Canta Morrison, 'this is the end, my only friend, the end'. Este blog se termina y hasta aquí llega. Estoy harta de él, de lo que he puesto en él, de lo que me recuerda, de las razones por las cuales lo escribí y demás. No, corrijo: no me harta eso. Me duele. Sí, señores, tengo sentimientos. Vaya, ni yo creía que los tuviera, pero ahora que duelen, sé que existen. Las cosas se hacen notar cuando duelen, y eso pasó con mis mentados sentimientos. Bien, pues... nada. Adiós.
domingo, 26 de noviembre de 2006
sábado, 25 de noviembre de 2006
Malinalco
Hoy me levanté muy apenas, con arena en los ojos, con una mujer que musitaba palabras a mi lado, que me agarraba las piernas con sus piernas -que son las orillas donde me sostengo para no caer- y me veía. Y al fin, sin querer abandonar esa zona minúscula de felicidad efímera, que se me escapaba y se me escurría entre los dedos como oro líquido, me levanté de la cama, tomé su cara entre mis manos y le dije 'teamo', con una inflexión de verdad que puedo reconocer en mi voz. Nunca en dos ojos puse tanto amor.
Antes hacía apuestas sobre el futuro. Me imaginaba haciendo algo, viviendo con alguien. Porque lo deseaba. Mis deseos se quedaron siempre incumplidos. Esta vez, no quiero imaginar. En este presente que me asalta en Malinalco, en una enorme casona como la que querría tener con ella, ni siquiera puedo pensar. Hay ruido alrededor, dos gatos a blanco y negro en el jardín, y un juego de billar sobre fieltro rosa. No, pensar ya no. El dolor es demasiado como para, además, ponerme a pensar.
Y basta.
Mateo 25, 14-30
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martes, 21 de noviembre de 2006
Morir
Dulce deseo en días de cierre.
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Mi torpeza habitual
Iba caminando por la entrada de mi casa cuando de pronto, crrishhh, que se cae el jarrón de porcelana china que me heredó la abuela. No me asustó el sonido, sino la idea de imaginar los ojos de mi abuela, furiosa, intentando pegar una por una las astillas en que se había convertido su jarrón. Me quedé helada, y sólo recuperé el color del rostro cuando recordé que mi abuela murió hace ya diez o doce años. Un Avemaría y todo quedó listo. Pasé por encima de la porcelana, oyendo el delicioso crujir de las piezas bajo mis pies.
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lunes, 20 de noviembre de 2006
Sobre preferencias
Antes no estabas tú. Era yo un soliloquio deambulante, una ideática, maniática, un maquech* dando vueltas en la cocina, sin saber que era tal, desconociendo por completo qué era, por cierto, un maquech. Leía, a veces, libros sin ton ni son, revistas al azar, cosas que caían en mis manos, poco, a veces más, a veces nada. Escribía, también, de vez en cuando, en la computadora, en los miles de cuadernos que he ido comprando porque me fascinan los cuadernos y que siempre guardo en blanco durante años porque nunca tengo nada suficientemente bueno que escribir. Un día, un poema. Otro, historias inconclusas (siempre inconclusas para ser mías). Otro más, frases huecas, diálogos equivocados, ideas para esto, ideas para estotro. Ideas. Bocetos. Escribía.
De pronto, eres tú. Leo poco, escribo menos, me distraigo, te llamo, no encuentro las palabras, y cuando las encuentro ya no me sirven, ya no es eso lo que yo iba a decir, ya no importa. Estás tú. En una postal que nunca me enviaste de Madrid, cuando no me conocías ni yo a ti. Estás tú, sentadita en la cama, viéndome fijo, fijo, sin perder detalle, con los ojos cansados de tanto llorar, de tanto estar teniendo miedo, de tanto buscar y buscar. Estás tú.
Tú.
Y pienso que, si tuviera una balanza, y te pusiera en un lado y en el otro lo que había antes de que fueras tú, y si fuera mi gusto quien eligiera, estoy segura que te preferiría a ti. Mil veces tú antes que todo. Si a preferencias nos vamos, yo quiero vivir iletrada a tu lado, antes que disecarme con letras sin ti. Y -diría Girondo- en esto soy irreductible.
*Vid infra.
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Diccionario de mexicanismos
makech o ma'kech o maquech.
(Del maya macech.)
m. Escarabajo sin alas que se pone, vivo, atado de una cadenita, sobre la ropa como si fuera un broche o prendedor de adorno.
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domingo, 19 de noviembre de 2006
Chicle bomba
- ¿Me ves?
- Te veo.
- ¿Qué ves cuando me ves?
- Veo los reflejos amarillos en tu piel.
- ¿Qué más?
- Veo tus ojos, más grandes que todos los ojos del mundo.
- ¿Te gusta?
- ¿Lo que veo?
- Mjú.
- Me gusta.
- Ash. Di algo más.
- Prefiero el silencio.
- ...
- Así. ¿Lo ves?
- Mjú.
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lunes, 13 de noviembre de 2006
La palabra es cataclismo.
Cataclismo era la palabra. La mujer era un cataclismo, una explosión natural y necesaria, de enormes dimensiones. Un exceso de vida para estos tiempos mediocres. Un insulto flagrante a la posmodernidad y, aun así, su más cumplida profecía. La excepción de la regla, espíritu anacrónico, una provocación frontal y directa, una perfección residual, lo inexplicable, lo irracional pero armónico, un imán, el amuleto o souvenir que nos compraron en el Olimpo. Demasiada naturaleza encerrada en un cuerpo de cientosesentaypocos centímetros. Violenta, agresiva, fuerte. Arrogante. Desbocada. Brutal, erótica, fértil. Lunar, volcánica, telúrica. Implacable, mortal, felina, animal, mutable. Inaprehensible. Inestable. Fluvial y danzante. Seductora. Punzocortante. A galope: sus axilas, su cuello, su boca, sus muslos, sus ojos destilan deseo: no el suyo: el mío. Su nuca está fría. Su ropa, mojada. Sus piernas cabalgan sobre la música, bajan y suben, se doblan, se estiran, regresan, me atrapan, me sueltan, me llaman, me ignoran. A galope: senos que adivino bajo la tela, perlados de sudor. Ella se enciende y, como la zarza ardiente, ella se prende en mil colores y nunca se acaba de consumir. Ella baila y yo la observo. Me recargo en un muro trepidante y yo tiemblo. La observo, ella baila. Torbellino, tornado, volcán, maremoto, huracán: fenómeno natural en desbandada, rompimiento del orden, palmeras torcidas, nubes oscuras, tórridos vientos y casas arrancadas de los cerros. La furia. La rabia. La vida-slash-la muerte. La mujer que estaba parada frente a mí era una posibilidad azarosa, un imposible fáctico, una buena idea seguramente irrealizable. Pero yo la estaba viendo. Ocasionalmente, también, yo la estaba tocando. Durante un par de segundos, sí, yo la estaba abrazando: defenderla, pensaba, hay que defenderla de todo. De los otros, del volar de una mosca, de ella misma. Sobre todo de ella misma. Y me di cuenta, después, mucho después de que llegamos a su casa, a la cama matrimonial, a su cuerpo desnudo y su boca humedecida, después de los silencios violados, después de encontrar mi encendedor perdido bajo su cama, después del llanto, caí en la cuenta de que ella no necesitaba protección ni defensa. No la mía. Esa noche, tuve un sueño. Al despertar, no pude recordarlo. En lugar de eso, permanecí dos horas viéndola dormir. Y aun dormida, sí, había un rumor de olas en su piel.
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sábado, 11 de noviembre de 2006
Cambio de giro profesional
Me voy a convertir en manager de luchadores. Voy a consagrar mi corto ingenio a ponerle nombre a los nuevos ídolos del ring. Mi nombre artístico será 'la Taquicardia Fernández'. Comienzo con un primer apodo que le presto a quien lo tome: 'el Chaquirita Balboa'. La conjunción entre las caderas de la colombiana y el ánimo deportivo, competitivo y triunfador de Rocky no podrían más que resultar en una bendición plenipotenciaria.
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Versus
Lucharáaaan a doooos de treeees caídaaaas. Se anuncia un primer enfrentamiento erótico-slash-amistoso entre 'el Cometa Fugaz' y 'la Taquicardia Fernández' (no pude llegar a manager sin pasar por los cates). Estén pendientes.
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El amante idiota
- No me mires así.
- Te miro como se me da la gana.
Le aventó la ropa. Giró rápido, se cubrió la cara.
- Vete.
- Déjame explicarte...
- ¡Lárgate de una vez!
Se fue andando andando lentamente, y silbando, y dando pasos largos y confiados, y llorando con estilo, con su estilo de príncipe desterrado, haciendo gala del apodo que bien merecido se tenía, que se ganó a pulso desde la primera vez, y del que se hizo más digno conforme más tiempo pasaba. Él era el Amante Idiota, el burócrata de las relaciones fallidas, el oligofrénico, el inútil, el hijo bastardo que procreó el dios amor con la diosa de los menesterosos imbéciles. Para todos los demás, que no eran sus amantes, él se hacía pasar por Juan Castrado.
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martes, 7 de noviembre de 2006
domingo, 5 de noviembre de 2006
Ella
Hubo un punto en el que ya no oyó nada.
Siguió caminando por inercia, y no se detuvo durante horas. Avanzó en una misma dirección, pero terminó dando vueltas sobre sus pasos. Pasó una hora, pasaron dos, tres, cinco horas. Ni por cansancio ni por sed ni por aburrimiento se detuvo un solo segundo. Si hubiera podido correr, lo habría hecho. No podía, como es claro.
Al mediodía, se sentó a la sombra de un huizache, metió la mano al bolsillo y sacó una navaja. Luego hizo lo mismo, pero del lado izquierdo. Sacó un sobre. Empuñó la navaja para cortar el sobre. Sacó una carta. Leyó:
"La mitad de mi mente y la mitad de mi corazón se quedan en esa parte de tu mente y de tu corazón que pertenecen -y siempre pertenecerán- a mí. Desde Grecia hasta tu tímpano derecho". Cuánta pasión, cuánta fidelidad, cuánta entrega. En una arcada, vació toda su bilis sobre la carta, y los jugos gástricos estropearon la cuidada caligrafía, quemaron el papel, borraron las palabras. El olor acedo que salía de su boca le ocasionó más náuseas y tuvo que vomitar de nuevo. Esta vez, por salvar la dirección impresa en el sobre, atinó a voltear la cabeza: sus desechos terminaron en la madriguera de un conejo. Guardó la carta, guardó el sobre, guardó la navaja.
De joven, había sido primero tímida, después simplemente asustadiza y, con muchos esfuerzos y al pasar el tiempo, ya hacia el final de sus años mozos, había adquirido una temperatura, un vigor, una obstinación y una delicadeza que raras veces conseguían un maridaje tan afortunado como en ella. Era casi un personaje de novela, pero vivo. Era protagonista de algún drama todavía por escribirse, pero menos predecible. Era fascinante como una historia fantástica, pero peligrosa como el equívoco entre sueño y vigilia. Era una mujer difícil, y yo la amaba. Ella a mí no, pero mi vocación suicida me hizo obviar ese dato e insistir, como vendedor ambulante frente a la puerta cerrada de una casa vacía.
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sábado, 4 de noviembre de 2006
Una mente sin recuerdos
de la serie "consagración" o "intervenciones en el desierto".
dunas de bilbao, municipio de viesca.
noviembre, 2006.
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Eterno retorno
Ésta es una serie que tendrá por nombre "fenómenos de la luz" o algo así.
huizache volcánico.
carretera torreón-viesca.
noviembre, 2006.
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viernes, 3 de noviembre de 2006
jueves, 2 de noviembre de 2006
HenryNin
Caminaba por un pasillo del aeropuerto, mucho antes de que saliera mi vuelo. Creo que iba subiendo las escaleras eléctricas, pensando qué revista compraría ahora para pasar el tiempo. Fue entonces cuando me golpeó, como piedra o como escupitajo que tiran desde lo alto de un balcón, right in the eyes. Es la vaga sensación, pero muy cierta, de estar enamorada de ella y de su forma de escribir lo que vive. Me ha transformado en un personaje literario. Parpadeé y me sentí súbitamente mareada. No podía enojarme, no. Aparte de mi existencia, por demás vulgar y cotidiana, ella se ha encargado de darme otra, donde lo que digo y hago está siempre mejor dicho, mejor hecho.
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Postal de aeropuerto
- Aviacsa vuelo dos-treintayséis con destino a Monterrey, favor de abordar por la puerta 6... Aviacsa flight two-thirtysix
Una mujer de pelos rubios y ondulados, regordeta y madura... tres gringos, dos de ellos viejos y en chalecos azules... cruzan frente a mí. Un hombre alto, canoso y medio calvo, acompañado por un señorcito de menor estatura. Vaya bolsa con brillantinas la de esa mujer. Cero estilo. Nada demasiado interesante camina o se arrastra por aquí. Una mexicana con tres hijos que parecen extranjeros, pequeñitos. Vuelve a pasar el gringo del chaleco (digo gringo porque quién más llevaría chaleco de cazador de cocodrilos en la ciudad de México), ahora en sentido contrario. Dos monjas, crucifijo de madera al pecho. Una mujer oriental y delgada, empujando una carreola. Entran dos gringos al Wings.
- Is this ok with you?
- (asentimiento ininteligible)
Toman asiento en la mesa de los gringos. Hace diez minutos, otra pareja estaba ahí: él, un hombre de bigotes, larguirucho, que por la gratitud que mostró la mesera cuando se fueron, debe haber dejado una propina generosa; ella, una típica güera que, en cuanto me sirvieron mi -vuelta a pasar el gringo del chaleco- cerveza oscura, y con cara de antojo, quiero pensar que por la cerveza, se me quedó mirando -she just stared at me!- mientras yo hacía como que la ignoraba, hasta que volteé la mirada y me encontré de frente con su cara estúpidamente sonriente justo a tiempo para que ella preguntara:
- Is it good?
y yo pensara "pues claro, pendeja, si no, ¿crees que la habría pedido?", todo con una enorme sonrisa en los labios, todo muy polite y poniendo cara de "ai don spik ínglich". No estoy de humor para socializar. Nunca lo estoy.
- Ensalara...
- Ensalada de pollo.
- Ensalara de poullo.
¿Serán de Miami estos gringos? De retirados por supuesto que tienen cara. No, no son tan viejos como para vivir cerca de los Everglades, aunque la piel de la mujer tenga una tonalidad de flamingo descolorido, y un gesto de comercial de detergente para ropa filmado en tonos pastel. Miami. ¿Por qué pienso en Miami? Miami makes me happy? No. Miami makes me... Ugh, dos tipos feos de la mesa de enfrente me voltean a ver, como zopilotes olisqueando la carroña. Lo cual me convierte, ipso facto, en carroña. Y a ellos en aves carroñeras. Prefiero ser carroña, que puede ser la de un león, a ser como ellos. En el celular, un mensaje cifrado del general Palma: "starbucks?", y respondo, en silencio, "starsucks", y pienso en ella, no en él. El Gordo, por mí, se puede meter su café por donde quiera. Me arden las orejas de lo calientes que están. Si ella pensara en mí... si se acordara... si se diera cuenta de que la estoy pensando ahora, justo ahora que mis queridos gringos viejos se comen su "ensalara de poullo" y hacen que se me antoje, no la "ensalara", sino estar ahora mismo con ella. A hora y media de partir rumbo a Torreón, me tomo mi cerveza oscura, con calma, doy gracias a la tecnología por permitirme escribir esta postal de aeropuerto desde la locación, y rezo a todos los dioses para que mi avión salga a tiempo, vuele ligero y aterrice sin tanto drama.
Un muchachito con acné y pelo rapado, playera azul celeste, lleva todo este tiempo hablando por celular, dando vueltas y más vueltas. Al fin colgó. Pasó frente al Wings y se fue. Yo también me voy. Estoy fabricando en mi cabeza una teoría, y necesito masticarla. Apenas pienso esto cuando vuelve el chavito con acné a colgarse del celular. Que le aproveche. Si fuera por mí, yo le daba un tiro sólo por puro coraje, porque yo no tengo un teléfono al que pueda marcar para decir frases cursis y ciertas.
- Aeroméxico vuelo dos-cero-ocho con destino a Torreón, favor de abordar por la sala 10... Aeromexico flight two-zero-eight
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 17:09 0 comentarios