domingo, 28 de diciembre de 2008

Ich will schreiben.

Quiero escribir. Todo el tiempo: mientras me baño, cuando estoy en la cocina, a la hora de la comida, antes de dormir, justo al despertar, en un rato de ocio. Todo el tiempo. Pero no escribo. Sólo pienso "quiero escribir" y redacto notas mentales sobre tal o cual anécdota que podría servir para, sobre un personaje que podría, una obra que me salvaría de la angustia, la nada, el sinsentido, el miedo, sí, el miedo de vivir siempre como si caminara sobre un campo minado. No escribo. Quiero escribir.

Leo. Ahora leo incluso con pasión, como si de una profesión se tratara. Me siento allí, en el sillón que no me pertenece, y me acomodo con insistencia, con ¿cómo decirlo? actitud burocrática. Me siento, no muy cómoda pero sí de forma que pueda permanecer en la posición durante un rato, un largo rato. Y entonces leo. Leo y pienso que quiero escribir. Pero no escribo, no. Yo leo.

A lo largo de los años, he buscado las manías, las obsesiones que me hacen ser quien soy. Hay gente que se siente atraída por las novedades tecnológicas, o quienes saben mucho sobre, o los que se esfuerzan por. Gente así. Yo he buscado mis manías. Sólo encuentro algo constante: he adquirido libretas, cuadernos, agendas, carpetas, blocks, moleskines en abundancia, y no creo todavía haberme terminado las hojas de ninguno. Acumulo hojas en blanco. Eso hago, maniática, compulsivamente. Acumular cosas que me dicen, me gritan, me recuerdan o recriminan que quiero escribir. Y no escribo, no, aunque quiera.

No creo en los propósitos de año nuevo. Por eso, no me propongo escribir cuando el calendario cambie. No lo pediré ni a los dioses pequeñitos que viven en las doce uvas moradas ni a Jesús sacramentado ni, mucho menos, a mí. No. Dejaré que esto siga, a ver hasta dónde llega. Estiraré el querer hasta que se convierta en hacer.

1 comentario:

Cynthia dijo...

Vicens, Josefina. El libro vacío.