martes, 13 de febrero de 2007

8. Poesía mortal

El desierto, intentaba decir al principio, tiene el cuerpo de una lagartija borracha de sol. Un dragón levantado por el aire, que mira con sus enormes ojos vacíos, que devora con treinta y dos dientes de espinas. The Lizard King: Morrison cantando sobre las olas en las dunas de Bilbao. Nadie habla, sólo el silencio. Los iluminados viajaron al desierto: Jesús, el Cristo, escribe sobre la arena palabras que nadie recordará, mientras Cesárea Tinajero, poeta, desfallece a pleno rayo del sol. Los poetas de hoja-sé, un recuerdo lejano, y Miguel Morales muriendo de sed sobre un vaso transparente lleno hasta los bordes de mezcal en la cantina de Los Gallos: ‘El aire arranca dátiles en la mañana santa / una ciudad de árboles más célebres danzan un son marino a la / espiral de la lagartija / pierden el sentido los arraigos más viejos / serpientes de agua, efímeras con el cielo efímero / guías bajo flechas solubles sobre dunas preñadas de humedad, / las hojas piratas / agua a la vista, grita el hombre, un mar muerde a este desierto / oh, dios, admírale, las comuniones / son avenida menta a lágrimas pontífices’.

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