jueves, 26 de abril de 2007

Zoón desertikón

Shrj, shrj, shrj. Camino, pero no avanzo. El sol a tope. Cenit. Gotas de luz en los bordes de la pantalla, perlando la imagen con brillos que oscilan entre el violeta y el rojo, y de vuelta al violeta. Toda la gama de luz visible condensada en collares de diamantes que se descuelgan desde el sol hasta la tierra.

Shrj, shrj. El sonido seco de mis pasos sobre la arena, sin vocales intermedias, sin oasis, sin espejismos siquiera, sin agua para esta boca reseca. Camino, camino, pero no avanzo.

Shrj, shrj, shrj, shrj. Un granito de arena que mi ojo no ha captado ha atorado el mecanismo de la lente. Tc, tc. Golpeo suavemente mi arma contra la palma de la mano. Nada. Fschj. La dejo caer. Que se la trague el olvido, si quiere. Y si no, que la vomite.

Shrj, shrj, shrj. Camino, camino, camino, pero no avanzo. Levanto la vista y veo nada.

Shrj, shrj, shrj, shrj, shrj. Levanto la vista y veo nada.

Shrj, shrj, shrj.

Pschrj. Me tiro sobre la arena. El sol se apiada de mí y se acerca, hirviente. Seco. Pasa su mano enfebrecida sobre mi frente. Algo me dice, pero no entiendo. Quisiera hablar. No puedo. 'Adiós', escucho. Le entrego un puñado de arena al viento para que lo lleve lejos. Si el viento quiere, si le han conmovido mis ojos como ciénagas templadas, mañana verás mi polvo asomar por las rendijas de tu casa. Te envolverá como una sábana de tela tibia y te dirá las palabras que me robó.

Aquí yace Tinajero el navegante. Sus falsos camaleones lloran su partida.