viernes, 20 de octubre de 2006

La añoranza

Por primera vez en diez años, quiero ir a Torreón.

Me haré a la mar, sola, sucia la cara, sin cambios de ropa.

Surcaré las bolsas de aire y llegaré mareada, hastiada de tanta estrella marina encontrada en lo alto del mar.

De pie, sin titubeos, los labios partidos y el corazón hecho mierda, miraré de frente al desierto, le hablaré al oído, lo insultaré con voz fuerte y me iré a beber un hojasé con él, llorando en el hueco de su hombro, abrazada y tiritando de rabia.

El destierro es desierto y es hambre: sol del desierto que arde.

Buscaré a los poetas que reptan entre las piedras, y me haré hombre con ellos, y cogeremos en la noche tórtolas para desplumarlas, locos todos, y ebrios, fantasmas muertos, no queda nadie, ninguno de ellos, todos se han ido.

Estamos muertos, qué importa, vamos al puente hasta volver a estar vivos.

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