lunes, 20 de noviembre de 2006

Sobre preferencias

Antes no estabas tú. Era yo un soliloquio deambulante, una ideática, maniática, un maquech* dando vueltas en la cocina, sin saber que era tal, desconociendo por completo qué era, por cierto, un maquech. Leía, a veces, libros sin ton ni son, revistas al azar, cosas que caían en mis manos, poco, a veces más, a veces nada. Escribía, también, de vez en cuando, en la computadora, en los miles de cuadernos que he ido comprando porque me fascinan los cuadernos y que siempre guardo en blanco durante años porque nunca tengo nada suficientemente bueno que escribir. Un día, un poema. Otro, historias inconclusas (siempre inconclusas para ser mías). Otro más, frases huecas, diálogos equivocados, ideas para esto, ideas para estotro. Ideas. Bocetos. Escribía.

De pronto, eres tú. Leo poco, escribo menos, me distraigo, te llamo, no encuentro las palabras, y cuando las encuentro ya no me sirven, ya no es eso lo que yo iba a decir, ya no importa. Estás tú. En una postal que nunca me enviaste de Madrid, cuando no me conocías ni yo a ti. Estás tú, sentadita en la cama, viéndome fijo, fijo, sin perder detalle, con los ojos cansados de tanto llorar, de tanto estar teniendo miedo, de tanto buscar y buscar. Estás tú.

Tú.

Y pienso que, si tuviera una balanza, y te pusiera en un lado y en el otro lo que había antes de que fueras tú, y si fuera mi gusto quien eligiera, estoy segura que te preferiría a ti. Mil veces tú antes que todo. Si a preferencias nos vamos, yo quiero vivir iletrada a tu lado, antes que disecarme con letras sin ti. Y -diría Girondo- en esto soy irreductible.

*Vid infra.

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