A veces le pido a Dios que me elimine. Select, delete, puff. De un golpe. Pero no me hace caso. Esto podría deberse a alguna de estas tres razones principales:
1. Dios no me elimina porque no me escucha. Esto, a su vez, puede deberse a varias causas. La primera, porque no hablo lo suficientemente fuerte, o bien porque él tiene problemas de audición. La segunda, porque Dios habla un idioma que no conozco, o yo uno que él no conoce. La tercera, porque todo el mundo le está hablando al mismo tiempo, y lo único que alcanza a percibir es un ligero rumor de lenguas confundidas.
2. Dios no me elimina porque, aunque me escucha, no considera que esto sea una buena opción. Esto puede deberse a varias razones. La primera, porque piensa que mi existencia sirve para algo, así sea para ocupar un espacio que, de no ser por mí y las muchas cosas que he ido acumulando en mi vida, se vería muy vacío, y por ende, feo (porque el espacio vacío sólo va bien con Peter Brook, que será buen director de escena, pero no es Dios). La segunda, porque piensa que mi existencia no sirve, pero tampoco ocasiona ningún perjuicio, y así se evita él la molestia de desaparecer a alguien del mapa. La tercera, porque no tendría dónde ponerme si me eliminara (aunque todavía queda por demostrar si aquello que Dios elimina va a alguna parte o a la nada). La cuarta, porque piensa que no lo digo en serio.
3. Dios no me elimina porque no existe.
Ahora bien, parece que Dios existe (como ha demostrado el Aquinate en no pocos lugares de la Summa Theologica). Luego, tendremos que saber si Dios no me elimina porque no me escucha o porque considera que no es una buena opción hacerlo.
miércoles, 14 de marzo de 2007
Quaestio disputata de eliminatione
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 21:34
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1 comentario:
si yo fuera dios sólo eliminaría a los feos. pero no es el caso.
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