miércoles, 4 de abril de 2007

Febrícula y aire acondicionado

Pasaron cinco minutos. (Ojalá tuviera una grabadora inserta en mi cerebro). Esperé tomando limonada, pero no tenía hielos y ya estaba caliente. (Así no tendría que traducir todo esto a palabras). El agua dulce y agria bajaba formando flemas en mi garganta. (O intentar recordar mis pensamientos). Estornudé un par de veces, y me molestó en lo más hondo de mi ser pensar que caería enfermo de gripa en un desierto caluroso y seco. (Podría dedicarme a pensar sin estar siempre pendiente de lo que pienso). Y no llegaba. ('Y no llegaba' no fueron exactamente las palabras que pensé, porque a veces pienso sin palabras, o sin palabras exactas, o sin definir las palabras que podría o no usar después). No llegaba y cada vez hacía más calor, y las palmas de las manos me sudaban copiosamente. (Si tuviera una grabadora en mi cabeza podría simplemente dedicarme a ser). Sentí algo húmedo escurriendo por el hueco de mi nariz. (Andar por las calles). Hurgué en mi pantalón y no encontré más que un billete de lotería terminado en 8. (Mirar a la gente). Para el siguiente domingo. (Sentir). Me pasé el dorso de la mano por debajo de la nariz. (Sin pensar lo que siento). Y apareció al fin por la puerta 15. (Como Fernando Pessoa).

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