Yo la miré y ella me miró. Le di un sorbo a su cerveza. La sal de los bordes se me agarró de los labios y me hizo toser la acidez del limón. Levanté una ceja para parecer más digna, más hecha, más compuesta. Más mujer. Ella me desarmó con una sonrisita. Mi plan estaba fracasando a pasos agigantados, si acaso eso puede ser así, si puede algo 'estar fracasando' y no simplemente, plaf, llegar al fracaso rotundo de súbito, sin preámbulos, de improviso. Como quiera que sea, mi plan, mi estrategia, lo que había concebido como modo de supervivencia ante esta chiquilla insolente con gafas oscuras, pelo lacio y vestir elegante -pero siempre fashion- no estaba dando resultado. Me tenía cogida. Que me había pillado, digo. Ella me miró. Y yo también, yo también la miré, con el rabillo del ojo, mientras volteaba como quien mira hacia otra parte. Atrapada, sin remedio. Y, ¿qué remedio iba a tener, si yo no quería tener remedio? Sonreí por dentro, le di otro trago a su cerveza bien fría y levanté la otra ceja. Yo la miré y ella me miró.
martes, 24 de abril de 2007
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1 comentario:
"Sweet surrender is all that I have to give..."
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