Tengo sed. Voy por un litro de agua. Regreso. Deambulo un poco por la habitación. Veo unos papeles. Los acomodo. Mi adoración por el orden es absoluta, y sólo se arredra cuando se trata de ordenar mis propios pensamientos. Si fueran un papel... si estuvieran escritos, dibujados, convertidos en mapa o esculpidos de algún modo. Pero no, son ideas, vagas ideas acerca de algo que no puedo escribir, no puedo, no, ¿cómo escribir...? Me asomo a la ventana y miro. Lanzo la mirada hacia afuera, y no cae por el hueco del edificio, sino que vuela y llega, sin pestañear, hasta la ventana de enfrente. Si tuviera manos, abriría esas persianas. Si tuviera manos... Pero no las tiene, no. Sólo se estrella ahí, y regresa a mí, a verme a mí por dentro, a revisarme la cabeza desordenada y sucia. Polvorienta cabeza mía, no hay plumero para sacudirte. Un cigarro más. El último. Sólo uno más y ya está, a terminar el texto en media hora. Menos, veinte minutos, o...
pzit
...
fffff
... no terminaré nunca. Me falta agua. Me estoy secando. Se me secan los pensamientos. Agua, porfavor, un poco de agua para este miserable. Nueve horas sin descanso. Mi cuerpo clama, mi mente pesa del lado izquierdo. La razón teórica, la lógica esquemática, el duro y frío racionalismo cartesiano. El occidente de mi cabeza se queja. Está harto. Quiere salir por piernas. Huir.
grmiou
muauu
rrrmiau
Un gato. ¿Qué carajos hace un gato o cómo fue que, de dónde llegó hasta la ventana? Hasta mi ventana. Bschito, bschito. No, no hay lugar aquí para ti.
muiau
No, vete. Oquei, no. Entra, pues, si tantas ganas tienes. Entra, que no hay nada que te vaya a gustar. Date una vuelta, anda, olisquea por ahí, afílate las uñas, desgarra mis papeles, rompe mi maldito orden. O... eso, sí, échate a dormir en mi cama. ¿Te gusta? Es tuya. No creo llegar hasta allá esta noche. Be my guest.
¿Qué carajo le pasa a Adrián? ¿Qué o quién lo trae así? Me niego a hacerme responsable por personajes que no entiendo.
Por cierto, en el edificio de enfrente, Pojmanski y su mujer discuten acaloradamente. Ya van más de diez veces que alguna de las dos hace girar la piedra rugosa del encendedor rojo para enseguida presionar la palanca del gas y así producir una llama con la cuál darle luz a un cigarro. ¡Cómo fuma la gente cuando se enoja! No, perdón: ¡cómo fuma la gente que fuma cuando se enoja!
domingo, 8 de octubre de 2006
Noche XVIII
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 21:23
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