Las cuentas regresivas siempre me han resultado un tanto estúpidas, pueriles. La gente coreando, a voz en cuello. La emoción saliendo como chispas por los ojos llorosos. Los rituales consabidos. La cuarentena se acaba pronto, es cierto, pero no veo la razón por la cual haya de emocionarme. El círculo no es perfecto, y cada vez que pensamos que algo termina, no termina de veras. Saldremos de esta enfermedad, es posible. Sin embargo, las secuelas se quedarán en nosotros, y andaremos por ahí medio muertos, medio vivos, esperando un amanecer eterno que no existe. Lo que más se le asemeja es el cuerpo de una mujer, los senos sonrientes de Uncometa. Y ella, temprano por la mañana, se habrá ido diez días. Entonces comenzará una nueva cuenta regresiva...
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