sábado, 30 de junio de 2007

Confesiones de sábado por la noche

Estoy, por decir lo menos, extenuada.

Sin saliva por tanto hablar, con la confianza repartida en catorce porciones individuales y adivinando una migraña o simple jaqueca por falta de alimento. Desfallezco. Lo sé porque ni siquiera tengo ganas de leer. Y tan en gracia que me estaba cayendo el librito de cuentos de Maupassant. Ni modo. Mejor dormir, antes de empezar a creer que Beckett hablaba en serio.

domingo, 24 de junio de 2007

No hay banda

Silencio.
No hay banda.
Il n'y a pas d'orchestra.

miércoles, 20 de junio de 2007

Los astros dicen...

Dear Maria,
Here is your horoscope
for Tuesday, June 19:


Is someone close to you acting a lot more stiff
and starchy than usual? Instead of picking a
fight, just go about your own business. They
might be dealing with some uncomfortable
business in their personal life.

***

A veces, el mejor remedio es el silencio.

Flashazo

Dios dijo: 'hágase la luz'.

Y en la prístina foto salió tan sobre-expuesto que hasta la fecha nadie ha podido ver su rostro.

Pending issues

A continuación, una lista de cosas que me gustaría hacer:

1. Escribir mis últimos comentarios sobre la lectura de Ampliación del campo de batalla de Houellebecq, que si me estaba gustando allá por la página 12, acabó por extasiarme cuando rondaba las últimas frases.

2. Conseguir todos los libros de Houellebecq para leerlos ahora que termine el libro de cuentos de guerra de Maupassant.

3. Leer de nuevo y masticar con ganas esa Bola de sebo: dulce, deleitable y amarga al mismo tiempo.

4. Darme el lujo de reseñar un libro que vi en El Péndulo hace una semana: La inmadurez: la enfermedad de nuestro tiempo, de Francesco Cataluccio, editado por Siruela.

6. Saltarme un número en mi listado.

7. Conseguir todos los libros de la Nothomb para leerlos cuando termine con Houellebecq.

8. Leer más y escribir menos.

9. Diseñar un método eficiente para recolectar las notas rojas de El Universal.

10. Encontrar e invadir una casa silenciosa en alguna parte de Normandía, donde mi mujer y yo podamos trabajar (escribir, ensayar), la una a lado de la otra, con tres gatos, cinco perros y dos bibliotecas.

11. Sorprender a David Lynch quedándose dormido durante la exhibición de su más reciente película.

12. Terminar esta lista.

13. Mantenerme ecuánime durante los tres o cuatro días que quedan para que termine el cierre de la revista.

14. Postear una foto.

***

Cosas que he cumplido ya: 6 y 12.
Cosas que probablemente nunca cumpla: 8 y 11.
Cosas que son deseadas, si bien no tan probables: 10, 11 y 13.
Cosas que en realidad no quiero cumplir: 5.
Cosas que hago justo ahora: 14.

lunes, 18 de junio de 2007

Money matters

Mis vecinos siguen gritándose en miles de pinches y pocos pesos. Ojalá se vuelvan sordos. En tal caso, aprenderían a gritarse por escrito, y me dejarían en paz de una vez por todas.

viernes, 15 de junio de 2007

Rento departamento, previa cita

Abren sus piernas sin quejidos, las bisagras del 303. A las once, una ventana parece tapiada por la pesada cortina azul marino. El sol, que afuera es violento, se rehúsa a estampar su delicado amarillo en las losetas del piso, enfermas de vitiligo. La Doña –que viste un disfraz de cuerpo humano, remedo de Rubens tatemado– despierta a su hijo deforme con el interruptor del fondo: su departamento en renta se despereza, bañado en la luz congelada de un foco.

Las paredes tienen la pátina de los humores ajenos, y en suma, pienso que la última capa de pintura provino de una olla, preñada de frijoles, que explotó. De los muebles de la sala hay poco que decir: rosados como flor en primavera, aunque mullidos como señorita vieja, con ese halo de cosa que siempre fue reliquia. Frente a mí, una mesa con intención de ser blanca, con la superficie mordisqueada por los golpes de trastes y trastazos. Un pelotón de sillas, disminuido por tanto soportar el peso celulítico de varias nalgas, se ofrece a la vista del ya incomodado visitante: donde hubo tejido de rattan, hay ahora un vacío de estómago anoréxico. La belle époque se desecó en esta catacumba, y sus tejidos muertos han formado la suave tela que cubre todo, incluido un piano osteoporósico.

Pero lo mejor está por venir. Al fondo-izquierda, una habitación permanece cerrada. La Doña, nunca tan optimista, advierte a su añorado inquilino, con voz de sirena tuberculosa:

- Y esa puerta no se abre. Ahí están las cosas de La Señora.

Doy tres pasos atrás, de la mano de mi esposa. Sonreímos, y las bisagras vuelven a cerrarse. Ya encontramos locación para nuestra película de horror. Nuestra casa, la seguimos buscando.

***

Publicado previamente en Insuficiencia Letrosa

miércoles, 13 de junio de 2007

Lugar común

Dicen por ahí, "Mi casa es tu casa".
La mía no es casa: es depa.
Mi depa no es tuyo: será nuestro.

jueves, 7 de junio de 2007

Pessoa, guía de turistas

Mi más reciente adquisición. Lisboa: lo que el turista debe ver, libro fuera de la norma en la colección del polifacético Fernando Pessoa. Publicado por Verdehalago, con la traducción de Miguel Ángel Flores.

Alguien que me lleve, por favor. La saudade me invade.

Mal de Montano

Con el calor, quizá, o por los mosquitos, la epidemia ha crecido.

A nosotros ya nos han diagnosticado. Hemos sido confinados en el pabellón.

miércoles, 6 de junio de 2007

Mis vecinos

Eso pasa cuando los papás no corren a sus hijos de la casa.

Arturo tiene, qué será, más de cuarenta años. Está medio calvo y canoso. Es feo, aunque se mantiene en forma. Todas las mañanas sale por la puerta blanca del edificio amarillo con sus ridículos shorts deportivos, una playerita desgastada y su tapete de yoga. Va al Parque Hundido. Yo lo he visto ahí. Nunca lo he visto corriendo, sudando o haciendo lagartijas. Siempre lo veo platicando. Generalmente con muchachas de treintaipocos años, quedadonas, musculosas pero sin gracia. Arturo me da hueva.

La ventana de mi cuarto (que funciona también como oficina de redacción, sala de prensa y de proyección, espacio recreativo, dormitorio matutino de Romina y, por las noches, como centro ceremonial privado) da directamente a la entrada de la casa de Arturo. La puerta se abre. Veo la cabeza de Arturo, con sus ojos demenciales, sus arrugas. Oigo, dentro, la voz de su madre, con quien tengo no pocos conflictos (la señora es una metiche). La Bicha (la gata bizca y fea de mis vecinos) hace sombra en mi ventana. Los padres de Arturo hablan, con su voz cascada, y hacen cuentas, y recuentos. Él le dice que se calme. Ella sigue su monólogo. Una musiquita de elevador new age flota en el ambiente. Se me atora en el píloro. Me indigesta la cotidianidad de mis vecinos.

Hace quince minutos llegó la madre de Arturo, quejándose de alguna dolencia. Arturo, como siempre, la regañó. Esta vez fue porque la señora tomó un taxi en el Wall-Mart de Félix Cuevas y, al bajarse, le extendió un billete al conductor. El taxista le preguntó si no tenía cambio. El viaje había costado doce pesos. Ella pensó que le había dado un billete de veinte. El billete era azul, pero no de veinte sino de mil pesos. Arturo, aquí, se desquicia. Grita, se enerva, regaña a su progenitora, sube la voz, le dice necedades. Ella intenta defenderse, pero su escaso vocabulario y su pobre concepción de sí misma no le permiten decir más que un reiterado 'ya, ya, ya' que suena a alarma de despertador descompuesto.

Me pregunto por qué todos los pleitos de mis vecinos serán sobre cuestiones monetarias. Me pregunto por qué tienen que invadir mi espacio sonoro con melodías pseudo-tranquilizantes que contrapuntean con alaridos desgarradores de animal herido. Me pregunto por qué los papás de Arturo no le hacen un favor y lo mandan de una buena vez a la chingada.

Buenas frases

Capítulo once, páginas 48 y 49 de la sexta edición en "Compactos", de Anagrama (enero de 2006). Houellebecq o la forma narrativa:

"Esta progresiva desaparición de las relaciones humanas plantea ciertos problemas a la novela. ¿Cómo acometer la narración de esas pasiones fogosas, que duran varios años, cuyos efectos se dejan sentir a veces en varias generaciones? Estamos lejos de Cumbres borrascosas, es lo menos que puede decirse. La forma novelesca no está concebida para retratar la indiferencia, ni la nada; habría que inventar una articulación más anodina, más concisa, más taciturna".

¿Lo logrará? No lo sé. Acabo de terminar el capítulo 12 (o el 'apartado' número 12: fragmentos tan anodinos, concisos y taciturnos no parecen llevar bien un apelativo tan grave). Lo intenta, eso sí, y lo va logrando.

Fin de la primera parte. Páginas 55 y 56. Houellebecq o el retorno del desasosiego portugués:

"He vivido tan poco que tengo tendencia a pensar que no voy a morir; parece inverosímil que una vida humana se reduzca a tan poca cosa; uno se imagina, a su pesar, que algo va a ocurrir tarde o temprano. Craso error. Una vida puede muy bien ser vacía y a la vez breve. Los días pasan pobremente, sin dejar huella ni recuerdo; y después, de golpe, se detienen".

(Este tipo me cae bien.)

"Otras veces tengo la impresión de que conseguiría instalarme de forma estable en una vida ausente. Que el hastío, relativamente indoloro, me permitiría seguir llevando a cabo los gestos habituales de la vida. Nuevo error. El hastío prolongado no es una posición sostenible: antes o después se transforma en percepciones claramente más dolorosas, de un dolor positivo; es exactamente lo que me está pasando".

(Sí, me cae francamente bien.)

martes, 5 de junio de 2007

No Rain

Los melones son ciegos. El sol cae a raudales. Se me hace tarde para la escuela.

Un cúmulo de información inútil que lo único que denota es esto: su ausencia. Si tuviera su piel por la mañana, y hoy le hubiera dicho esas palabras que desbordan mis labios apretados, mirándonos los ojos sobre un vaso de infusión de té chai latte tea...

Pero su ausencia es un hoyo negro que invoca espíritus. Los resquicios de mi cerebro se pueblan de microbitos.

Más obsesiones

Tarde llego a Houellebecq, cosa que a nadie le importa (que yo llegue, que él sea Houellebecq, que llegue tarde, que esté leyendo Ampliación del campo de batalla).

A veces, por toda respuesta a la pregunta '¿por qué te gusta este libro?', digo 'porque está chistoso'. Los gatos amarillo-verdosos-fosforescentes de la portada son chistosos. El estribillo "¡Si enseño las piernas peludas / es para darme ese gusto!" es chistoso. La fábula de las vacas bretonas es chistosa. El ánimo melancólico-juguetón de la voz que narra es chistosa. No sé en qué consiste o cómo se forma 'lo chistoso'. Mi aproximación es fenomenológica.

"La escritura no alivia apenas. Describe, delimita. Introduce una sombra de coherencia, una idea de realismo. Uno sigue chapoteando en una niebla sangrienta, pero hay algunos puntos de referencia. El caos se queda a unos pocos metros. Pobre éxito, en realidad.

¡Qué contraste con el poder absoluto, milagroso, de la lectura! Una vida entera leyendo habría colmado todos mis deseos; lo sabía ya a los siete años. La textura del mundo es dolorosa, inadecuada; no me parece modificable. De verdad, creo que toda una vida leyendo me habría sentado mejor.

No me ha sido concedida una vida semejante".


Cualquiera diría que me estoy reponiendo de mi obsesión con Lynch. En el fondo, no puedo dejar de pensar en Amélie Nothomb (que, por belga francófona, le corresponde un lugar más alto en mi devocionario personal). Hoy o mañana iré por Antéchrista, o quizá por Métaphysique des tubes. Podría ser un combo que incluya, de paso, su primera novela, Hygiène de l'assassin, y Stupeur et tremblement, con su título tan romántico, tan Sturm und Drang, tan kierkegaardiano. No sé si deba leerla siguiendo algún orden. En última instancia, empecé por el final.

(Mis obsesiones se manifiestan contra mi voluntad, y aunque comienzo hablando de Michel, termino refiriéndome a Amélie. Menos mal que no he hablado de Lynch... hasta ahora).

La elección dependerá de la lluvia.

viernes, 1 de junio de 2007

Y sigue el carnaval

Chorros de pálido amarillo salpican las calles.

Pronóstico del tiempo: días de sol sin cortapisa, cielos despejados, chubascos (de sudor ajeno) aislados.

***

Tengo migraña. Las náuseas se me acogotan en la garganta, la mirada no se está quieta, caen los párpados a media asta. Abandono el edificio, camino por la calle groseramente soleada, el olor del suadero se me encaja en la nariz y me acompaña hasta cruzar Insurgentes. Democráticamente hago fila para recargar mi tarjeta. Introduzco un billete de veinte: la máquina lo escupe. Volteo el billete, lo introduzco: lo echa de nuevo. Volteo el billete, lo introduzco: lo echa de nuevo. Una rubia artificial, voz meliflua por delante, se ofrece: "si quieres te lo cambio por dos monedas de diez". Le doy las gracias con un mugido emitido desde mi dolor de cabeza. Introduzco la moneda: éxito.

Dejo pasar el primer camión articulado. Aunque sí hay un hueco para mí, no es mi intención viajar al cobijo del sobaco de algún mensajero mal pagado que desayunó gorditas de chicharrón. Un minuto, dos minutos, una llamada de mi mujer, punzadas en la cabeza, tres minutos, en el horizonte otro microbús. Me subo.

DE QUÉ FORMA SE DEBE EVITAR SER ODIADO O DESPRECIADO
Con los ojos clavados en las líneas del libro, el Chico-Pelos-Erizados se las ingenia para continuar tan provechosa lectura entre la panza de un oficinista y las mechas oxigenadas de la secre con uñas carmesí. Sonrío. Un tipo sentado tres filas más atrás me mira sonreír. Hago un pivote magistral, esquivo la inquisitiva mirada y clavo la mía en el tomo de pastas duras y rojas que trae el Señor-de-Corbata a mi izquierda: Shakespeare, Enrique VI, las casas de Lancaster y York... Las palabras aisladas confabulan en mi mente para sacar a la superficie algo que había olvidado: debo leer la tercera parte de la tragedia isabelina para entender los antecedentes de mi obsesión (que en noviembre cumple 10 años): Ricardo III. Un par de neuronas chocan sus dendritas: sinapsis. Seguro que el Duque de Gloucester nunca leyó un libro como el del Chico-Pelos-Erizados. O sí, y se meó de la risa, y sus orines bajaron por los troncos patizambos hasta formar un charco que sirvió de espejo para Ricardo, el Tercero. Dudo un segundo sobre si debería mamonear un rato y exhibir mi Nothomb forrada en amarillo-crema de Anagrama: Biografía del hambre. Mi separador está ubicado en el lugar exacto donde Amélie cuenta cómo fue que se volvió anoréxica. Lo pienso otra vez. No, mejor dejar hacer, dejar pasar. Ya tengo suficiente con mi propia anorexia.

Un biiiiip me taladra el cráneo y vuelve el malestar. Se ha subido un Tipo-Serio-con-Gafas que viste un libro económico comprado en los anaqueles subterráneos de Gandhi.

ENTRE EL ORDEN Y EL CAOS.
La complejidad

¿Un libro sobre la psique femenina? El pesado cuerpo de Señor-Sin-Cara me estorba para seguir leyendo. Su abdomen me habla en lengua grasa: 'Jush, jusch, a mirar para otro lado'. Va y avienta mi vista hasta la tapa siguiente:

El proceso
Franz Kafka

Kafka y Camus se me confunden en la cabeza. Falta de mielina. Las drogas destruyen. Leí El extranjero hace varios años, y todo el asunto del juicio se me quedó tan grabado que, para mí, fue Alberto y no Francisco quien escribió algo sobre un proceso.

La migraña no cede. Ya me quiero bajar, ya me quiero bajar, ya me quiero bajar. Me aturden los ruidos, me lastiman los colores, me enoja mi dolor. Los gritos de esos sordos no son la excepción: que tú me dijiste, pero ella se enteró, cómo le iba a decir con las manos vendadas. (Traducción libre a partir de referencias personales).

Félix Cuevas
Al fin. Qué delirio. Las puertas se abren de par en par frente al beso enternecido de dos mujeres que se aman, pulsera de arcoiris en la muñeca. Quiero vomitar. El único amor que conozco es el que yo tengo por ella. Lo demás... Lo demás está allá afuera y no me interesa. Si me interesara, podría no ser cierto. Si fuera cierto, ¿cómo lo podría conocer? Podría estar soñando. Podría ser una gran burla. Demasiado escepticismo. Necesito una sombra.

Cruzo Insurgentes de nueva cuenta, con mis piernitas de foquitos verdes moviéndose sobre el contador en amarillo: treintaitrés, treintaidós, treintaiuno... Llego a la base. Me deslizo sobre adoquines rojos. Hambre y náuseas se conjugan en un verbo intransitivo: vivo. Dos Repartidores-Casco-Naranja corretean como cachorros de tigre. Ah, la exhuberancia de la vida, los excesos de la vida, lo superfluo y deleitable de la vida, que hoy no puedo disfrutar porque...

Que sube que baja
que no sé que pasa
que a la reina
le duele el corazao.

Que no es el corazao:
le duele la cabeza,
le duele la cabeza
de tanto vacilao.

Jaque... mate.