martes, 30 de diciembre de 2008

Libros que se cierran.

Como si fueran carreritas. Terminé Diario de una buena vecina. Mi papá está leyendo El maestro y Margarita, así que yo ya empecé con Hombre lento, de Coetzee. Supongo que con ése abriré el año, a menos que me lo zampe en un solo día. No creo: hoy será día de sociabilización y tragadera.

Curiosamente, el libro que terminé y el que ahora comienzo tienen un tema común: una persona en situación de invalidez. Una anciana, un hombre mutilado. Dos solitarios. Diferentes perspectivas, diferentes voces. ¿La vida me querrá decir algo?

En mi sobredosis de ficciones, volví a ver La vida de los otros. Me pareció más hollywoodense que la primera vez. Al mismo tiempo (y no sé si por la razón antedicha) me gustó más y me cayeron menos gordas las elipsis del final. También: casi lloro.

Estoy a cuatro días de volver a México. Quisiera pasar tres meditando en el desierto. No sé si lo consiga. Meditar, quiero decir. El regreso es, para bien o para mal, inminente.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Ich will schreiben.

Quiero escribir. Todo el tiempo: mientras me baño, cuando estoy en la cocina, a la hora de la comida, antes de dormir, justo al despertar, en un rato de ocio. Todo el tiempo. Pero no escribo. Sólo pienso "quiero escribir" y redacto notas mentales sobre tal o cual anécdota que podría servir para, sobre un personaje que podría, una obra que me salvaría de la angustia, la nada, el sinsentido, el miedo, sí, el miedo de vivir siempre como si caminara sobre un campo minado. No escribo. Quiero escribir.

Leo. Ahora leo incluso con pasión, como si de una profesión se tratara. Me siento allí, en el sillón que no me pertenece, y me acomodo con insistencia, con ¿cómo decirlo? actitud burocrática. Me siento, no muy cómoda pero sí de forma que pueda permanecer en la posición durante un rato, un largo rato. Y entonces leo. Leo y pienso que quiero escribir. Pero no escribo, no. Yo leo.

A lo largo de los años, he buscado las manías, las obsesiones que me hacen ser quien soy. Hay gente que se siente atraída por las novedades tecnológicas, o quienes saben mucho sobre, o los que se esfuerzan por. Gente así. Yo he buscado mis manías. Sólo encuentro algo constante: he adquirido libretas, cuadernos, agendas, carpetas, blocks, moleskines en abundancia, y no creo todavía haberme terminado las hojas de ninguno. Acumulo hojas en blanco. Eso hago, maniática, compulsivamente. Acumular cosas que me dicen, me gritan, me recuerdan o recriminan que quiero escribir. Y no escribo, no, aunque quiera.

No creo en los propósitos de año nuevo. Por eso, no me propongo escribir cuando el calendario cambie. No lo pediré ni a los dioses pequeñitos que viven en las doce uvas moradas ni a Jesús sacramentado ni, mucho menos, a mí. No. Dejaré que esto siga, a ver hasta dónde llega. Estiraré el querer hasta que se convierta en hacer.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Lola is dead

El 15 de diciembre se murió la Lola, la perra que más ha querido a mi papá. Cáncer de páncreas, vaya usté a creer. Eso debería darle sólo a los humanos, a los que no quieren a los perros, pero no a los perros, y menos a los que quieren a los humanos.



La casa se siente vacía sin ella. La extraño. Torreón ya no es lo que era. Me falta mi perra.

Choncho también extraña a Lola. Era su hermana. Y a mí me da tristeza ver a Choncho. Siento su tristeza como si fuera mía. O, mejor dicho, veo mi tristeza reflejada en los ojos del perro. El perro no me dice nada, pero sé que sufre. O... mejor dicho... imagino que sufre para no sufrir sola.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Violin Concerto in A minor (J.S. Bach)



Aplausos. Sin duda, mi favorito.

jueves, 25 de diciembre de 2008

More Lessing

Acabé De nuevo, el amor. Mi mamá me convenció de seguir con otro libro de esta señora: Diario de una buena vecina. La lectura es mucho más ágil. Espero terminar pronto para —entonces sí— atragantarme con El maestro y Margarita. Espero, también, salir a pasear algún día de éstos. Cuando deje de hacer calor.

lunes, 22 de diciembre de 2008

La dieta

Decidí traer conmigo una pila de libros comenzados que no había podido terminar allá.

Ayer acabé con el primero: Casi nunca, de Daniel Sada. Lo había empezado con reticencia. Una página después, lo amaba. A la cinco, lo devoraba con fruición, y todavía hasta la cien. Tal vez, quizá, hasta la ciento veinte. Luego sobrevino el tedio. Las idas y vueltas sin rumbo, las brechas mal trazadas sobre la tierra, la caligrafía tortuosa, ese perderse, desviarse, andar tanteando, con negativas y largas. Lejanía, polos que se atraen y no se tocan, tensión, tensión, ¡¿cuánto más?! Todo, sin embargo, con propósito. Llegar, ¡al fin!, martirio superado. Delicia. Hacer la digestión, ¡cosa hecha! El estilo abigarrado, ¿posible desprenderse?

Nomás cerré ése, abrí el siguiente. Un bocadillo más rancio, que había estado ahí empolvándose desde antes: De nuevo, el amor, de Doris Lessing. La delicadeza descriptiva, la asombrosa construcción de los personajes y la profundidad emocional de la protagonista son sus cualidades más destacables. En el lado contrario de la balanza tenemos que esto resulta en una prosa pesada, como de andar de mujer mayor que, por más enamorada, no puede bailar alegre y flotar sobre nubes sutiles, no, sino sólo arrastrarse y a veces dar pena por su lentitud asombrosa. Recobré el interés a escasas veinte páginas del final, gracias a un suceso largamente anunciado que, de tan sabido, ya ni se acordaba uno que tarde o temprano ocurriría. Espero terminar esta misma noche.

Luego vendrá el penúltimo con boleto de ida y vuelta: El maestro y Margarita, de Mijail Bulgákov. No es nada soez, aunque el título se preste a equívocos y confusiones. O, bueno, no sé. Es demoniaco. Como Fausto. Como nada de lo que había leído hasta ahora. Ruso, con nombres impronunciables, lleno de sucesos fantásticos. Me gusta.

Para terminar, me chutaré lo que me falta de Punks de boutique (Archimondain Jolipunk), de Camille de Toledo: me daré mis baños de "rebeldía", mientras me bebo un café de starsucks.

Y entonces comenzaré con las adquisiciones recientes: Usigli, Archer (para aligerar la carga), probablemente algo de Ibargüengoitia, poemas de Enriqueta Ochoa, ¿Vargas Llosa?, Coetzee me gustaría, Saramago posiblemente, podría ser Capote o simplemente volver a Pessoa. En casa, Thomas Mann me espera.

A la par, he tomado una dosis de películas casi diarias. Ciclo "Convivencia familiar": jueves, La Môme; viernes, No Country for Old Men; domingo, La Tourneuse de Pages. Próximamente: Charlie Wilson's War, Persepolis (again and again and again), Mamma mia! y varias más a las que ya eché ojo. Mi hermano sugiere Rudo y Cursi; yo, obviamente, me niego. Volvería a ver Atonement y Arráncame la vida. Con palomitas (pocas). Estoy a dieta.

Eso, claro, explica todo: todo este atragantamiento no es más que una compensación, baja en calorías.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Guadalupe Tinajero

You're out of your mind!

domingo, 7 de diciembre de 2008

Al pie de una jacaranda

Enriqueta Ochoa. La poetisa de Torreón. El lunes primero, al filo de las cuatro de la tarde, se fue. Velaron y cremaron sus restos muy cerca de aquí. Sus cenizas, por orden expresa suya, serán depositados al pie de una jacaranda. Florecerá.

Este ir y venir
¿Para qué este ir y venir?
Quién sabe en qué rincón se encontrará la aurora,
y qué santo, o qué idiota
nos vaciará un día equis la cabeza;
y el sueño de un buen Dios
y la tiniebla amorfa
se borrarán de golpe
al entrar a ese ojo que nos acecha fijo,
y al que nos vamos todos
a la señal de un tiempo.

1967

sábado, 6 de diciembre de 2008

Desear. Enamorarse.

Por qué tanto perderse, tanto buscarse, sin encontrarse,
me encierran los muros de todas partes.
Barcelona, te estás equivocando, no puedes seguir ignorando
que el mundo sea otra cosa y volar como mariposa.

Hace mucho que una película no me divertía tanto como Vicky Cristina Barcelona. O más: hace mucho que no me enamoraba así. Enamorarse y divertirse. Pareciera que van de la mano.

La ley del deseo
En el centro de la historia, algunos encuentran un triángulo amoroso. Otros, creyéndose osados, dicen que más bien parece un cuadrado. Yo digo que es un polígono informe o ni siquiera eso: es un cúmulo de puntos entre los cuales pueden trazarse tantas líneas como se quiera.

Pero no es eso de lo que trata la película. El amor o el sexo —y sus posibles combinaciones— son dos rostros del deseo. Y el deseo es en lo que hurgan Vicky y Cristina en Barcelona. Un deseo vital, por así llamarlo. Voluntad de ser. De ser, ¿qué? Cristina diría, con mucha más precisión y honestidad que Vicky: no sé, algo, algo que no es esto.

Hay en mí una sensibilidad que quisiera expresarse y que aún no encuentra cómo hacerlo. Busco, encuentro, me enamoro, no estoy satisfecha, sigo la búsqueda. Busco, deseo. Experimento, me muevo, continúo. Siempre quiero, pero siempre quiero más. Voluntad insatisfecha al acecho. Volar como mariposa.

El deseo ilimitado, ¿puede eso existir? Desear sin saber qué se desea. Buscar por instinto. Hallazgos a tientas, que sólo confirman y exaltan el deseo. La humanidad, más que inteligente, es deseante. Nuestra historia es un relato de conquistas que nos llenaron de hambre, sed y vacío. Un vacío pleno de certezas sobre lo que no queremos ya, porque queremos algo más: eso mismo, tal vez, pero más, siempre, mejor. Cuando un hombre y una mujer se encuentran, repiten esa misma historia acoplándose sobre la curva superficie de la tierra. Son una metáfora, la alegoría carnal de una condición espiritual.

Woody P. Allmodóvar
Y, bueno, es inevitable asociar Vicky Cristina Barcelona con Almodóvar. El idioma, pero sobre todo aquél en el que están escritas las acciones de los personajes —el idioma del deseo— nos lleva en esa dirección.

Lejos quedó la contención británica de los jugadores que se disputaban un Match Point. O el sobreabundante prurito psicológico de las típicas obras neoyorquinas de Allen. Aquí hay mujeres al borde de un ataque de nervios, tacones lejanos, carne trémula y un matador al que dan ganas de coger. Y luego, volver: al inicio, pero transformados. Volver, con la frente marchita, una y otra vez, desde y hacia el centro del hombre: el deseo.

Para quienes siguen juzgando a Allen desde la herrumbrosa atalaya de las victorias de antaño, mi mejor deseo, con cariño: que les den por culo.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Las cobijas del sol (parte dos)

Antes, el tren llegaba a Torreón. Con pasajeros, molidos por el traqueteo, sedientos y hartos, acalorados y rojos, rojos como tomates rojos que vienen brincando en sus rejas de madera. Antes, el tren llegaba a Torreón. Una de las veces que llegó, vomitó en el andén a mi tía y mis dos primas. Venían molidas por el traqueteo, sedientas y hartas, acaloradas y... ya se sabe. Habían querido sumar esa experiencia a sus vidas, la de viajar en tren a Torreón. Mi tía: era ella quien en realidad había querido, y embaucó o sedujo o de algún modo convenció a mis primas de lo mismo (presas fáciles, chiquillas las dos: colegialas de coletas, barrigas brinconas y patas de araña). El tren las vomitó y creo recordar, o cuando menos imaginar, que ahí mismo juraron no volver a hacer algo semejante. La experiencia había sido sumada, no hacía falta multiplicarla. Porque multiplicar por ceros siempre es una operación desventajosa.

Cuando el tren llegaba a Torreón, yo no lo necesitaba, pues allá vivía. Tampoco me interesaba subirme en él: había visto lo rojas y acaloradas y hartas y sedientas y molidas que habían llegado mi tía y sus dos hijas: no quería pasar por lo mismo. El tren, para mí, era algo lejano. Una máquina vieja, unas vías a lo lejos, un runrun por los cerros a los que se trepa la avenida Morelos. Algo confuso, más bien, por desconocido. Y desconocido por innecesario. En Torreón, creo recordar, todo era innecesario. El mero hecho de arrastrar el ser por debajo de las lenguas de fuego era ya un milagro: todo lo demás era simplemente innecesario.

Pero ahora voy a Torreón y el tren no me lleva. ¿Qué diré, entonces, cuando me vean llegar molida por el traqueteo, sedienta y harta, acalorada y roja, roja como un tomate rojo que viene brincando en su reja de madera? Nada. Probablemente diga nada. Todo, está por demás decirlo, es simplemente innecesario.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

And then I saw...

Las cosas con las que se encuentra uno cuando se pone a estudiar e investigar.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Neurastenia

Llegar al Jiménez Rueda, saliendo a las siete del WTC, fue trabajoso, molesto y cansado, tal como imaginaba que sería, pero peor. Peor, por supuesto, porque la fatiga, la molestia y el cansancio ya no eran imaginados, sino reales. Eso, por regla general, es peor. A menos que lo que se imagine sea algo excitante, dulce, alegre. En tal caso, será mejor vivirlo que soñarlo. Por regla general.

Ximena Hilton, como le apodó López Velarde, se consolida como una de las mejores dramaturgas mexicanas. De todos los tiempos, sí. No, no he leído a todos los dramaturgos mexicanos, pero sí, sí sé que es de las mejores. Ayer presentó su nueva obra, Neurastenia, dirigida por el buen Mau. Si ella y él fueran un matrimonio, éste sería su quinto hijo. Pero esas metáforas no son de mi agrado. Digamos solamente que es la quinta ocasión en que trabajan juntos. A ver si puedo recordar las anteriores: Te odio, Colette, Unos cuantos piquetitos, Touché y ésta. Unas han sido más afortunadas que otras. Recuerdo con mucho cariño esa exposición museográfica de Te odio. Me gustó la adrenalina de Touché. Disfruté hasta cierto punto la de Colette (aunque sigo pensando que Ema Dibb, a pesar de ser tan buena actriz, estaba fuera de casting). La que más me ha gustado es, precisamente, la nueva.

Como quiera que sea, me dio gusto estar ayer ahí, en el teatro, en la lectura dramatizada de Neurastenia. Después de haber estado horas ensardinada en el Metrobús. Después de pasar entre granaderos que intentaban controlar a los... los señores éstos de... los... ya saben, los que estaban ayer en Reforma y que exigen que... bueno, que algo exigen. Después de caminar entre pitos y sirenas. Después del sudor, de casi morir aplastada entre las lonjas de una señora y el asiento de plástico del transporte urbano. Después de caminar por la Plaza de la República, entre puros señores conductores de camión. Después de todo eso, me dio gusto llegar allá.

Es tan pop esa obra que difícilmente alguien la encontrará aburrida. Ojalá que terminen ese montaje pronto.

¡Lo tengo, lo tengo!

Ahora sí sé dónde será nuestra función de La bruja y el gigante de este próximo domingo 30 de noviembre. Para ver toda la información sobre el lugar, den click aquí.

Yo no sé llegar a la mentada Unidad Habitacional Cuemanco, así que ni me pregunten. Según la info de la página, parece que está por la UAM Xochimilco... lo cual me deja igual, igual que antes. 'Ta lejos, eso que ni qué.

Dice que el evento empieza a las 10:00 am, pero no es cierto, no se alarmen: a esa hora empezarán a montar todo y, alrededor de las 11:00, quizá un poco después, comenzará la función. Antes, la gente bailará zumba. O zunga. O como fregados se llame el baile ése. ¿Lo inventó Zague o por qué se llama así, saben?

Vayan, pues. Allá los veo. No se van a arrepentir... espero.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Para cerrar

Mi consulta sobre el altruismo.

Lo que me sorprendió, al buscar la definición de la RAE, fue precisamente aquello de "procurar el bien ajeno aun a costa del propio". Y me llamó la atención porque, vaya, a nadie le pasa desapercibido que ahora hay "negocios altruistas": una contradicción en los términos. O se hace negocio o se es altruista. Las dos, no, al menos no según los viejitos raeosos. Por todo lo santo, que si quieren ganar dinero, no se disfracen.

Tun, tun, tun.
El corazón del pelotón hace tun, tun, tun.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Calle melancolía

Ya, es oficial: extraño Torrión y quiero estar allá. Quiero ir y encerrarme o subirme a la azotea y leer un libro de corrido y luego ir al centro a pasear, o a las dunas, o sentarme en la Copa de Leche a ver pasar el tiempo (y la gente, que compra en... esa tienda de enfrente... La Ciudad de París, creo que se llama... algo así de absurdo). Y escribir, también, escribir algo: mucho, poco, casi nada, pero algo. Acariciar varios gatos a la vez, o un gato con la mano derecha y un perro con la izquierda (o a la inversa), o dejar que los gatos se acerquen a mí. Manejar, sí, pero en carretera, de madrugada, mientras sale el sol, con mucho frío y con los dedos casi desprendiéndose de mis manos. O sentir la electricidad y ver las chispas que salen de entre las sábanas de franela. Pasearme por el Canal de la Perla. Hacer recorridos turísticos. Regresar a los lugares donde he estado cientos, miles o quizá millones de veces, en ésta o en otra vida. Encontrar gente en la calle y no saber los nombres, pero estar segura de conocer a esas personas, de haber pasado horas sentada junto a ellas, en un salón donde más de veinte personas nos derretíamos a las tres de la tarde mientras una señora intentaba darnos clases de redacción en el desierto. Sí, quiero estar allá.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Una encuesta altruista

Me encantaría saber lo que los lectores de este blog entienden por "altruismo". Ya sabrán por qué. Luego.

viernes, 14 de noviembre de 2008

!!!

Que dice el cura que los que votaron por Obama se irán al infierno. ¿Te cae?

domingo, 9 de noviembre de 2008

Las cobijas del sol (parte uno)

Dicen que en el desierto se queman las naves de papel. Que las dunas son mar de arena. Que los cantos de sirena suenan a oboe. Que todo lo consume el tiempo y nada queda para después.

Dicen que el desierto reclama a sus lagartijas. Que Tinajero ha de volver a los torbellinos de aire. Que los ríos se han secado y el tiempo es propicio.

Dicen que el desierto vive en mí y yo vivo en el desierto. Dicen bien.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Arreglos florales

Tengo un olor a vómito colgando de mis fosas nasales. Reviso las noticias por lo menos cada media hora. Con ansiedad. Con desagrado, pero también con esperanza. Como si quisiera que en cualquier momento alguien dijera que fue una mala broma, que la avioneta (o el jet, me da igual) viajaba vacía. Que Mouriño fue más listo y no se subió ahí. Y tampoco ese señor del que pocos se acuerdan y que debe sufrir, incluso así (muerto), un trato de plato de segunda mesa: Vasconcelos. Vasconcelos, como José. Cuánta ensoñación para quedarse con un palmo de narices.

Nada. Los funerales se llevaron a cabo.

Nada.

Vivo en un país sin moral. Estoy seriamente convencida de que la ironía, el cinismo, la desfachatez o la minimización de la dimensión de los hechos nos hace daño. Es un daño que no se ve y parece que por eso mismo no existe. Pero yo creo que sí está ahí. Decir "qué mal plan, ca'on" no es suficiente. Díganme que todavía nos queda un poquito de... espíritu.

Martes negro

¿Cómo quedarse callados? ¿Cómo?

Me llama mi prima. Pregunta dónde estoy. En mi casa, le digo, ¿por? Se cayó una avioneta en Periférico y Reforma. No manches. Ajá, entonces estoy localizando a toda la familia. ¿Sabes cuál es el celular de C.? Mmm, me entra el pasmo, no puedo responder, ni siquiera buscar en el celular. No, le digo, pero le llamo a mi mamá y le pregunto. Pero no le digas nada del accidente. Oquei.

Menos de media hora después, en la televisión: "Se presume que la avioneta era de Segob". Diantres, un atentado. Es la primera idea que cruza por mi mente, después de haber pensado que el accidente se debía a la falta de pericia de un piloto potosino o a malas condiciones de vuelo.

Llamo un par de veces a mi madre. En la primera, le pido el número de C. En la segunda, contesta con risa. Se me había olvidado lo del celular, me dice, espérame tantito. Espero tantito. Me lo pasa. Bueno, gracias, te dejo porque voy a ensayo.

Llamo a mi tía. Va llegando a la casa, todo está bien. Estaban por el sur, muy lejos de aquello. Me llama mi madre. Me habló P., me dice. No le doy tiempo. Ah, sí, se estrelló una avioneta. ¿Por qué no me habías dicho? Para que no te preocuparas. No, pero cómo no me dices, hombre. Estamos bien, todos estamos bien. Ay, pero... etcétera.

Minutos más tarde: Sí, iba Mouriño en la avioneta. Mouriño, el secretario de Gobernación. El mismo... el que usaba los mismos lentes invisibles que Calderón. El guapo. Mouriño. Pff.

¿Cómo quedarse callados, entonces?

Ah, claro: en el ínter, se anunciaba que Obama había ganado las elecciones. Martes negro. Se hizo historia.

martes, 4 de noviembre de 2008

Mis bellos vellos

Nombre alternativo para la entrada que puede usted, oh amable lector, leer más abajito.

Las trasquiladas

Si verdaderamente fuera una plagiaria, empezaría mi entrada con palabras como "Quería poner aquí una imagen para futuras convergencias entre El planeta de los simios y un concierto de Tiziano Ferro, pero me distrajo una noticia sobre la desaparición de Neoskin". Eso, claro, levantaría serias sospechas, porque a mí no se me da aquello de las convergencias. En realidad, no sé si se me da o no: jamás lo he intentado. O quizá alguna vez, sin querer, pero no es algo que recuerde o que tenga catalogado como "la vez que quise hacer una convergencia" o "la vez que hice una convergencia por accidente". Vaya, no. Tampoco leo McSweeney's, aunque me reí mucho cuando vi que lo mencionaron en Juno.

El punto es que estoy muy orgullosa de mis bigotes. De mis bigotes, mis piernas peludas, mis axilas afelpadas y mi acolchada área de biquini (que nunca he sabido exactamente cuál es, tal vez porque jamás he usado biquini y no planeo hacerlo en esta vida). Sí, soy feliz. En cada uno de los vellos que brotan por los poros de mi epidermis (seguro estoy diciendo una aberración, y ya vendrá el siempre oportuno comentario dermatológico a aclararme el punto)... en cada uno de mis miles de milímetros cúbicos de pelitos ciliares, ondea la bandera de mi inteligencia: yo no fui engañada por los falsos profetas de la piel depilada. A mí no me trasquilaron. Jeje.

Es chistoso, ¿no?, cómo la gente siempre cae en estas trampas. Les piden que paguen por adelantado y no les dan los contratos o les hacen firmar papeles de "no responsabilidad" por parte de la empresa... Les prometen que no volverán a ser el blanco de burlas de un mediocre cantante italiano y que su novio las querrá más ahora que ya sólo están feas, panzonas, celulíticas y grasosas, pero no peludas... Les prometen un cielo terso de tersa piel... y caen. Siempre caen. ¿Qué culpa tienen los transas(*) si la gente se deja?

No, por supuesto que no estoy del lado de los malhechores. ¡A por ellos! ¡Que les prendan los gendarmes! Pero, vamos, que también se necesita un público, ehm, idiota para que ocurran tales fechorías. No, señoritas: el vello no es basura, es protección. Por eso, cantemos todos juntos:

Ya ustedes ven que confieso
mi flaqueza. Denme a Flora,
que es todo el bien que apetezco;
y pelitos a la mar
pelitos a la mar
pelitos a la mar...

(*) Sobre definiciones de transar y tranzar.

Transar: 1. intr. Am. Transigir, ceder, llegar a una transacción o acuerdo. U. t. c. prnl.
Tranzar: 1. tr. Cortar, tronchar. 2. tr. Entretejer tres o más ramales cruzándolos alternativamente para formar un solo cuerpo alargado.

Ahora ya me hice pelotas y no sé cuál es la transa/tranza del mexicano que dice que sólo así se avanza.

lunes, 3 de noviembre de 2008

I also like November

although it will never be October.

jueves, 30 de octubre de 2008

Tiritas

Um sechs Uhr, klingelt der Wecker.
Tiritas de frío.

Un halb drei, isst du.
Tiritas de pescado empanizado.

Am Sontag, liest du die Zeitung.
Tiritas de papel.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Pro-cras-ti-na-

tion.

martes, 28 de octubre de 2008

Die letzten Tage

Se acaba octubre. Hace un frío de enero, pero se acaba octubre. Quiero hibernar. Todo mi cuerpo está dispuesto a meterse entre las cobijas y a no salir de ahí hasta que la marmota deje de asustarse al ver su sombra. Pero no, claro que no. Rompimos el equilibrio natural y ahora no podemos darnos esos lujos. Trabajo, consumo, deudas, trabajo, consumo, deudas. Se acaba octubre, y lo único que quiero es que no se acabe nunca.

martes, 21 de octubre de 2008

Soy

La típica persona que mete papeles importantes entre las hojas del libro que está leyendo en el momento.
La típica persona que, un día al mes, se angustia porque no encuentra un papelito.
La típica persona que, tras padecer la angustia de ese día, decide (otro día, lejano al primero) sentarse frente a su escritorio y vaciar todos los recovecos (cajones, libros, cuadernos, agendas, bolsos, bolsas, bolsillos) por donde ha ido dejando cartas del banco, anuncios, postales, comprobantes de pago, recordatorios, recibos de honorarios, copias, calificaciones, tareas de alumnas, avisos de juntas, documentos oficiales, boletos del cine, recuerditos de ese día soleado o de la primera noche que...
La típica persona que se consigue una gran bolsa de plástico para depositar las tiritas de papel, después de romper meticulosamente trescientos ochentaidós comprobantes, postales, anuncios, cartas inútiles... etcétera.
La típica persona que, al cabo de la titánica tarea, siente que ha desalojado bastante su lugar de trabajo, pero que todavía sufre la angustia porque, oh mi dios, no ha encontrado el papel por el que inició toda la búsqueda, el reacomodo y la trituración de celulosa.
La típica persona que se promete, en voz baja o incluso en silencio pero con firmeza, que no volverá a meter papeles importantes entre las hojas de un libro.
La típica persona que busca un archivero grande y bonito en una de esas papelerías grandes que parecen supermercados, pero que después no compra porque sabe que tiene uno en su casa y que sólo es cuestión de arreglar bien todas las carpetas contenidas en él.
La típica persona que queda exhausta después de su limpieza de otoño y que ya no quiere saber más de papeles, hojas, folletos, folletines, recortes de prensa, impresos... etcétera.
La típica persona que, después de vivir varias veces esto mismo, sabe que el ciclo se repetirá incesantemente, ineluctablemente, hasta el final de los días o, al menos, hasta el final de sus días.
La típica persona: ésa soy yo.

Hoon, honey, bees



Descanse en paz, Shannon Hoon (26 de septiembre, 1967 - 21 de octubre, 1995).

Cierto plagio en mi blog

Anoche, al salir de mi clase de alemán, abordé el Metrobús, como siempre lo hago (o casi, porque en ocasiones hago cosas diferentes, por paranoia o porque no puedo atarme a una rutina o simplemente porque la vida tiene variaciones y quién es uno para impedir que éstas ocurran). Traía el celular en la mano (iba a llamar a una amiga en ese momento, pero postergué la llamada hasta que me hubiera acomodado), el iPod en el bolsillo de la chamarra (para cuando terminara de hablar con mi amiga) y un libro en la mochila (por si, además, se me antojaba leer algo durante el trayecto). Cargaba, también, una lata vacía de esos tés que venden, cuyo nombre me hace pensar en Amazon, aunque me parece que se llaman Arizona. Era de fresa con kiwi. Por lo general, consumo el de té verde con miel; ayer me atreví a probar un nuevo sabor. Me gustó. Traía, pues, las manos llenas. Sonó entonces el ruido que avisa que las puertas se cerrarán. Dos muchachos llegaron corriendo a la puerta y se detuvieron antes de entrar, pensando tal vez que las puertas los prensarían y que viajarían con medio cuerpo de fuera hasta la siguiente estación, cosa que no debe ser cómoda y que tampoco debe ser muy probable, pero uno a veces se imagina ese tipo de situaciones e incluso se ruboriza, bien sea por las consecuencias del suceso imaginario o por el mismo hecho de estar fantaseando con eventos tan improbables y, por qué no, ridículos. Al instante, el hombre que viajaba delante mío dio un brinco y se sentó en el asiento junto a la puerta: vio a los muchachos y les hizo gestos, yo diría, de amenaza. Los dos muchachos no reaccionaron, o no con aspavientos, sino sólo con miradas de extrañeza. Cuando el hombre del brinco y de los gestos de amenaza comenzó a hacer otros movimientos y a hablar con gente que no estaba ahí, me acordé de Guillermo, de sus historias de Metrobús. En particular, recordé "Cierta locura en el Metrobús". Hubiera querido estar leyendo algo en el momento que vi al hombre dar el brinco a la ventana, para que entonces todo este relato tuviera como contrapunto una narración ingeniosa y quizá genial, una que explicara la locura con la que nos topamos, cada vez con más frecuencia, en las ciudades donde todos somos extraños y estorbos y locos para otros locos estorbosos. Pero no, no estaba leyendo. Sólo recordé que había leído. También pensé que, si llegaba a escribir esto, tendría que darle crédito a Guillermo. No sé si lo haga. Después de todo, esto es sólo cierto plagio en mi blog.

viernes, 17 de octubre de 2008

Süsse Träume.

Ich bin müde. Ja. Ich muss jetzt schlafen. Guten Nacht und bis Morgen.

jueves, 16 de octubre de 2008

No hay nadie como tú

¿No les ha pasado que, entre mucha música mala que pasan en la radio, de pronto, un día cualquiera, escuchan algo que les gusta, no saben por qué, y deciden bajar la canción para escucharla otra vez y, cuando lo hacen, cuando descargan el archivo y lo abren, descubren que sí, que sienten una atracción indescriptible por la rola, algo así como una adicción por el ritmo, los arreglos, las percusiones, tal vez la letra, pero sobre todo por el conjunto, y entonces la vuelven a escuchar y la vuelven a escuchar y la vuelven a escuchar, tantas veces que imaginan a sus vecinos desesperados al verse sometidos a oír una repetición incesante de acordes y palabras, a veces a todo volumen, otras sólo como un sonsonete o un run run que no para y que no saben cuándo parará o si acaso algún día se detendrá y que incluso ya no saben si quieren dejar de escucharlo, aunque eso significara estar por fin en paz y en silencio? Es decir, ¿les ha pasado?

miércoles, 15 de octubre de 2008

Oktober

Ojalá todo el año fuera Octubre. Cielos azules, viento frío, sol.

viernes, 10 de octubre de 2008

No sé a ustedes, pero a mí...

Me saca de onda que los mismos periódicos que hablan de la crisis estén plagados de anuncios de bancos y agencias automotrices que quieren vendernos sus productos a como dé lugar.

jueves, 9 de octubre de 2008

Atchú-ju

Soy alérgica a las mañanas.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Vencedores y vencidos.

En breve —esto es, en cuanto me tome un descanso—, escribiré mis impresiones sobre la representación de La Orestiada que vimos anoche en el Julio Castillo, a cargo del Deutsches Theater. Gran cosa. Gran, gran cosa. Mucha sangre, crímenes y venganzas y más crímenes y más sangre y pisos resbalosos por la sangre y cuerpos desnudos y brillantes por la sangre que caía en cascadas desde los altos cielos de los héroes y las heroínas que mueren envueltos en sangre como la sangre de los mortales pero más roja y más brillante su sangre.

Pero, como dije, antes tengo que seguir trabajando. Luego escribiré, porque no es poco lo que quisiera decir.


Fotografía de La Jornada.

Tun, leiden, lernen.
Tun, leiden, lernen.
Tun, leiden, ...
Tun, ...
...

Frieden für immer.

¡Frieden für immer!