El desierto, intentaba decir al principio, tiene el cuerpo de una lagartija borracha de sol. Un dragón levantado por el aire, que mira con sus enormes ojos vacíos, que devora con treinta y dos dientes de espinas. The Lizard King: Morrison cantando sobre las olas en las dunas de Bilbao. Nadie habla, sólo el silencio. Los iluminados viajaron al desierto: Jesús, el Cristo, escribe sobre la arena palabras que nadie recordará, mientras Cesárea Tinajero, poeta, desfallece a pleno rayo del sol. Los poetas de hoja-sé, un recuerdo lejano, y Miguel Morales muriendo de sed sobre un vaso transparente lleno hasta los bordes de mezcal en la cantina de Los Gallos: ‘El aire arranca dátiles en la mañana santa / una ciudad de árboles más célebres danzan un son marino a la / espiral de la lagartija / pierden el sentido los arraigos más viejos / serpientes de agua, efímeras con el cielo efímero / guías bajo flechas solubles sobre dunas preñadas de humedad, / las hojas piratas / agua a la vista, grita el hombre, un mar muerde a este desierto / oh, dios, admírale, las comuniones / son avenida menta a lágrimas pontífices’.
martes, 13 de febrero de 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario