- ... si quieres que lo haga, yo...
Ella, de pie frente a mí, apaga el cigarro en el piso de baldosas romboidales que, de alguna manera, hacen una figura muy parecida a la de su escote. Pasa un volkswagen plateado sobre la calle estrecha. Me quedo mirando -idiotamente, por supuesto- los rines de las llantas hasta verlos desaparecer. Mientras tanto, ella toma vuelo. Después de haber soltado alguna frase lacónica del estilo "vete que hace frío", desaparece tras el cristal.
- ... yo puedo hacerlo, claro. Porque te amo, claro. Hasta mañana.
* Nota al pie:
El encendedor rojo, aún extraviado.
viernes, 29 de septiembre de 2006
Nueve y media noches
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 23:20
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