¿Saben cómo hacen las olas en esta parte del mundo? Llegan, con agua caliente, lamen la arena, dejan caracoles en la playa, varados, y se retiran con modestia, con suavidad, tersamente, acariciándose unas a otras, y yéndose atrás, de paseo, otra vez, hasta adentro, muy adentro, en el mar.
shhhh... ushhhh... shhhh... ushhhh...
Son tranquilas estas olas, como manos de mujer, como cuerpo de mujer que se balancea en la memoria, sin peso.
shhhh... ushhhh... shhhh...
Mujer de cabellos largos, mujer que arrulla entre sus brazos, mujer al fin.
ushhhh... shhhh... ushhhh... shhhh...
Si uno fija la vista en una ola, si intenta seguirle la pista, si la persigue con el deseo, si le echa mano...
ushhh...
... se ahuyenta y se va.
shhhh... ushhhh...
Pero bañarse en ellas, pero dejarse envolver por ellas...
shhhhh... ushhh... shhhh... ushhhh...
... y no querer tenerlas, sino ser posesión suya, solamente...
shhhh... ushhhh...
... y que eso sea bastante, que eso le colme a uno de tranquilidad, de paz, de contento, de gusto...
shhhh...
... de agua que no se deja apresar por nadie...
ushhhh...
... miles de gotas de agua...
shhhhh...
... rodeando un cuerpo...
ushhhh...
... meciéndolo...
shhhhh...
... calladamente...
ushhhh...
... sin prisas...
shhhh...
... para siempre...
ushhhhhh...
Así son las olas en esta parte del mundo que está en mis recuerdos. Y ahí estoy yo, tumbado al antojo de las olas, tumbado en una fotografía, tumbado en un tiempo que me anuncia que tú has de ser mi mujer...
... shhhhh...
martes, 31 de octubre de 2006
Las olas
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 20:41 1 comentarios
lunes, 30 de octubre de 2006
Vuelta a lo mismo
Me convenciste, Miguel Tormentas:
Y sin ganas de vivir, escribo.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 23:06 0 comentarios
Fucking and fondling
Since I'm a sex machine, that's all I do. I fondle and I fuck. When I'm not fucking, I'm fondling. When I get tired of fondling, I fuck again. Occasionally I take a nap. Then, it's back to the usual. I'm purely physical, and my English is quite deficient, which is nothing quite revealing, considering I'm a mental retard. So... I'm purely physical. There's no love within these muscles and bones. No reason to cry or die for. At least that's what she says. Not she, the one I care about -the one I love-, but the other one: the blonde and stupid one -a genius, as a matter of fact, as she, the other she, would remark-, the one with the Greek lover, the one with the french way of saying Henri. Guess that's the way Anaïs called her lover: Henri, pas Henry. The latter must have been the way June called her husband: Henry, not Henri. Did Henry -or Henri- love these women, that we'll never know. That June loved him, that's for sure. That Anaïs was aroused with desire when she saw and met him, that's absolutely true. An actress and a writer. Perhaps Miller preferred the writer. Perhaps the actress scared the hell out of him. Perhaps he couldn't bear such a passionate love. Perhaps.
In the meantime, I'll fondle and fuck. But first, I'll cry until I dry. And die.
There's a title of a book I now remember: Too Loud a Solitude. Nothing really matters. Not now. Not when you're dead and still dying.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 22:31 0 comentarios
Noche 40
Se acabó la estúpida cuarentena. ¿Y qué? Ya estoy muerta. Salud a quienes viven. Yo desaparezco.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 22:05 0 comentarios
domingo, 29 de octubre de 2006
Noche 39
Busco una casa. Salgo a caminar por las calles relamidas por un sol de otoño, y busco una casa. Vieja pero bien conservada. Amplia. Con jardines y árboles y enredaderas y muchas ventanas. Con balcones para tomar el fresco. Con cuartos para la gente del servicio. Con mucha gente viviendo bajo un mismo techo. Gente para platicar, para tomar una bebida a media tarde. Gente que toque el piano o que cante una canción. Gente que me deje en paz toda la tarde, metido en un cuarto, aherrojado, escribiendo en páginas que terminarán en la chimenea de esa casa que busco hoy, cuando el sol de otoño lame las calles y los rostros de las personas. Y mientras tanto tú, tus ojos, el agua de tus ojos, todo vuelve a mí como en oleadas. Busco una casa para vivir contigo.
Adrián alarga la mano derecha, y la cierra, como tocando algo. Y no hay nada, sólo el aire que lo envuelve, tibio. Para él, para su deseo y sus ganas, va una mano dentro de la suya. Una mano pequeñita y blanca. Una voz de astromelias le regala un silencio, y él sonríe, como si alguien acabara de decirle 'te amo' o algo así. La verdad es que va solo, caminando por la calle. Solo y feliz, porque no va tan así, tan solo.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 22:10 0 comentarios
sábado, 28 de octubre de 2006
Noche 38
Las cuentas regresivas siempre me han resultado un tanto estúpidas, pueriles. La gente coreando, a voz en cuello. La emoción saliendo como chispas por los ojos llorosos. Los rituales consabidos. La cuarentena se acaba pronto, es cierto, pero no veo la razón por la cual haya de emocionarme. El círculo no es perfecto, y cada vez que pensamos que algo termina, no termina de veras. Saldremos de esta enfermedad, es posible. Sin embargo, las secuelas se quedarán en nosotros, y andaremos por ahí medio muertos, medio vivos, esperando un amanecer eterno que no existe. Lo que más se le asemeja es el cuerpo de una mujer, los senos sonrientes de Uncometa. Y ella, temprano por la mañana, se habrá ido diez días. Entonces comenzará una nueva cuenta regresiva...
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 21:28 0 comentarios
viernes, 27 de octubre de 2006
Noche 37
Sólo una mujer como ella, luna en cuarto creciente, agua huracanada, podría haberme revuelto al punto de ponerme en ebullición. Las llantas patinaron al dar la vuelta. El sonido del acero contra el acero, el cristal que se rompe. Por suerte, sólo fue un falso presagio. Puse la mirada sobre la calle desierta, y escuché el ruido de motores lejanos. Nos despedimos con un abrazo al rojo vivo, y cuando ella cerró la puerta, dos mil gritos de dolor se comprimieron en mi garganta, dejando salir sólo un 'buenas noches' muy mesurado, fuera de centro. Ella se quedó en su casa. Yo regresé al cuarto de hotel, con dos cervezas en la mano y una buena excusa para beberlas. Lo malo fue que el cansancio le ganó a mis deseos. Y dormí.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 20:45 0 comentarios
jueves, 26 de octubre de 2006
Noche 36
Y sin ganas de escribir, vivo.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 17:46 1 comentarios
miércoles, 25 de octubre de 2006
Noche 35
Quedan pocos días para que termine la cuarentena. Te damos gracias, oh gran diosa creadora de este blog.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 20:48 0 comentarios
martes, 24 de octubre de 2006
Noche 34
Estaba sumido en su catatónico surmenage cuando, despacito despacito, pisando de puntitas, sin peso, Romina se trepó sobre su pecho. Se puso a ronronear "las mañanitas". ¿Cómo sabía de su cumpleaños un simple gato? Un vientecito frío pero agradable se coló por la ventana abierta. La noche dejó caer sus patas de elefante, aplastando de golpe todo sonido. Y en la pesadez de esa oscura atmósfera, un puñado de agua se hizo cuerpo.
Un brazo tibio se metió por la fisura que la mezclilla dejaba a la vista, hurgó los pliegues, encontró el badajo de la campana y llamó a misa de maitines. Ésta se celebró con la parsimonia de las grandes fiestas. Primero ella, desnudándole a él, peleando contra un cuerpo abandonado, queriendo que el pantalón simplemente se esfumara y no que tuviera que arrastrarlo, tallarlo, jalarlo piernas abajo con tamaña dificultad. Luego él, entreabriendo los ojos, sin saber si dormía o estaba despierto, recordando a Descartes y olvidándose de él en un segundo, sintiendo la sangre aglutinada en la parte baja de su abdomen. Una boca con olor a miel en la colmena, zumbando también como abejas en panal, le clavó el aguijón de su lengua en el cuello, y fue subiendo, recorriendo kilómetros de piel en sólo dos instantes y medio. Llegó a la boca -fría de tanta respiración entrecortada y ansiosa-, se tiró un clavado y nadó profundo. Salió a respirar, y por las comisuras de los ojos tomó un descanso.
Las bocas dialogaban mientras un par de turgentes labios color cereza y bien aceitados comenzaron a devorar un camaleón con vocación de buzo, un pez resbaloso, un cíclope que con sólo un ojo se abría camino por los túneles de una caverna rugosa. Ella, movida por un furor animal, sujetándose de su toro por los pelos que le cubrían el pecho, o de sus brazos fuertes, daba picotazos ocasionales sobre la superficie de un rostro impávido. Galopó y galopó hasta que su caballo dio un relincho bien fuerte, lanzándola a ella por los aires, ingrávida. Un par de horas después, yo aparecí en el mundo, calladito calladito.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 20:06 0 comentarios
lunes, 23 de octubre de 2006
Noche 33
¿Han visto los redondeles de costras de lodo que se forman alrededor de los charcos cuando empiezan a secarse? Son huellas de humedades y de tiempo y de la violencia de los elementos contra los elementos. Así, pues, hay costras de ojeras alrededor de mis órbitas oculares: son huellas de humedades y de tiempo y de la violencia de las personas contra las personas. Menos mal que sólo quedan esas huellas en mi cara, y no en mi alma. Ésta, pura e incorpórea -en tanto que ilusoria y fementida-, no sufre ni padece nada. No, nada me duele. Nada.
quisiera dormir,
volver a los sueños como quien hilvana frases de una historia inexistente,
fugaz
flexible
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 22:11 0 comentarios
domingo, 22 de octubre de 2006
Noche 32
Encerrado en la estricta circunferencia de su cansancio -insomne cuando no soñolientamente inquieto-, Adrián prende una vela con un cerillo, pide un deseo y sopla. Pff. Oscuridad.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 20:08 0 comentarios
sábado, 21 de octubre de 2006
Ligera llovizna nocturna
Amanezco sin saber dónde ni qué ni quién. Paseo la mirada por toda la habitación. Vuelvo a cerrar los ojos. Sueño.
- ¿Has visto cómo duerme?
Despierto nuevamente. Todo sigue igual. Nada se ha movido. Vuelvo a cerrar los ojos. Sueño.
- Tiene la cara de un maldito ángel.
Despierto nuevamente. Algo se talla contra la ventana del cuarto. No puedo levantarme. Vuelvo a cerrar los ojos. Sueño.
- Los gatos están en celo otra vez.
- Eso veo.
Despierto nuevamente. Hay ruido detrás de la puerta. Un olor a comida llega a mi nariz. Incapaz de mover los labios. Vuelvo a cerrar los ojos. Sueño.
- Hice pasta.
- Habrá que guardarle un poco... para cuando despierte.
- Si despierta.
Despierto nuevamente. Es de noche. Alguien ha dejado un plato con comida en el escritorio. No sé qué comida es. Vuelvo a cerrar los ojos. Sueño.
- Me gusta.
- Lo sé.
- A ti también.
- Lo sé.
Despierto nuevamente. Cae una ligera llovizna nocturna.
- Digamos que es un surmenage à trois.
- Deja en paz los juegos de palabra.
- Los dejo en Paz.
- Ahí vas otra vez.
- Fue la última, lo juro.
Vuelvo a cerrar los ojos. Sueño.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 21:33 0 comentarios
Noche 31
Una mujer sin brazos fue hallada en la carretera federal México-Toluca. Estaba enterrada hasta la cintura. No había signos de violencia en su cuerpo. Sin duda, había sido ella misma quien había cavado el hoyo -cuando todavía tenía brazos-, se había metido en él y se había encargado de volver a meter la tierra al agujero. Luego, con enorme cuidado e indiscutible pericia, y posiblemente ingiriendo grandes cantidades de analgésicos, había cercenado sus brazos, el uno con el otro, simultáneamente. Éstos fueron encontrados a escasa distancia de la mujer: ella dijo haberlos arrojado lo más lejos que pudo, valiéndose de sus muñones. El rastro de la sangre confirmaba su versión de los hechos, aunque quedaran algunas dudas sobre cómo le fue posible mutilarse, ella sola, ambos brazos.
Cuando fue interrogada por la policía sobre su comportamiento, respondió con esta frase, por demás lacónica:
- Nunca supe abrazar de veras, así que me arranqué los instrumentos con que miento.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 20:50 0 comentarios
viernes, 20 de octubre de 2006
Noche 30
Asalto de madrugada. Despierta envuelto en agua, vendado en sábanas, los ojos disparados hacia el techo y pronunciando en un resuello
- ¿qué pasó?
mientras va tentando la cama para ubicarse, para saber dónde está, quién carajos es. Intenta apaciguar al caballo que le corre a galope en el pecho. Intenta pensar, serenarse. No lo consigue. Una luz entra por la ventana. Una lucecita violenta que se estrella de lleno en su cara. Algo suena. Lejos, menos lejos, cerca. Algo como cucaracha o marcador de béisbol.
- ¿quépasa-quépasa-¡quéseso!?
Lo alcanza a ciegas y sin ver dónde, lo tira, lo deja caer. Sigue sonando.
ti-ti-ti-tit
ti-ti-ti-tit
ti-ti-ti-tit
No sabe levantarse ni sabe si antes lo sabía y lo ha olvidado. No sabe aún su nombre, no sabe si está solo y si ser solo es condición de su naturaleza. No sabe
- nada.
Alguien lo ha matado en un sueño y ahora simplemente ya no es.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 21:02 0 comentarios
La añoranza
Por primera vez en diez años, quiero ir a Torreón.
Me haré a la mar, sola, sucia la cara, sin cambios de ropa.
Surcaré las bolsas de aire y llegaré mareada, hastiada de tanta estrella marina encontrada en lo alto del mar.
De pie, sin titubeos, los labios partidos y el corazón hecho mierda, miraré de frente al desierto, le hablaré al oído, lo insultaré con voz fuerte y me iré a beber un hojasé con él, llorando en el hueco de su hombro, abrazada y tiritando de rabia.
El destierro es desierto y es hambre: sol del desierto que arde.
Buscaré a los poetas que reptan entre las piedras, y me haré hombre con ellos, y cogeremos en la noche tórtolas para desplumarlas, locos todos, y ebrios, fantasmas muertos, no queda nadie, ninguno de ellos, todos se han ido.
Estamos muertos, qué importa, vamos al puente hasta volver a estar vivos.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 06:20 0 comentarios
15 de febrero, 2002
Ay, dichosa adolescencia atormentada,
con su ánimo exaltado y la melena.
Quién fuera tú para sufrirlo todo
otra vez.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 06:12 0 comentarios
jueves, 19 de octubre de 2006
Noche XIX
El desgaste... desgasta las piedras de por sí desgastadas. Y basta.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 20:34 0 comentarios
Escena a 110 km por hora
Trepidante sensación
acelerador, fondo
pienso, jamás escribiré nada que valga la pena, nada que permanezca
y el auto ronronea y sigue y rebaso, izquierda, direccional, un honda blanco atrás de mí
pienso demasiadas cosas juntas y, mientras voy pensando, debería llevar una grabadora, una grabadora siempre prendida que pudiera poner en rec en cualquier momento, porque lo que voy pensando es efímero y fugaz y para cuando llego a la máquina todo se ha ido, se disolvió en el aire, se convirtió en aire,
se hizo nada
de todas maneras no vale la pena conservar ya nada porque el arte y sus reglas y por sus reglas el arte ha cambiado hace ya un tiempo,
y ahora mi vida es arte
con mi muerte, morirá lo que haya hecho, lo que soy, todo
un cuerpo,
un cuerpo incierto, blando, tal vez demasiado blando
tres cuerpos juntos, avanzando con enorme lentitud tortuga
y yo a cientodiez kilómetros por hora, pensando en una escena así, en aceleración constante.
Un cuerpo incierto, como incierto es el destino...
Thurp.
Volar por los aires, salir disparado o estrellarse contra el parabrisas. No hay sangre visible -las bolsas se han roto por dentro y el derrame es mortal, irremediable, adiós-, sólo una multitud azorada con rostros en espasmo, mujeres que gritan alrededor, y sus hijos chillando, y yo conduzco a 110 kilómetros por hora, llego al semáforo, me detengo y digo no, no me limpien el parabrisas, a esos tipos asquerosos con playeras ennegrecidas, no traigo cambio. Verde: lección número uno.
"Thurp": ése debe ser el ruido que hace un cuerpo incierto, blando, tal vez demasiado blando, al estrellarse contra la defensa y luego contra el cofre y el parabrisas de un auto que vuela a 110 por una avenida en zona de hospitales.
Thurp.
Qué vértigo.
Qué vida.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 16:46 0 comentarios
miércoles, 18 de octubre de 2006
martes, 17 de octubre de 2006
lunes, 16 de octubre de 2006
domingo, 15 de octubre de 2006
Noche XXV
Un altero de papeles sin ordenar.
papel
papel doblado
papel con anotaciones a mano
recibo telefónico
estado de cuenta
papel
post-it
Dos alteros de trastes sucios.
uno
de
vasos
y
platos chicos
otro
de
cubiertos
y
tazas
y
platos grandes
Tres alteros de ropa arrugada.
pantalones
pants
jeans de mezclilla
pantalones
playera roja
playera gris
playera blanca
playera El Inquilino
blusa delicada (lavar aparte)
calzón
brassier
calcetín amarillo
calcetín con agujero
tanga (¿de quién?)
calcetín con agujero 2
Cuatro alteros de recados.
recado urgente de tu jefe
recado urgente de la prepa
recado urgente del casero
recado importante de tu mamá
recado importante de Adrián
recado confidencial
recado confidencial
recado privado
recado inclasificable: "...abes? estoy hasta la madre de ti, de tu trabajo, de que siempre sea yo lo último en tu agenda, de que no llames, de tu indif/pip-pip-pip-pip-pip-pip-pip-pip".
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 20:15 0 comentarios
sábado, 14 de octubre de 2006
Noche XXIV: bright side of the moon
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 14:54 2 comentarios
wrong side of the moon
Despiertas y, ¿dónde estás?
Unas piernas de mujer / tus piernas de mujer.
Unos labios de mujer / tus labios de mujer.
Cabello de mujer / tu cabello de mujer.
Realidad reiterada sobre un colchón matrimonial. ¿Dónde estás? ¿Dónde, cómo fue que, con quién?
***
Parpadeas levemente y estás sola.
Parpadeas otra vez:
- holamor
Parpadeas: vacío.
Parpadeas
- tuve pesadillas
Parpadeas: silencio.
***
La luna, las mareas, el mareo, las mujeres. Los ciclos. A partir de ahí, podrías inventar cualquier cosa. La verdad es que te sientes ligeramente incómoda. (El espejo se rompió; las esquirlas se te clavan en el cuerpo.) Giras sobre tu costado y oyes rechinar la madera. Un día nublado en la ventana.
No lloras.
Llueve.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 12:07 0 comentarios
viernes, 13 de octubre de 2006
Noche XXIII
¿Cuándo fue la última vez, Adrián? ¿Cuándo sentiste las ácidas mareas subiendo por tu tórax? ¿Cuándo? ¿Cuándo odiaste? ¡¿Cómo?! ¡Odiar! ¡Odiar con las entrañas cuanto existe, se mueve o es! ¡Cuánto odio!
A veces no puedo dormir. Otras veces finjo que duermo, pero en realidad estoy huyendo. Huyo de mí, fuera de mí, a otra parte. Lejos. Lo más lejos que se pueda. Tan lejos que ya no pueda verme. Y luego caigo, medio desmayado, medio vivo. Siempre prendo un cigarro, por cliché, por costumbre o por gusto. Y escribo. Algunas veces me da por asomarme a la ventana. Entonces suspendo todo pensamiento y ya no juzgo. Ya no me juzgo. Juzgo a los otros, los describo, los ajusto a una oración compacta (sujeto-verbo-predicado), una oración que no se ande por las ramas porque su intención es desnudar a las personas, acribillarlas, mutilar en ellas lo que a mí me duele. Tú muere: tú, joto barrigón; tú, animal iletrado; tú, pasivo injerto social; tú, estólido irresponsable; tú, asesino; tú, violador. Tú. Tú muere. Luego me canso de andar de carnicero, regreso al sofá, abro una coca-cola en lata, a mano el control remoto, un garrafón con agua, mi bote de quiútips. Abro la televisión en cualquier canal, empuño un cotonete y me limpio. Los espacios que hay entre los dedos de los pies. Los oídos: el conducto auditivo externo, casi hasta el tímpano, y detrás del pabellón. La nariz. Los pliegues que se forman en los párpados. El ombligo. Los pliegues que se forman en el escroto, debajo de mis testículos, alrededor de mi pene. Mi ano. Ocho quiútips en total, que arrojo a la basura uno por uno. Limpiarme me da la sensación de estar limpio. Lo cual es sólo una sensación. Nunca estaré limpio. Nunca.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 20:00 0 comentarios
jueves, 12 de octubre de 2006
Noche XXII
El eterno retorno: la gripa.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 22:23 0 comentarios
... por favor, permanezca
- en la línea... su llamada está siendo atendida... por favor, permanezca...
¿Llegará el día en que nos habremos quejado lo suficiente de la telefonización de la atención al cliente que, además de resultar en una cacofonía, nunca satisface a nadie, ni a quien está del lado real de la línea telefónica -a quien de ahora en adelante llamaremos "EL CLIENTE"- ni a quienes brindan el "servicio" (estas comillas son sólo un pequeño sarcasmo)? Nos quejamos con la voz que nos atiende -a quien de ahora en adelante llamaremos "LA OPERADORA", así se trate de un hombre-, que expone las razones de la compañía. Ésta, la compañía, es siempre etérea, incorpórea, impersonal. Dios. Lo peor viene cuando esa señora que se estaba pintando las uñas un minuto antes, plácidamente sentada frente a un viejísimo escritorio de triplay forrado en imitación caoba, se nos pone al brinco. Nos pide, entonces, que volvamos a marcar al número que digitamos cinco -diez, quince- minutos antes, y que volvamos a escuchar el interminable y siempre incompleto menú, donde jamás aparecerá la opción que buscamos. Si queremos cancelar la contratación de un servicio -que, por otra parte, nos fue enjaretado sin preguntarnos-, ¿qué opción elegimos? Haga sus quinielas:
a) Contratar servicio
b) Servicio al cliente
c) Reportes sobre su cuenta
No importa que "EL CLIENTE" haya estudiado un doctorado en Berlín, que haya tomado cursos y desayunado en el IPADE. Esto o nada, lo mismo da: la operación vía telefónica no puede resultar bien. Es peor que una cita a ciegas, y me atrevería a decir que incluso visitar al proctólogo puede ser más placentero que la tortícolis segura que tendremos después de media hora de espera con un teléfono entre el cuello y el hombro (ok, ok, no tanto). A menos que, claro, uno tenga la suerte de agarrar a Clodomira Téllez, Gustavo Andrade -o como quiera que se llame "LA OPERADORA"- de buenas. Lo malo es que "LA OPERADORA", por definición, es una persona que jamás está de buenas. ¿Cómo podría estarlo, con esas condiciones de trabajo? Servir a un cliente que jamás va a pedir lo que ella puede hacer.
Al fin lo tengo: número de cancelación, 50241212. Sólo me tomó... quince minutos.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 11:57 1 comentarios
miércoles, 11 de octubre de 2006
Descubrimiento
En un descuido, vine a parar con una escritora. No confundir, por favor, con esas personas que dicen escribir y abren un blogcito para desfogar sus ínfulas literarias, ni reducir la magnitud del hallazgo suponiendo que es una entre tantas. No, no. Ella es una escritora, sí, ella es dueña de las palabras. ¿Cómo decirlo? Las tiene asidas por el rabo, las pone a girar como locas sobre su cabecita migrañosa, les da la vuelta, las avienta al cielo para que se empapen de cúmulonimbos, las adereza con joyas, las pervierte y redime con un gesto, se acuesta sobre ellas, les hace el amor y, al final, las deja caer como un cuento, entre sábanas sucias de un hotel de paso, o esculpidas en mármol, o revueltas con ensalada. Yo, que soy leo y leo, que me enamoro de las palabras de otros, me perdí entre dos renglones suyos y me zambullí en el punto de enmedio. Y ahí quedéme, perdida por siempre.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 10:03 3 comentarios
Post-intempestivo
Día despejado. 7:20 de la mañana.
Así, callada, tranquila. Tus ojos cerrados, tu boca, tu piel. Toda tu piel me hace falta, toda. Eres perfecta así, y también luego, y antes. Pero sobre todo tus ojos, tus ojos. Lo primero de ti son tus ojos quedos cuando ves a media luz, tus ojos gritones, el café tostado de tus ojos. Y tus olores, tus escandalosos olores por el cuello, la espalda, las corvas, los pechos. Olerte es saborearte. Comerte. A bocados pequeñitos, meterte en mí. Tenerte dentro. Llevarte conmigo. Te huelo y eres mía.
Se cierra la puerta y el cuarto vuelve a quedar a oscuras. Romina se pasea por el borde de la ventana, y no maúlla por no despertarla.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 07:59 1 comentarios
martes, 10 de octubre de 2006
Noche veinte
Los personajes de este blog no hemos dormido últimamente y, por lo tanto, estamos alterados. Y tomamos red bull. Y nos alteramos aún más. Y pensamos en el vacío, en la atracción por el vacío, gritamos y damos pataletas al aire. Como niños que retozan sobre la hierba, sólo que veinte años mayores: un tanto más ridículos resultan los movimientos, aunque la proporción de las extremidades es más armónica (los bebés siempre me han parecido deformes, no offense).
La noche se ahonda y me traga. Adiós.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 19:09 0 comentarios
domingo, 8 de octubre de 2006
Noche XVIII
Tengo sed. Voy por un litro de agua. Regreso. Deambulo un poco por la habitación. Veo unos papeles. Los acomodo. Mi adoración por el orden es absoluta, y sólo se arredra cuando se trata de ordenar mis propios pensamientos. Si fueran un papel... si estuvieran escritos, dibujados, convertidos en mapa o esculpidos de algún modo. Pero no, son ideas, vagas ideas acerca de algo que no puedo escribir, no puedo, no, ¿cómo escribir...? Me asomo a la ventana y miro. Lanzo la mirada hacia afuera, y no cae por el hueco del edificio, sino que vuela y llega, sin pestañear, hasta la ventana de enfrente. Si tuviera manos, abriría esas persianas. Si tuviera manos... Pero no las tiene, no. Sólo se estrella ahí, y regresa a mí, a verme a mí por dentro, a revisarme la cabeza desordenada y sucia. Polvorienta cabeza mía, no hay plumero para sacudirte. Un cigarro más. El último. Sólo uno más y ya está, a terminar el texto en media hora. Menos, veinte minutos, o...
pzit
...
fffff
... no terminaré nunca. Me falta agua. Me estoy secando. Se me secan los pensamientos. Agua, porfavor, un poco de agua para este miserable. Nueve horas sin descanso. Mi cuerpo clama, mi mente pesa del lado izquierdo. La razón teórica, la lógica esquemática, el duro y frío racionalismo cartesiano. El occidente de mi cabeza se queja. Está harto. Quiere salir por piernas. Huir.
grmiou
muauu
rrrmiau
Un gato. ¿Qué carajos hace un gato o cómo fue que, de dónde llegó hasta la ventana? Hasta mi ventana. Bschito, bschito. No, no hay lugar aquí para ti.
muiau
No, vete. Oquei, no. Entra, pues, si tantas ganas tienes. Entra, que no hay nada que te vaya a gustar. Date una vuelta, anda, olisquea por ahí, afílate las uñas, desgarra mis papeles, rompe mi maldito orden. O... eso, sí, échate a dormir en mi cama. ¿Te gusta? Es tuya. No creo llegar hasta allá esta noche. Be my guest.
¿Qué carajo le pasa a Adrián? ¿Qué o quién lo trae así? Me niego a hacerme responsable por personajes que no entiendo.
Por cierto, en el edificio de enfrente, Pojmanski y su mujer discuten acaloradamente. Ya van más de diez veces que alguna de las dos hace girar la piedra rugosa del encendedor rojo para enseguida presionar la palanca del gas y así producir una llama con la cuál darle luz a un cigarro. ¡Cómo fuma la gente cuando se enoja! No, perdón: ¡cómo fuma la gente que fuma cuando se enoja!
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 21:23 0 comentarios
Sobre "Noche XV"
Cuando las decenas de personas que enviaron sus condolencias a la familia del supuesto esgrimista occiso supieron, por medio del mismo periódico que publicó sus obituarios, que no había muerto, enviaron -todas ellas, aunque cada una por su parte- nuevas misivas para ser incluidas en la edición dominical del diario. Después de todo, no era difícil creer que Lorenzo (Rubén Lorenzo) hubiera muerto en una clase, según lo contó una de sus amigas: quienes lo conocían de cerca le apodaban el Timothy Treadwell de la esgrima mexicana, dada su sabida y suicida costumbre de competir sin careta. Qué bueno que sigue con vida, o que la vida sigue con él.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 11:30 0 comentarios
sábado, 7 de octubre de 2006
Noche XVII
Una mujer -el cabello suelto como bufanda, negra, espesa- mueve su muñeca como aprendió a hacerlo en sus clases de piano. Dedos ágiles, dedos libélulas. Dedos de novia. Presiona, libera, presiona, libera. Sus ojos puestos en la partitura.
- ... qué te gusta, dime...
Presiona, presiona, presiona. El instrumento se afina.
- ... a mí lo que me gusta es...
Libera, presiona. Aria para una contralto.
- ... y que me beses...
Presiona, presiona, libera.
- ... así... sí... sí...
Presiona-libera: staccato. Diez compases más para el finalle. Notas arpegiadas. Dobles corcheas. Silencio de un compás. A en sordina. Otro silencio. Presiona, presiona. Último acorde, arriba, in crescendo. Y se acabó. Aplausos: una bien merecida ovación de tres minutos: besos, abrazos, humores, sudores.
hace un silencio abisal esta noche
pschit... ffff...
me iré a dormir
Se apaga la luz del cuarto. En el edificio de enfrente, Adrián recuesta la cabeza sobre el cojín del sillón y cae rendido. El cigarro se consume ceremoniosamente en el cenicero, hasta que por fin se apaga. Noche cerrada.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 23:40 2 comentarios
Cuarta intempestiva
Podría ser Romina. Podría ser yo.
Podría ser Pojmanski con Romina.
Podría ser yo, convertida en Romina,
en los brazos de Pojmanski.
O podría ser la hija de Cartier-Bresson,
también, en una de ésas.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 10:15 0 comentarios
viernes, 6 de octubre de 2006
Noche XVI
... y cenar, y dormir. Abrir los ojos. Despertar.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 23:17 0 comentarios
jueves, 5 de octubre de 2006
Noche XV
En los periódicos, los obituarios olvidan el nombre de Mert pero repiten en cada página la muerte de un esgrimista.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 20:26 0 comentarios
Noche catorce
... y si Ruy Sánchez hubiera estado anoche, viendo a través de la cerradura, olisqueando el aire desde fuera, tendríamos más nombres en el aire, más labios del agua, y los jardines de Mogador serían juego de niños junto a los nuestros. Pero no, ni él ni nadie supo nada. Fue la reconciliación del sol con la luna.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 02:10 0 comentarios
miércoles, 4 de octubre de 2006
Tercera intempestiva
Henry & June
Director: Philip Kaufman
País: EU
Año: 1990
Intérpretes: Uma Thurman como June, Maria de Medeiros como Anaïs Nin.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 09:23 1 comentarios
martes, 3 de octubre de 2006
Noche trece
Los cuerpos, separados, se vuelven a unir. La noche reposa. Las mentes, inquietas, sufren pesadillas. No importa: por la mañana te besaré en la mejilla. Luego me iré.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 23:57 0 comentarios
Segunda intempestiva
- Sácate a la fregada.
- Me saco a la fregada.
- Mjm, bai.
Pip-pip-pip-pip. Click.
Oquei, oquei, entonces no. Nadie más. Sólo eso: el cervantino. Cervantes, muerto, me quita a mi mujer. Mi mujer, viva, se ofrece como víctima propiciatoria en el altar de los espectáculos otoñales de Guanajuato. Y yo, yo me saco a la fregada.
El camión, levantando una enorme nube de polvo, se aleja por la carretera. Volverá el veintidós, el veintitrés o veinticuatro de octubre. Volverá el veintitrés. Seguimos en cuarentena. Y no, Ascatazuna no tenía razón. Cómo iba a tenerla, pordiós, si es una actriz italiana, bien fashion.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 12:09 0 comentarios
Intempestiva matutina
¿Se fue? ¿Me fui yo? ¿Alguien me puede explicar qué pasa conmigo? ¿En qué novela donde yo sea un personaje, bien sea secundario o simple comparsa, se cuenta la verdad sobre mí?
La alcancé en la parada que está junto al hospital, cuando el autobús estaba a dos minutos de arrancar. El auto volaba por la avenida, a más de ochenta kilómetrosporhora. Me gusta hacer ese tipo de cosas: rechinar llantas, hacer berrinche que implique riesgo, en una de ésas morir. Dejé el auto prendido, y en la radio sonando una canción de Andrés Calamaro. Me parece que era, ya saben, la que descubrí hace unos cinco años en circunstancias aún más desgarradoras. Todavía una canción de amor. Las llaves quedaron colgando en la ranura del encendido mientras yo, de golpe, abrí la puerta, me bajé. Tzaz. La azoté a mis espaldas y no sé realmente cómo transliterar el ruido. Intenté atender a ese detalle, pero Uncometa se estaba yendo. Caminé, primero como quien tiene todo el tiempo del mundo, luego trotando apenas, un trote ligero y con estilo -es mi película, pensé-, y finalmente corriendo. "¿Le grito o me pongo a su lado hasta que me sienta?". Los bufidos de mi mala condición física se me anticiparon, y me oyó cinco metros antes de que le rozara el hombro con una mano.
- Siento que te estoy quitando el tiempo.
Pero, bueh... ¿quién se ha creído que soy? ¿Una incapaz que no puede decidir con quién quiere estar? ¿Alguien sin voluntad? ¿Un bruto?
- Tomemos un break.
Llego a este punto de la narración a trompicones, sin saber exactamente quién dijo qué o cuáles fueron las palabras que Pojmanski me espetaba, unas con rabia, otras discretas. Para mis adentros, en secreto, muy en secreto, mi mente de actriz registraba las intenciones. Esto no lo digo casi nunca. Es como cuando Capote confesaba a sus amigos que los había convertido en literatura. Es inmoral. Y sin embargo, necesario. No, necesario no. Inevitable. Pero, bien, vuelvo. Apenas llego a este punto de la narración cuando Ascatazuna, la impertinentemente atormentada actriz italiana, abre la boca y me lanza una de esas miradas que podríamos llamar "¿eres-pendeja-o-te-haces?".
- Quiere salir con alguien más. Para eso son los breaks.
El ventrílocuo, un larguirucho con barba de candado, chistoso hasta las lágrimas, mueve la cabeza de arriba a abajo. Sí, también. Él lo cree. Él mismo ha pedido un break recién ahora. Para eso. Vaya. Qué estúpida que fui. Lo vi venir. Y todo por no saber quién carajos es Anaïs Nin.
Y entonces me encierro en un caparazón de nopasanada, acelero a cientodiez, abro la ventanilla y raspo la palma de mi mano contra la corriente de aire, cantando canciones de Muse que me hagan sentir menos mierda:
Starlight
I will be chasing your starlight
Until the end of my life
I dont know if it’s worth it anymore
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 09:51 1 comentarios
lunes, 2 de octubre de 2006
Noche doce
... el amor es igual que un imperdible
perdido en la solapa del azar...
La voz de Calamaro, de adolescente desbocado, suena en un auto viejo estacionado afuera de la ventana de la habitación número 5. Ahí cerca, una pareja discute acaloradamente. El calor evapora los charcos que dejó la llovizna nocturna. Bochorno. Una de las mujeres abraza a la otra. Las mejillas de esta última se cubren con lágrimas.
... que te sigo debiendo todavía
una canción de amor...
A través de la cortina desgastada, la enfermera observa toda la escena, mordiéndose las uñas. Nunca en su vida había visto algo semejante, y por eso se detiene un instante más. La mujer que llora viste unos pantalones deportivos y una ajustada blusa blanca, sin mangas. Es linda, mucho. Incluso a la distancia destacan sus enormes ojos negros, sus cejas. "Ay pobrecita" -murmura la enfermera-, "¿qué le habrán hecho?", mientras con los dientes se arranca un padrastro del dedo anular. Ahora la otra mujer, que viste jeans y playera amplia, le da un pequeño beso ¡en los labios! a la que lloraba. La de los ojos negros da la vuelta, nuevamente se cambia el bolso de lado -cosa que ha hecho ya en tres ocasiones-, y camina hasta el final del estacionamiento, donde un autobús la espera ronroneando. Sube sin voltear atrás. La otra se ha quedado varada a unos tres pasos del auto.
... vivir sin ti es dormir en la estación...
Mert, por supuesto, agoniza a espaldas de la enfermera. En el umbral de su conciencia, unos lentes oscuros bajo una tupida melena le hacen señas. La punta encendida de un cigarro, el humo. Lo llaman por su nombre. "¿Jesús?" -se pregunta, idiotizado por los medicamentos-, "¿eres tú?".
... que te sigo debiendo tooodavía
una canción de amoooor...
La imagen que la enfermera observa desde la ventana se ha congelado, ni una hoja se mueve. Un sonido sordo. El camión avanza, y los destellos de sol que se reflejan en los cristales entran sin permiso a la habitación. Como electroshocks, despiertan y vuelven en sí a la enfermera que, succionando las gotas de sangre que salpican los bordes de la uña de su anular derecho, gira sobre su eje. Desde hace un par de segundos el corazón de Mert también está congelado.
Tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiit.
... todavía
una canción de amor
todavía
una canción de amor
todavía...
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 21:39 0 comentarios
domingo, 1 de octubre de 2006
Noche once
Y bien... tenía que ser así. Esta vez no llegó ningún hombre bienvestido, nadie colgó su sombrero en el perchero, no quedaron frases pomposas retumbando en estos mis oídos. Sólo que de pronto, una mañana, abrí los ojos, primero despacio, despacito para ir asimilando el golpe de realidad, y después más, mucho más, como ojos de venado asustado que husmea con, vaya, con los ojos. Frente a mí, un hueco. Detrás de mí, el suelo de madera, ése, el que rechina con los pasos. Claro que yo, por la costumbre, estaba al borde de la cama, del lado derecho -aunque esto, claro, sólo lo hubiera sabido yo: ella... bueno, ella hubiera dicho "s...ajá, del lado que tú digas". Da lo mismo. Todos somos disléxicos para el universo, que no tiene izquierdas ni derechas, buenos ni malos, arribas o abajos (farewell a la moral decimonónica). Lo único que existe es lo que ven mis ojos ahora: el vacío. Y lo que traigo en las entrañas: dolor confundido con náuseas. Me he convertido, a fuerza de madrazos, en una empirista británica anclada en costas mejicanas.
Por un mecanismo de defensa estúpido, o todo lo contrario, y una vez que mis ojos registraron y mi cerebro invirtió e interpretó la imagen -"estás sola", me gritó desde dentro, el muy soberbio, el grisáceo contenido que comanda lo que soy desde el cómodo aposento de mi inofensivo cráneo-, giré sobre mi hombro y caíme de la cama. Rodé unos cuantos metros diciendo el típico parlamento que va acorde con la acción: auch, carajamadre, idió, siserependé and such. Me levanté, recogí mi dignidad, la sacudí y la tendí sobre las sábanas. Me asomé a la ventana. El mar. Sobándome la cabeza, caminé hacia la puerta, la abrí con tiento y -ahora imaginen esto desde una cámara situada en el pasillo- deslicé mi despeinada testa por la rendija. Plano: mi alargada crisma que se asoma, como un muppet, buscando algo. Contra-plano: la nada. Vuelta al plano original: bajo la vista, reparo en la manija y veo el discreto e inútil letrerito colgando, mofándose abiertamente de mí con sus letras bien grandotas:
Still
Do not disturb
epidemia: peligro de contagio
Pero una nueva leyenda, reciente como mi asombro, aparecía impresa con la fina caligrafía de una mujer hermosa (la letra, señoritas, lo es todo):
nos vemos el 24 de octubre
Veinticuatro de octubre /
putasmadres /
falta mucho /
qué se supone que yo haga mientras tanto /
por qué se va /
a dónde /
con quién /
será que... /
Cabizbaja y meditabunda, entréme nuevamente, encerréme. Cavilando, sí. Devanándome los sesos, también. Y todos los sinónimos y expresiones similares que su mente -la de ustedes- pueda elaborar, sí. ¿Qué pa...?, o bueh... ¿qu'híce io?... Etcétera. Los problemas de dicción que padezco en casos límite son fascinantes. Pero no tiene caso compendiarlos, no, si no está ella para traducirlos a grafías. No. Qué caso tiene, me repito. Qué caso tiene.
Hice rechinar la madera del piso reptando de regreso hasta la cama. Mi diestra -con la que escribo, Pojmanski, ésa- asió mi dignidad, la cual reposaba augustamente sobre la maculada sábana ya-no-tan-blanca. La zarandeé con rabia, la vapuleé con fuerza y finalmente la azoté contra el piso. Qué caso tiene... Mi dignidad comprendió que lo más conveniente era largarse, y lo hizo. Empacó rápido sus cosas -¿qué cosas, me preguntaba, podía tener la dignidad?, pero esto fue antes de que la mía se largara-, se puso frente a mis ojos que para estas horas ya eran géisers, y con voz muy grave, dijo:
- Chau chau.
Y -ella también- abrió la puerta sin hacer ruido: se fue.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 21:27 0 comentarios