Atrás de un arbusto, escondidos, ahí están mis celos. Agazapados. Fieros. Con sus ojos de lumbre. Me escondo detrás de una roca, sudando. Volteo a ver el territorio: todo descampado, ni un hoyo donde esconderse. Es un duelo. Habrá sangre. O fuego. Alguno de los dos vencerá. Y no seré yo, por cierto.
sábado, 30 de septiembre de 2006
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