Iba caminando por la entrada de mi casa cuando de pronto, crrishhh, que se cae el jarrón de porcelana china que me heredó la abuela. No me asustó el sonido, sino la idea de imaginar los ojos de mi abuela, furiosa, intentando pegar una por una las astillas en que se había convertido su jarrón. Me quedé helada, y sólo recuperé el color del rostro cuando recordé que mi abuela murió hace ya diez o doce años. Un Avemaría y todo quedó listo. Pasé por encima de la porcelana, oyendo el delicioso crujir de las piezas bajo mis pies.
martes, 21 de noviembre de 2006
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