lunes, 2 de octubre de 2006

Noche doce

... el amor es igual que un imperdible
perdido en la solapa del azar...


La voz de Calamaro, de adolescente desbocado, suena en un auto viejo estacionado afuera de la ventana de la habitación número 5. Ahí cerca, una pareja discute acaloradamente. El calor evapora los charcos que dejó la llovizna nocturna. Bochorno. Una de las mujeres abraza a la otra. Las mejillas de esta última se cubren con lágrimas.

... que te sigo debiendo todavía
una canción de amor...


A través de la cortina desgastada, la enfermera observa toda la escena, mordiéndose las uñas. Nunca en su vida había visto algo semejante, y por eso se detiene un instante más. La mujer que llora viste unos pantalones deportivos y una ajustada blusa blanca, sin mangas. Es linda, mucho. Incluso a la distancia destacan sus enormes ojos negros, sus cejas. "Ay pobrecita" -murmura la enfermera-, "¿qué le habrán hecho?", mientras con los dientes se arranca un padrastro del dedo anular. Ahora la otra mujer, que viste jeans y playera amplia, le da un pequeño beso ¡en los labios! a la que lloraba. La de los ojos negros da la vuelta, nuevamente se cambia el bolso de lado -cosa que ha hecho ya en tres ocasiones-, y camina hasta el final del estacionamiento, donde un autobús la espera ronroneando. Sube sin voltear atrás. La otra se ha quedado varada a unos tres pasos del auto.

... vivir sin ti es dormir en la estación...

Mert, por supuesto, agoniza a espaldas de la enfermera. En el umbral de su conciencia, unos lentes oscuros bajo una tupida melena le hacen señas. La punta encendida de un cigarro, el humo. Lo llaman por su nombre. "¿Jesús?" -se pregunta, idiotizado por los medicamentos-, "¿eres tú?".

... que te sigo debiendo tooodavía
una canción de amoooor...


La imagen que la enfermera observa desde la ventana se ha congelado, ni una hoja se mueve. Un sonido sordo. El camión avanza, y los destellos de sol que se reflejan en los cristales entran sin permiso a la habitación. Como electroshocks, despiertan y vuelven en sí a la enfermera que, succionando las gotas de sangre que salpican los bordes de la uña de su anular derecho, gira sobre su eje. Desde hace un par de segundos el corazón de Mert también está congelado.

Tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiit.

... todavía
una canción de amor
todavía
una canción de amor
todavía...

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