A los treinta años, recibió la invitación para visitar el desierto. Para volver. ‘Nos vemos en Marte’, le dijeron, ‘donde crece el peyote a ras del monte’. Quiso llegar, pero se tumbó en el lecho seco del Río Nazas. El mar arriba. Prendió un cigarro y se quedó callado. Después de esto no hay infierno posible. Estaba muerto, pero todavía cantaba: ‘Yo ya me voy / a morir a los desiertos...’.
martes, 13 de febrero de 2007
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