importa. Si lo pienso mucho, si lo digo fuerte, si lo repito tres veces, si hago planas con esto, tal vez lo crea. Pero. Tal vez lo crea.

Puro silencio puro.

(Aunque la verdad estoy algo triste.)

miércoles, 28 de febrero de 2007

Who's Afraid of Virginia Woolf?

En lugar de güisqui, una cerveza. Noche, eso sí, aunque no tanta: apenas son las nueve. Estoy vestida de Orlando vestido de mujer. Géneros aparte, la obra de Albee me pone en puntos suspensivos. La luna a mitad del cielo. George apunta el revólver contra la nuca de Martha; ella gira sobre su eje y mira al fondo del cañón; él aprieta el gatillo, BOOM, y un agujero enorme, sanguinoliento y viscoso se dibuja donde antes había una nariz. El cuerpo se desploma: la broma fue demasiado lejos. Despierto. Ja, ja, ja, JA. Los abismos del corazón humano son fascinantes.

lunes, 26 de febrero de 2007

Por qué no puedo escribir

Me siento en la silla. Siempre de la misma manera, o no siempre: a veces elijo algo diferente, pero nada estrafalario. Hago las cosas corrientes que uno hace cuando dice que 'va a escribir'. La única gran diferencia es que yo no escribo. Quise hacerlo, hace mucho, y todavía lo intento, pero me doy cuenta que el tiempo pasó, que ya no tengo nada que decir. Los demás han muerto. Y yo también. O yo primero.

Estoy del lado aburrido de la vida, y en la parte más jodida del lado más aburrido de la vida. Además de seguir todas las tendencias del mercado, las sigo sin clase: mi celular es viejo y no toma fotos ni video, no tengo cámara digital pero quisiera una, mi iBook es blanca pero tiene grandes manchas de mugre y pocas actualizaciones de software. Vivo en un departamento sin pena ni gloria, pero eso sí, con gouache en las paredes y un closet pintado de verde. La última vez que estuve al tanto de lo que pasaba en la escena musical fue cuando el suicidio de Kurt Cobain; después de eso, todo ha sido recordar a Nirvana, poner Creep de Radiohead y tratar de revivir el grunge en mí, sin entender nunca por qué la gente se vuelve loca con Pearl Jam.

Hay algo en mí que no me gusta, y a lo cual no me he acostumbrado nunca: mi inconformidad de pacotilla.

Antes pensaba que algún día haría algo. Esperé un tiempo prudente para no ser demasiado joven cuando lo intentara. Luego quise apresurarme porque empezaba a dejar de ser joven. Ahora ya no corro: sé que ese día en el que pensaba que haría algo no existe. Nunca existió. De algún modo, esto explica por qué no puedo escribir.

martes, 13 de febrero de 2007

1. Una introducción

Guillermo dice que en el desierto los rayos caen y cristalizan la arena. Dice, también, que siempre ha imaginado que la energía es algo físico, que une y separa, y no algo etéreo que venden en tiendas con música new age. No estoy segura de si Guillermo ha ido al desierto. Probablemente no. Pienso que sus conocimientos sobre el desierto provienen únicamente de alguna tarde aburrida que pasó viendo el Discovery Channel por error (hubiera preferido algún canal con mujeres desnudas, seguro). Fuera de eso, Guillermo no parece del tipo de personas que iría al desierto. Imagino que sólo habrá leído sobre él en los Evangelios, en los libros de Roberto Bolaño y, también, en el mural del Bulldog cuando se deprimía por no conseguir una chica: Bienvenidos al desierto...

2. Primera definición

Desierto: 1. Despoblado, solo, inhabitado. | 2. Dicho de una subasta, de un concurso o de un certamen: que no ha tenido adjudicatario o ganador. | 3. Lugar despoblado. | 4. Territorio arenoso o pedregoso, que por la falta casi total de lluvias carece de vegetación o la tiene muy escasa.

3. La ida

Son las seis o siete de la mañana de un sábado, quizás. Leonard Cohen en las bocinas del auto. Hace frío.

A 65 kilómetros de Torreón en dirección oriente, apenas pasando Viesca, una barda y unas rejas separan las dunas de Bilbao del resto del mundo (o eso pretenden las autoridades municipales, con su siempre agudo sentido del humor). Ningún letrero avala la legitimidad del cobro de diez pesos por persona que piden a la entrada, pero aun así hay que pagar. A menos, claro, que uno haya olvidado la cartera sobre el buró del cuarto. En ese caso, un ‘regresamos mañana’ es tan bueno como haber cubierto la cuota.

No ha llovido en días. Tampoco hay gente a estas horas. Los dibujos de las ondas sobre la arena son perfectos. Da pena pisar los surcos, pero ni hablar.

Vamos subiendo, y el sol va subiendo también, pero más lento. La memoria empieza a funcionar, a girar como disco de un arado, como un LP con éxitos del momento. En 1985 supe lo que era una tolvanera. Primero, un calor sofocante y, para ser febrero, totalmente fuera de lugar. Luego, de súbito, un cambio en la presión atmosférica. El viento cada vez más fuerte golpeando árboles epilépticos. La temperatura baja y sigue bajando. El nogal se dobla, el tronco pandeado, y siento que ya toca el piso. Las ramas chocan contra los cables de la luz: sacan chispas que caen sobre los cofres de los coches, o intentan prender fuego a un mezquite. Bolas del desierto rodando por las calles, como en una pasarela apocalíptica con modelos anoréxicas y secas. Los semáforos en crisis. El cielo se deja caer sobre la ciudad, aplastándola con sus enormes senos, unas nubes negras que no son de agua sino de polvo. Pájaros en desbandada. Cierren las ventanas que el mundo se va a acabar.

4. Segunda definición

Tolvanera: Remolino de polvo.

5. Rosa del desierto

Santiago de Mapimí es uno de los municipios más antiguos del norte del país. Su nombre es la declinación lingüística de la palabra Mapeme, que para los indios cocoyomes significaba ‘piedra en alto’. Al pie del cerro de la Bufa, un 25 de julio de 1598, el sacerdote jesuita Agustín de Espinoza y el capitán Antón Martín Zapata fundaron este pueblo de la Nueva Vizcaya (ahora Durango). Era tierra de misiones, sin duda, pero sobre todo era territorio disputado por los indios tobosos (parientes de los tarahumaras) y una mina de oro para los españoles. De las guerras y batallas que sangraron a la escasa población de los siglos XVII y XVIII queda sólo el rumor que gira sobre las viejas casas de adobe de paredes cuarteadas, de techos caídos y memoria reumática. Una de tantas viviendas se ha convertido en tienda de souvenirs, a donde entro para salvarme del sol. La señora y su marido (que no se quita el sombrero aunque esté bajo techo), amables aunque taciturnos, me explican a su modo cómo se forman las rosas del desierto, esas rocas de figuras complicadas y frágiles: por la lluvia. Palabras más, palabras menos, así ocurre. También venden algunos fósiles, pero son mejores los de Bermejillo, y mi primo el chef (al que le gusta acampar en la Presa de las Tórtolas y que de niño atrapaba perritos de la pradera con jaulas improvisadas) sabe con quién conseguirlos.

Más arriba, sobre la misma calle, está el panteón de Mapimí, apenas a unos metros del centro de salud. Ironías del urbanismo, supongo. Hay tumbas que datan de principios del siglo pasado. La niña María Cárdenas murió el 16 de febrero de 1902; Tomasa Aragón (¿mi pariente?) murió el 14 de marzo de 1900. Lux perpetua luceat eis. En algún momento, yo las seguiré, entonando un canto cardenche: ‘Yo ya me voy / a morir a los desiertos, / me voy del ejido / a esa Estrella Marinera. / Sólo en pensar / que ando lejos de mi tierra, / nomás que me acuerdo / me dan ganas de llorar’.

6. Tercera y cuarta definiciones

Rosa del desierto: Conjunto de formas lenticulares entrecruzadas, que muchas veces se asemejan a una rosa, en este caso pétrea. Están compuestas por sulfatos de calcio. Se forman por precipitación directa, por floculación, por cristalización en filones o por el paso de la anhidrita a yeso con ganancia de agua.

Canto cardenche: canto a capela, a tres voces diferentes (primera, arrastre y requinto), con prolongadas pausas que se intercalan a través del discurso musical. Para cantar la canción cardenche hay que ‘sentirla’. El nombre se tomó de una planta cactácea, cuyas espinas, cuando penetran en la carne, ocasionan un dolor que se acrecienta al sacarlas, pues tienen salientes minúsculas a manera de lancetas dentadas que desgarran la piel.

7. Atardecer en Ojuela

1898, en el extremo noreste del estado de Durango: Santiago Minguín construyó un puente colgante de madera y acero de trescientos dieciocho metros de largo que pende sobre un vacío de otros tantos metros de altura. El Puente de Ojuela. De un lado, la mina abandonada, todavía llena de piedras pero ya sin gente que las saque del subsuelo; del otro, un pueblo, ahora fantasma. Los hombres se han ido pa’l norte. Mosquitos antropófagos persiguen al turista incauto. Demián y Carlos sentados en la orilla: Los Dorados sobre fondo azul, o sobre un fondo de jazz si se prefiere. Un polvo fino asoma desde el occidente. Las nubes se desgajan, casi a punto de lluvia, se incendian por los bordes. Es hora de beber, que tanto calvario me ha hecho sudar.

8. Poesía mortal

El desierto, intentaba decir al principio, tiene el cuerpo de una lagartija borracha de sol. Un dragón levantado por el aire, que mira con sus enormes ojos vacíos, que devora con treinta y dos dientes de espinas. The Lizard King: Morrison cantando sobre las olas en las dunas de Bilbao. Nadie habla, sólo el silencio. Los iluminados viajaron al desierto: Jesús, el Cristo, escribe sobre la arena palabras que nadie recordará, mientras Cesárea Tinajero, poeta, desfallece a pleno rayo del sol. Los poetas de hoja-sé, un recuerdo lejano, y Miguel Morales muriendo de sed sobre un vaso transparente lleno hasta los bordes de mezcal en la cantina de Los Gallos: ‘El aire arranca dátiles en la mañana santa / una ciudad de árboles más célebres danzan un son marino a la / espiral de la lagartija / pierden el sentido los arraigos más viejos / serpientes de agua, efímeras con el cielo efímero / guías bajo flechas solubles sobre dunas preñadas de humedad, / las hojas piratas / agua a la vista, grita el hombre, un mar muerde a este desierto / oh, dios, admírale, las comuniones / son avenida menta a lágrimas pontífices’.

9. Última definición

Uma exsul: Lagartija de arena endémica de México, más exactamente, del Bolsón de Mapimí.

10. El regreso

A los treinta años, recibió la invitación para visitar el desierto. Para volver. ‘Nos vemos en Marte’, le dijeron, ‘donde crece el peyote a ras del monte’. Quiso llegar, pero se tumbó en el lecho seco del Río Nazas. El mar arriba. Prendió un cigarro y se quedó callado. Después de esto no hay infierno posible. Estaba muerto, pero todavía cantaba: ‘Yo ya me voy / a morir a los desiertos...’.

11. Un final

Desierto, sé bienvenido...

domingo, 4 de febrero de 2007

Le vide

Parado al borde de un abismo. Mira al fondo, o eso intenta. Siente vértigo. Da un paso atrás mientras unas garras frías le arañan la espalda. Piensa en ti. No hay ninguna razón para que tú aparezcas justo ahí, justo ahora. Las vísceras se le trepan a la garganta y los músculos pierden tono. Como si fuera a caer, a desplomarse, pero se tiene en pie. Haré que se aviente al vacío, pero no puedo evitar esta sensación, esta molesta sensación de culpa. Podría haber hecho algo más, pero -la mano sujetando firme el encendedor rojo- simplemente no estaba en su naturaleza. Era un ser inútil. Allá abajo, quién sabe cuántos metros o kilómetros abajo, nadie recordará ni extrañará su presencia. 'Adiós'. Cuánto melodrama en una sola despedida. Y da un paso. Adiós. La cámara se queda fija, filmando sólo un espacio vacío.

lunes, 15 de enero de 2007

Babel

Sí, qué emoción. Uhjú. Tres hurras para el Negro: 'hip-hip... ¡hurra!... hip-hip... ¡hurra!... hip-hip... ¡hurra!'. Y ya, suficiente.

Los muertos se facturan y las mujeres se desnudan

Divertida obra de Dario Fo en la que actúa su servilleta.

Fechas:
sábados 20 y 27 de enero; 3 y 10 de febrero.

Hora:
7:00 p.m.

Lugar:
CasAzul
Av. México 200, Col. Hipódromo Condesa

Entrada gratuita, cooperación voluntaria.

Vayan. Es una orden.
Y lleven flores... para mí.

domingo, 14 de enero de 2007

Lo que pienso en ocasiones.

A veces, para aminorar la angustia y suprimir la ansiedad -y en lugar de tomar ansiolíticos, que es lo que la gente suele hacer, cuando no toma cervezas viendo futbol-, a veces, decía, pienso que algún día pondré orden a las cosas que he escrito aquí y allá, en papeles sueltos, en los cuadernos donde tomaba apuntes de Ética, en muchos documentos que he ido guardando en la computadora -y de los cuales no tengo ningún respaldo, razón por la cuál, y después de lo que le pasó a Guillermo, me abstendré de sacar a esta cosa blanca de paseo-, en este blog -que no tiene pies ni cabeza- y en otros lugares por el estilo. Pienso, después, que no se perdería nada si nunca ordeno lo que he escrito. Pienso que eso es triste, que he gastado hojas y tinta sin propósito alguno. Pienso que no importa mucho: después de todo, alguien iba a comprar ese cuaderno, a usar esa servilleta para limpiarse la boca. Pienso... no, ya no pienso mucho cuando llego a este punto. Sólo me quedo en silencio, sentadita, viendo al frente, como si algo fuera a ocurrir, pero no ocurre nada. Y luego vuelvo a pensar, y es en esto: pienso si acaso el espíritu de Fernando Pessoa se pulverizó tras su muerte, y un átomo de él, de su espíritu materializado, cayó por azar en el torrente sanguíneo de algún antepasado mío y, por cuestiones de genética difícilmente explicables, fue en mí donde se activó su potencial pesimista y lúgubre. Luego pienso que existen varias fisuras en ese argumento mío, que no tiene sentido. Y entonces vuelvo a quedarme calladita, inmóvil e impensante, dejando el tiempo pasar hasta que cae la noche.

viernes, 12 de enero de 2007

Poesia de fin de mundo

No hay nieve en Nueva York.
Los cerdos sudan, cosa rara.

Temperature's rising.
Run for your life.
Corre, busca agua.
Húndete en ella.
Sumérgete en ella.

Toma una chela...
a mi salud.
Y saluda tuhermana,
y suda tu cuerpo
y suda y suda y vuelve a sudar.

Hip... ya me dio hipo.
And, hop... that's a grasshoper.
The last one on earth,
last breathe you can take.

Poesía apocalíptica, hermanos.

Nada mejor que hacer.



P.D. Gracias, Miguel Tormentas, por la asociación de ideas. La foto es por ti.

martes, 9 de enero de 2007

Se aceptan consejos

Lo intenté. Respiré hondo, varias veces, hasta diez, y hasta más de diez. No grité. ¿Cómo iba a gritar, si estaba escribiendo? Ni siquiera usé mayúsculas. Sólo se me salió un 'chingada madre', y fue sólo hasta que perdí el último miligramo de paciencia. Y perdí. La perdí a ella, perdí la calma, perdí muchas cosas de las que no voy a hablar porque son mías (con perdón del respetable). Pero, a ver, lo que necesito son consejos, porque 'ora sí que ya no sé por dónde. ¿Qué hace uno cuando la comunicación es imposible, cuando decir 'te amo' no sirve para un carajo?

a) Te encojes de hombros y dejas el asunto por la paz, con el corazón arrugado.

b) Das una patada al mueble más cercano, mientas madres, te rompes la mano pegándole a un espejo, sales a la calle a golpear al primer tipo que se cruce en tu camino y, cuando despiertas del estado de coma (previa madriza del gorila al que madreaste), te das cuenta que estás en la Cruz Roja y no recuerdas nada porque la amnesia borró todo recuerdo de tu mente.

c) Insistes.

d) Te mudas de país y esperas que, con un poco de suerte, la otra parte recapacite.

No sé. Como que todas las opciones me parecen algo, mm, sí, algo exageradas. 'Asesinar' no está en mi lista porque creo a pie juntillas en el decálogo que Dios le dio a Moisés en el Monte Sinaí. 'Suicidarme' tampoco, por la misma razón, y porque la vita è bella, aunque de un modo diferente a como lo piensa Roberto Benigni. No sé, no sé. ¿Alguna sugerencia? Nota: les juro que cuando digo 'la comunicación es imposible', no estoy haciendo bonitas hipérboles ni juegos de lenguaje. I seriously mean it. Así que no me digan, cual intento de Almodóvar, 'hable con ella'. No. Si no incluyo ésa entre las opciones, es porque, dah, no es una opción.

De antemano, agradezco su ayuda.

sábado, 6 de enero de 2007

To break a leg and still be happy

Ah, la vida del actor, que en todo halla placer y contento. Si un pájaro le zurra en la cabeza, piensa que es signo de buena suerte. Si la mujer que ama le manda un sms que dice 'break a leg', no responde con insultos, y tampoco responde con un muy polite 'gracias' porque entonces perdería efecto el conjuro para atraer la buena suer--, ejem, el éxito en la función.

Ah, la vida del actor, tan a salto de mata, tan improvisada, tan fugaz. Cómo me gusta dedicarme a esto. Los nervios, las palmas de la mano sudorosas, la piel de gallina, el estómago revuelto, la inquietud que produce saber que hoy estrenamos. Ah, esa sensación de vacío, la mente en blanco -'¡olvidé todos mis textos!, ¡de veras!, ¡se me va a olvidar todo!'-, la angustia que ocasiona pensar que todo saldrá mal, y la confianza que da saber que probablemente no será así.

Ah, la vida del actor. Quién fuera yo.

viernes, 5 de enero de 2007

Como cinta de Almodovar

¿Qué he hecho yo para merecer esto? Y no, a pesar de la tristeza que cómodamente se ha instalado entre las cuatro paredes de mi tórax, no me refiero a la suspensión de mis relaciones bilaterales con la nación judía encarnada en una guapa periodista de conocido diario capitalino, porque en dicho caso sé bien lo que hice para merecer 'esto'. A lo que apunto, señalo y aludo es a la repentina -por no decir inexplicable- aparición de mi nombre en la selecta lista de links que mi colega -mi amigo, ¿qué digo amigo?, mi hermano, mi compadre- Guillermo ostenta en su blog. ¡Cuatro líneas por debajo del Doctor Héctor Zagal! ¡Plácidamente sentada arriba de dos Alejandros más grandes que el mismísimo y consabido discípulo de Aristóteles! ¡En la misma columna y grupo que McSweeneys! Bueno, pero... ¿qué he hecho yo, me pregunto? Y no me lo pregunto demasiado: no vaya a ser que, por tanto preguntar, me ande quedando fuera de la élite de la intelectualidad capitalina que se conglomera -cual si anduviera por el Periférico en hora pico- aquí, en las agresivas-para-mi-sensible-retina páginas virtuales de Cetrería.

Gracias, Ezequiel, porque si no fuera por ti, por tus clases de latín a las ocho de la mañana, por tu manía de ir aventando citas bíblicas en rancios idiomas, no sabría decir lo que siento en este momento, al menos no con la elegancia que supone escribir un muy mamón 'non sum digna'. E punto e basta.

Que conste en las actas

La extraño.

Millions of peaches

En Torreón no hay duraznos. No que yo sepa. Hay nogales, eso sí, y palmeras que dan dátiles -palmeras camelloneras, les llamamos en la familia, por obvias razones. En Parras de la Fuente hay... vaya, pues hay parras y vides y uvas de las vides y vino de las uvas de las vides. Cerca del Río Nazas, por las ajueras de la ciudad, se pueden ver sembradíos de jitomates, aunque allá les dicen sólo 'tomates', y los distinguen de los otros porque a ésos, a los verdes, les dicen cariñosamente 'tomatillos' (pronúnciese bajando el tono en la 'i' para emular el perfecto acento lagunero). También hay melones y sandías. Pero duraznos, lo que se dice duraznos, pues eso sí que no hay.

Movin' to the country, gonna eat a lot of peaches
I'm movin' to the country, I'm gonna eat me a lot of peaches
I'm movin' to the country, I'm gonna eat a lot of peaches
Movin' to the country, I'm gonna eat a lot of peaches

Y será porque mi adolescencia pasó con canciones de Nirvana, con el grunge y los videos de MTV -cuando em-ti-vi era buen canal para ver videos-, con el one-hit-wonder de los Presidents of the United States, y porque sobre todo pasó en Torreón, o quizá por otras razones, pero no hay duda que los duraznos me hacen pensar en Torreón.

Peaches come from a can, they were put there by a man
In a factory downtown
If I had my little way I'd eat peaches everyday
Sun soakin' bulges in the shade

Pienso que los duraznos me hacen pensar en Torreón porque, pensándolo bien, sí hay duraznos en Torreón. Enlatados. Congelados. Importados de los Yunáited. Duraznos en una lata, que fueron puestos ahí por un hombre en una fábrica en el centro.

miércoles, 3 de enero de 2007

Yo ya me voy a morir en los desiertos



Yo ya me voy
a morir en los desiertos,
me voy del ejido
a esa Estrella Marinera.

Sólo en pensar
que ando lejos de mi tierra,
nomás me acuerdo
me dan ganas de llorar.

Pero a mí no me divierten
los cigarros de Dalila,
pero a mí no me consuelan
esas copas de aguardiente.

Sólo el pensar
que me dejé un amor pendiente,
nomás que me acuerdo
me dan ganas de llorar

Pero a mí no me divierten
los cigarros de Dalila,
pero a mí no me consuelan
esas copas de aguardiente.

martes, 2 de enero de 2007

Fin de la infancia

Se siente caliente aquí. Y acolchonado. No hay ruido. La tiniebla es suave, aunque afuera se adivina un día despejado, de enormes cielos azules. Doy vuelta sobre mi costado, reacomodo las sábanas de franela con diseños de franjas verdes, y cierro los ojos otra vez. Un ratito más. Sólo diez minutos. Cuando mi papá toque a la puerta -'María, ya está el desayuno'- significará que tengo menos de media hora para bañarme, ponerme la falda roja a cuadros, la blusa blanca de algodón, calzarme los zapatos negros, hacerme una rápida cola de caballo, tomar jugo y algo más en la cocina y subirme al Jetta arena que ya está encendido y aparcado fuera de la casa, con un hombre barbón y adormilado al volante. Tomaré la mochila -pesada, incómoda, llena de cuadernos forrados de papel lustre rojo y plástico- y saldré corriendo. Recorreremos las menos de diez cuadras que me separan de la secundaria. Me bajaré y...

Suena otra vez el despertador. Algo me dice que se me está haciendo tarde. El perro ladra afuera, y empiezan a circular algunos coches. Toc, toc. Dos golpecitos suaves en la madera blanca de mi puerta. Un apelativo conocido, la voz de mi padre, y de un brinco estoy en el suelo. La falda gris a cuadros, la blusa blanca de algodón, el listón rojo -'de perro', jode Clarita-, las trencitas que me hace mi mamá, 'no tengo ganas de ir al colegio', 'ándale, mijita, que ya van a pasar por ti'. A las 7:51 de la mañana se oye un claxon de coche importado de segunda mano. El equis once rojo de mi tía se para frente a la casita con techo de dos aguas, en la calle sin pavimentar. El número 81 de la calle Río Nazas (sí, señorita, calle Río Nazas... en la Navarro, sí... no se vaya a confundir con la avenida... esa está en la Estrella... ajá, calle Río Nazas número ochentaiuno). Sobre los asientos de terciopelo rojo, un puñado de niños -los del 'viaje', los amigos de mis primos-, medio dormidos. Abren la puerta. Me toca sentarme, como siempre, encima del freno de mano. Soy la más chica -¿cuándo entrará Valeria al Americano?-, no quepo en otra parte. Por suerte, es un coche automático. Manlio, Ariel, Raúl, Daniel... y yo. Quizá alguien falta. No sé. Nunca los volteo a ver. Son feos. El puro olor me hace saber que están ahí, todos esos niños que a las doce del día estarán cubiertos de arena, que se quedarán en 'detention' toda la tarde por haberle puesto una tachuela a su compañera de enfrente, por haberle bajado los calzones al nerd de la clase. Yo, para variar, llegaré tarde a la escuela, sin importar que Clarita haya batido record haciendo menos de 9 minutos al Americano: toda la Mariano López hasta el bulevar Revolución, y luego por atrás, por Peñoles, hasta la puerta de la entrada. Trataremos de escabullirnos por donde entran los que llegan en el camión del colegio, que tienen justificante para llegar tarde. Pero esta vez no funciona. 'Toma, tu retardo'. Derrotada, deslizo mis zapatos negros sobre los azulejos grisáceos de la escuela, avanzo hasta mi salón y toco a la puerta.

Toc, toc.

'Son las siete. Ya está el café en la cocina'. Mi avión sale a las nueve. No hay tiempo para esperar a Clarita ni para ponerme el uniforme de deportes. Qué pronto se hace tarde.