Estaba sumido en su catatónico surmenage cuando, despacito despacito, pisando de puntitas, sin peso, Romina se trepó sobre su pecho. Se puso a ronronear "las mañanitas". ¿Cómo sabía de su cumpleaños un simple gato? Un vientecito frío pero agradable se coló por la ventana abierta. La noche dejó caer sus patas de elefante, aplastando de golpe todo sonido. Y en la pesadez de esa oscura atmósfera, un puñado de agua se hizo cuerpo.
Un brazo tibio se metió por la fisura que la mezclilla dejaba a la vista, hurgó los pliegues, encontró el badajo de la campana y llamó a misa de maitines. Ésta se celebró con la parsimonia de las grandes fiestas. Primero ella, desnudándole a él, peleando contra un cuerpo abandonado, queriendo que el pantalón simplemente se esfumara y no que tuviera que arrastrarlo, tallarlo, jalarlo piernas abajo con tamaña dificultad. Luego él, entreabriendo los ojos, sin saber si dormía o estaba despierto, recordando a Descartes y olvidándose de él en un segundo, sintiendo la sangre aglutinada en la parte baja de su abdomen. Una boca con olor a miel en la colmena, zumbando también como abejas en panal, le clavó el aguijón de su lengua en el cuello, y fue subiendo, recorriendo kilómetros de piel en sólo dos instantes y medio. Llegó a la boca -fría de tanta respiración entrecortada y ansiosa-, se tiró un clavado y nadó profundo. Salió a respirar, y por las comisuras de los ojos tomó un descanso.
Las bocas dialogaban mientras un par de turgentes labios color cereza y bien aceitados comenzaron a devorar un camaleón con vocación de buzo, un pez resbaloso, un cíclope que con sólo un ojo se abría camino por los túneles de una caverna rugosa. Ella, movida por un furor animal, sujetándose de su toro por los pelos que le cubrían el pecho, o de sus brazos fuertes, daba picotazos ocasionales sobre la superficie de un rostro impávido. Galopó y galopó hasta que su caballo dio un relincho bien fuerte, lanzándola a ella por los aires, ingrávida. Un par de horas después, yo aparecí en el mundo, calladito calladito.
martes, 24 de octubre de 2006
Noche 34
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 20:06
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