martes, 13 de febrero de 2007

7. Atardecer en Ojuela

1898, en el extremo noreste del estado de Durango: Santiago Minguín construyó un puente colgante de madera y acero de trescientos dieciocho metros de largo que pende sobre un vacío de otros tantos metros de altura. El Puente de Ojuela. De un lado, la mina abandonada, todavía llena de piedras pero ya sin gente que las saque del subsuelo; del otro, un pueblo, ahora fantasma. Los hombres se han ido pa’l norte. Mosquitos antropófagos persiguen al turista incauto. Demián y Carlos sentados en la orilla: Los Dorados sobre fondo azul, o sobre un fondo de jazz si se prefiere. Un polvo fino asoma desde el occidente. Las nubes se desgajan, casi a punto de lluvia, se incendian por los bordes. Es hora de beber, que tanto calvario me ha hecho sudar.

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