Busco una casa. Salgo a caminar por las calles relamidas por un sol de otoño, y busco una casa. Vieja pero bien conservada. Amplia. Con jardines y árboles y enredaderas y muchas ventanas. Con balcones para tomar el fresco. Con cuartos para la gente del servicio. Con mucha gente viviendo bajo un mismo techo. Gente para platicar, para tomar una bebida a media tarde. Gente que toque el piano o que cante una canción. Gente que me deje en paz toda la tarde, metido en un cuarto, aherrojado, escribiendo en páginas que terminarán en la chimenea de esa casa que busco hoy, cuando el sol de otoño lame las calles y los rostros de las personas. Y mientras tanto tú, tus ojos, el agua de tus ojos, todo vuelve a mí como en oleadas. Busco una casa para vivir contigo.
Adrián alarga la mano derecha, y la cierra, como tocando algo. Y no hay nada, sólo el aire que lo envuelve, tibio. Para él, para su deseo y sus ganas, va una mano dentro de la suya. Una mano pequeñita y blanca. Una voz de astromelias le regala un silencio, y él sonríe, como si alguien acabara de decirle 'te amo' o algo así. La verdad es que va solo, caminando por la calle. Solo y feliz, porque no va tan así, tan solo.
domingo, 29 de octubre de 2006
Noche 39
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 22:10
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