Sí, qué emoción. Uhjú. Tres hurras para el Negro: 'hip-hip... ¡hurra!... hip-hip... ¡hurra!... hip-hip... ¡hurra!'. Y ya, suficiente.
lunes, 15 de enero de 2007
Los muertos se facturan y las mujeres se desnudan
Divertida obra de Dario Fo en la que actúa su servilleta.
Fechas:
sábados 20 y 27 de enero; 3 y 10 de febrero.
Hora:
7:00 p.m.
Lugar:
CasAzul
Av. México 200, Col. Hipódromo Condesa
Entrada gratuita, cooperación voluntaria.
Vayan. Es una orden.
Y lleven flores... para mí.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 08:47 3 comentarios
domingo, 14 de enero de 2007
Lo que pienso en ocasiones.
A veces, para aminorar la angustia y suprimir la ansiedad -y en lugar de tomar ansiolíticos, que es lo que la gente suele hacer, cuando no toma cervezas viendo futbol-, a veces, decía, pienso que algún día pondré orden a las cosas que he escrito aquí y allá, en papeles sueltos, en los cuadernos donde tomaba apuntes de Ética, en muchos documentos que he ido guardando en la computadora -y de los cuales no tengo ningún respaldo, razón por la cuál, y después de lo que le pasó a Guillermo, me abstendré de sacar a esta cosa blanca de paseo-, en este blog -que no tiene pies ni cabeza- y en otros lugares por el estilo. Pienso, después, que no se perdería nada si nunca ordeno lo que he escrito. Pienso que eso es triste, que he gastado hojas y tinta sin propósito alguno. Pienso que no importa mucho: después de todo, alguien iba a comprar ese cuaderno, a usar esa servilleta para limpiarse la boca. Pienso... no, ya no pienso mucho cuando llego a este punto. Sólo me quedo en silencio, sentadita, viendo al frente, como si algo fuera a ocurrir, pero no ocurre nada. Y luego vuelvo a pensar, y es en esto: pienso si acaso el espíritu de Fernando Pessoa se pulverizó tras su muerte, y un átomo de él, de su espíritu materializado, cayó por azar en el torrente sanguíneo de algún antepasado mío y, por cuestiones de genética difícilmente explicables, fue en mí donde se activó su potencial pesimista y lúgubre. Luego pienso que existen varias fisuras en ese argumento mío, que no tiene sentido. Y entonces vuelvo a quedarme calladita, inmóvil e impensante, dejando el tiempo pasar hasta que cae la noche.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 18:03 0 comentarios
viernes, 12 de enero de 2007
Poesia de fin de mundo
No hay nieve en Nueva York.
Los cerdos sudan, cosa rara.
Temperature's rising.
Run for your life.
Corre, busca agua.
Húndete en ella.
Sumérgete en ella.
Toma una chela...
a mi salud.
Y saluda tuhermana,
y suda tu cuerpo
y suda y suda y vuelve a sudar.
Hip... ya me dio hipo.
And, hop... that's a grasshoper.
The last one on earth,
last breathe you can take.
Poesía apocalíptica, hermanos.
Nada mejor que hacer.
P.D. Gracias, Miguel Tormentas, por la asociación de ideas. La foto es por ti.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 19:43 1 comentarios
martes, 9 de enero de 2007
Se aceptan consejos
Lo intenté. Respiré hondo, varias veces, hasta diez, y hasta más de diez. No grité. ¿Cómo iba a gritar, si estaba escribiendo? Ni siquiera usé mayúsculas. Sólo se me salió un 'chingada madre', y fue sólo hasta que perdí el último miligramo de paciencia. Y perdí. La perdí a ella, perdí la calma, perdí muchas cosas de las que no voy a hablar porque son mías (con perdón del respetable). Pero, a ver, lo que necesito son consejos, porque 'ora sí que ya no sé por dónde. ¿Qué hace uno cuando la comunicación es imposible, cuando decir 'te amo' no sirve para un carajo?
a) Te encojes de hombros y dejas el asunto por la paz, con el corazón arrugado.
b) Das una patada al mueble más cercano, mientas madres, te rompes la mano pegándole a un espejo, sales a la calle a golpear al primer tipo que se cruce en tu camino y, cuando despiertas del estado de coma (previa madriza del gorila al que madreaste), te das cuenta que estás en la Cruz Roja y no recuerdas nada porque la amnesia borró todo recuerdo de tu mente.
c) Insistes.
d) Te mudas de país y esperas que, con un poco de suerte, la otra parte recapacite.
No sé. Como que todas las opciones me parecen algo, mm, sí, algo exageradas. 'Asesinar' no está en mi lista porque creo a pie juntillas en el decálogo que Dios le dio a Moisés en el Monte Sinaí. 'Suicidarme' tampoco, por la misma razón, y porque la vita è bella, aunque de un modo diferente a como lo piensa Roberto Benigni. No sé, no sé. ¿Alguna sugerencia? Nota: les juro que cuando digo 'la comunicación es imposible', no estoy haciendo bonitas hipérboles ni juegos de lenguaje. I seriously mean it. Así que no me digan, cual intento de Almodóvar, 'hable con ella'. No. Si no incluyo ésa entre las opciones, es porque, dah, no es una opción.
De antemano, agradezco su ayuda.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 18:58 2 comentarios
sábado, 6 de enero de 2007
To break a leg and still be happy
Ah, la vida del actor, que en todo halla placer y contento. Si un pájaro le zurra en la cabeza, piensa que es signo de buena suerte. Si la mujer que ama le manda un sms que dice 'break a leg', no responde con insultos, y tampoco responde con un muy polite 'gracias' porque entonces perdería efecto el conjuro para atraer la buena suer--, ejem, el éxito en la función.
Ah, la vida del actor, tan a salto de mata, tan improvisada, tan fugaz. Cómo me gusta dedicarme a esto. Los nervios, las palmas de la mano sudorosas, la piel de gallina, el estómago revuelto, la inquietud que produce saber que hoy estrenamos. Ah, esa sensación de vacío, la mente en blanco -'¡olvidé todos mis textos!, ¡de veras!, ¡se me va a olvidar todo!'-, la angustia que ocasiona pensar que todo saldrá mal, y la confianza que da saber que probablemente no será así.
Ah, la vida del actor. Quién fuera yo.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 14:18 0 comentarios
viernes, 5 de enero de 2007
Como cinta de Almodovar
¿Qué he hecho yo para merecer esto? Y no, a pesar de la tristeza que cómodamente se ha instalado entre las cuatro paredes de mi tórax, no me refiero a la suspensión de mis relaciones bilaterales con la nación judía encarnada en una guapa periodista de conocido diario capitalino, porque en dicho caso sé bien lo que hice para merecer 'esto'. A lo que apunto, señalo y aludo es a la repentina -por no decir inexplicable- aparición de mi nombre en la selecta lista de links que mi colega -mi amigo, ¿qué digo amigo?, mi hermano, mi compadre- Guillermo ostenta en su blog. ¡Cuatro líneas por debajo del Doctor Héctor Zagal! ¡Plácidamente sentada arriba de dos Alejandros más grandes que el mismísimo y consabido discípulo de Aristóteles! ¡En la misma columna y grupo que McSweeneys! Bueno, pero... ¿qué he hecho yo, me pregunto? Y no me lo pregunto demasiado: no vaya a ser que, por tanto preguntar, me ande quedando fuera de la élite de la intelectualidad capitalina que se conglomera -cual si anduviera por el Periférico en hora pico- aquí, en las agresivas-para-mi-sensible-retina páginas virtuales de Cetrería.
Gracias, Ezequiel, porque si no fuera por ti, por tus clases de latín a las ocho de la mañana, por tu manía de ir aventando citas bíblicas en rancios idiomas, no sabría decir lo que siento en este momento, al menos no con la elegancia que supone escribir un muy mamón 'non sum digna'. E punto e basta.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 19:07 1 comentarios
Que conste en las actas
La extraño.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 18:49 0 comentarios
Millions of peaches
En Torreón no hay duraznos. No que yo sepa. Hay nogales, eso sí, y palmeras que dan dátiles -palmeras camelloneras, les llamamos en la familia, por obvias razones. En Parras de la Fuente hay... vaya, pues hay parras y vides y uvas de las vides y vino de las uvas de las vides. Cerca del Río Nazas, por las ajueras de la ciudad, se pueden ver sembradíos de jitomates, aunque allá les dicen sólo 'tomates', y los distinguen de los otros porque a ésos, a los verdes, les dicen cariñosamente 'tomatillos' (pronúnciese bajando el tono en la 'i' para emular el perfecto acento lagunero). También hay melones y sandías. Pero duraznos, lo que se dice duraznos, pues eso sí que no hay.
Movin' to the country, gonna eat a lot of peaches
I'm movin' to the country, I'm gonna eat me a lot of peaches
I'm movin' to the country, I'm gonna eat a lot of peaches
Movin' to the country, I'm gonna eat a lot of peaches
Y será porque mi adolescencia pasó con canciones de Nirvana, con el grunge y los videos de MTV -cuando em-ti-vi era buen canal para ver videos-, con el one-hit-wonder de los Presidents of the United States, y porque sobre todo pasó en Torreón, o quizá por otras razones, pero no hay duda que los duraznos me hacen pensar en Torreón.
Peaches come from a can, they were put there by a man
In a factory downtown
If I had my little way I'd eat peaches everyday
Sun soakin' bulges in the shade
Pienso que los duraznos me hacen pensar en Torreón porque, pensándolo bien, sí hay duraznos en Torreón. Enlatados. Congelados. Importados de los Yunáited. Duraznos en una lata, que fueron puestos ahí por un hombre en una fábrica en el centro.
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miércoles, 3 de enero de 2007
Yo ya me voy a morir en los desiertos
Yo ya me voy
a morir en los desiertos,
me voy del ejido
a esa Estrella Marinera.
Sólo en pensar
que ando lejos de mi tierra,
nomás me acuerdo
me dan ganas de llorar.
Pero a mí no me divierten
los cigarros de Dalila,
pero a mí no me consuelan
esas copas de aguardiente.
Sólo el pensar
que me dejé un amor pendiente,
nomás que me acuerdo
me dan ganas de llorar
Pero a mí no me divierten
los cigarros de Dalila,
pero a mí no me consuelan
esas copas de aguardiente.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 11:53 0 comentarios
martes, 2 de enero de 2007
Fin de la infancia
Se siente caliente aquí. Y acolchonado. No hay ruido. La tiniebla es suave, aunque afuera se adivina un día despejado, de enormes cielos azules. Doy vuelta sobre mi costado, reacomodo las sábanas de franela con diseños de franjas verdes, y cierro los ojos otra vez. Un ratito más. Sólo diez minutos. Cuando mi papá toque a la puerta -'María, ya está el desayuno'- significará que tengo menos de media hora para bañarme, ponerme la falda roja a cuadros, la blusa blanca de algodón, calzarme los zapatos negros, hacerme una rápida cola de caballo, tomar jugo y algo más en la cocina y subirme al Jetta arena que ya está encendido y aparcado fuera de la casa, con un hombre barbón y adormilado al volante. Tomaré la mochila -pesada, incómoda, llena de cuadernos forrados de papel lustre rojo y plástico- y saldré corriendo. Recorreremos las menos de diez cuadras que me separan de la secundaria. Me bajaré y...
Suena otra vez el despertador. Algo me dice que se me está haciendo tarde. El perro ladra afuera, y empiezan a circular algunos coches. Toc, toc. Dos golpecitos suaves en la madera blanca de mi puerta. Un apelativo conocido, la voz de mi padre, y de un brinco estoy en el suelo. La falda gris a cuadros, la blusa blanca de algodón, el listón rojo -'de perro', jode Clarita-, las trencitas que me hace mi mamá, 'no tengo ganas de ir al colegio', 'ándale, mijita, que ya van a pasar por ti'. A las 7:51 de la mañana se oye un claxon de coche importado de segunda mano. El equis once rojo de mi tía se para frente a la casita con techo de dos aguas, en la calle sin pavimentar. El número 81 de la calle Río Nazas (sí, señorita, calle Río Nazas... en la Navarro, sí... no se vaya a confundir con la avenida... esa está en la Estrella... ajá, calle Río Nazas número ochentaiuno). Sobre los asientos de terciopelo rojo, un puñado de niños -los del 'viaje', los amigos de mis primos-, medio dormidos. Abren la puerta. Me toca sentarme, como siempre, encima del freno de mano. Soy la más chica -¿cuándo entrará Valeria al Americano?-, no quepo en otra parte. Por suerte, es un coche automático. Manlio, Ariel, Raúl, Daniel... y yo. Quizá alguien falta. No sé. Nunca los volteo a ver. Son feos. El puro olor me hace saber que están ahí, todos esos niños que a las doce del día estarán cubiertos de arena, que se quedarán en 'detention' toda la tarde por haberle puesto una tachuela a su compañera de enfrente, por haberle bajado los calzones al nerd de la clase. Yo, para variar, llegaré tarde a la escuela, sin importar que Clarita haya batido record haciendo menos de 9 minutos al Americano: toda la Mariano López hasta el bulevar Revolución, y luego por atrás, por Peñoles, hasta la puerta de la entrada. Trataremos de escabullirnos por donde entran los que llegan en el camión del colegio, que tienen justificante para llegar tarde. Pero esta vez no funciona. 'Toma, tu retardo'. Derrotada, deslizo mis zapatos negros sobre los azulejos grisáceos de la escuela, avanzo hasta mi salón y toco a la puerta.
Toc, toc.
'Son las siete. Ya está el café en la cocina'. Mi avión sale a las nueve. No hay tiempo para esperar a Clarita ni para ponerme el uniforme de deportes. Qué pronto se hace tarde.
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 09:31 0 comentarios