jueves, 30 de octubre de 2008

Tiritas

Um sechs Uhr, klingelt der Wecker.
Tiritas de frío.

Un halb drei, isst du.
Tiritas de pescado empanizado.

Am Sontag, liest du die Zeitung.
Tiritas de papel.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Pro-cras-ti-na-

tion.

martes, 28 de octubre de 2008

Die letzten Tage

Se acaba octubre. Hace un frío de enero, pero se acaba octubre. Quiero hibernar. Todo mi cuerpo está dispuesto a meterse entre las cobijas y a no salir de ahí hasta que la marmota deje de asustarse al ver su sombra. Pero no, claro que no. Rompimos el equilibrio natural y ahora no podemos darnos esos lujos. Trabajo, consumo, deudas, trabajo, consumo, deudas. Se acaba octubre, y lo único que quiero es que no se acabe nunca.

martes, 21 de octubre de 2008

Soy

La típica persona que mete papeles importantes entre las hojas del libro que está leyendo en el momento.
La típica persona que, un día al mes, se angustia porque no encuentra un papelito.
La típica persona que, tras padecer la angustia de ese día, decide (otro día, lejano al primero) sentarse frente a su escritorio y vaciar todos los recovecos (cajones, libros, cuadernos, agendas, bolsos, bolsas, bolsillos) por donde ha ido dejando cartas del banco, anuncios, postales, comprobantes de pago, recordatorios, recibos de honorarios, copias, calificaciones, tareas de alumnas, avisos de juntas, documentos oficiales, boletos del cine, recuerditos de ese día soleado o de la primera noche que...
La típica persona que se consigue una gran bolsa de plástico para depositar las tiritas de papel, después de romper meticulosamente trescientos ochentaidós comprobantes, postales, anuncios, cartas inútiles... etcétera.
La típica persona que, al cabo de la titánica tarea, siente que ha desalojado bastante su lugar de trabajo, pero que todavía sufre la angustia porque, oh mi dios, no ha encontrado el papel por el que inició toda la búsqueda, el reacomodo y la trituración de celulosa.
La típica persona que se promete, en voz baja o incluso en silencio pero con firmeza, que no volverá a meter papeles importantes entre las hojas de un libro.
La típica persona que busca un archivero grande y bonito en una de esas papelerías grandes que parecen supermercados, pero que después no compra porque sabe que tiene uno en su casa y que sólo es cuestión de arreglar bien todas las carpetas contenidas en él.
La típica persona que queda exhausta después de su limpieza de otoño y que ya no quiere saber más de papeles, hojas, folletos, folletines, recortes de prensa, impresos... etcétera.
La típica persona que, después de vivir varias veces esto mismo, sabe que el ciclo se repetirá incesantemente, ineluctablemente, hasta el final de los días o, al menos, hasta el final de sus días.
La típica persona: ésa soy yo.

Hoon, honey, bees



Descanse en paz, Shannon Hoon (26 de septiembre, 1967 - 21 de octubre, 1995).

Cierto plagio en mi blog

Anoche, al salir de mi clase de alemán, abordé el Metrobús, como siempre lo hago (o casi, porque en ocasiones hago cosas diferentes, por paranoia o porque no puedo atarme a una rutina o simplemente porque la vida tiene variaciones y quién es uno para impedir que éstas ocurran). Traía el celular en la mano (iba a llamar a una amiga en ese momento, pero postergué la llamada hasta que me hubiera acomodado), el iPod en el bolsillo de la chamarra (para cuando terminara de hablar con mi amiga) y un libro en la mochila (por si, además, se me antojaba leer algo durante el trayecto). Cargaba, también, una lata vacía de esos tés que venden, cuyo nombre me hace pensar en Amazon, aunque me parece que se llaman Arizona. Era de fresa con kiwi. Por lo general, consumo el de té verde con miel; ayer me atreví a probar un nuevo sabor. Me gustó. Traía, pues, las manos llenas. Sonó entonces el ruido que avisa que las puertas se cerrarán. Dos muchachos llegaron corriendo a la puerta y se detuvieron antes de entrar, pensando tal vez que las puertas los prensarían y que viajarían con medio cuerpo de fuera hasta la siguiente estación, cosa que no debe ser cómoda y que tampoco debe ser muy probable, pero uno a veces se imagina ese tipo de situaciones e incluso se ruboriza, bien sea por las consecuencias del suceso imaginario o por el mismo hecho de estar fantaseando con eventos tan improbables y, por qué no, ridículos. Al instante, el hombre que viajaba delante mío dio un brinco y se sentó en el asiento junto a la puerta: vio a los muchachos y les hizo gestos, yo diría, de amenaza. Los dos muchachos no reaccionaron, o no con aspavientos, sino sólo con miradas de extrañeza. Cuando el hombre del brinco y de los gestos de amenaza comenzó a hacer otros movimientos y a hablar con gente que no estaba ahí, me acordé de Guillermo, de sus historias de Metrobús. En particular, recordé "Cierta locura en el Metrobús". Hubiera querido estar leyendo algo en el momento que vi al hombre dar el brinco a la ventana, para que entonces todo este relato tuviera como contrapunto una narración ingeniosa y quizá genial, una que explicara la locura con la que nos topamos, cada vez con más frecuencia, en las ciudades donde todos somos extraños y estorbos y locos para otros locos estorbosos. Pero no, no estaba leyendo. Sólo recordé que había leído. También pensé que, si llegaba a escribir esto, tendría que darle crédito a Guillermo. No sé si lo haga. Después de todo, esto es sólo cierto plagio en mi blog.

viernes, 17 de octubre de 2008

Süsse Träume.

Ich bin müde. Ja. Ich muss jetzt schlafen. Guten Nacht und bis Morgen.

jueves, 16 de octubre de 2008

No hay nadie como tú

¿No les ha pasado que, entre mucha música mala que pasan en la radio, de pronto, un día cualquiera, escuchan algo que les gusta, no saben por qué, y deciden bajar la canción para escucharla otra vez y, cuando lo hacen, cuando descargan el archivo y lo abren, descubren que sí, que sienten una atracción indescriptible por la rola, algo así como una adicción por el ritmo, los arreglos, las percusiones, tal vez la letra, pero sobre todo por el conjunto, y entonces la vuelven a escuchar y la vuelven a escuchar y la vuelven a escuchar, tantas veces que imaginan a sus vecinos desesperados al verse sometidos a oír una repetición incesante de acordes y palabras, a veces a todo volumen, otras sólo como un sonsonete o un run run que no para y que no saben cuándo parará o si acaso algún día se detendrá y que incluso ya no saben si quieren dejar de escucharlo, aunque eso significara estar por fin en paz y en silencio? Es decir, ¿les ha pasado?

miércoles, 15 de octubre de 2008

Oktober

Ojalá todo el año fuera Octubre. Cielos azules, viento frío, sol.

viernes, 10 de octubre de 2008

No sé a ustedes, pero a mí...

Me saca de onda que los mismos periódicos que hablan de la crisis estén plagados de anuncios de bancos y agencias automotrices que quieren vendernos sus productos a como dé lugar.

jueves, 9 de octubre de 2008

Atchú-ju

Soy alérgica a las mañanas.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Vencedores y vencidos.

En breve —esto es, en cuanto me tome un descanso—, escribiré mis impresiones sobre la representación de La Orestiada que vimos anoche en el Julio Castillo, a cargo del Deutsches Theater. Gran cosa. Gran, gran cosa. Mucha sangre, crímenes y venganzas y más crímenes y más sangre y pisos resbalosos por la sangre y cuerpos desnudos y brillantes por la sangre que caía en cascadas desde los altos cielos de los héroes y las heroínas que mueren envueltos en sangre como la sangre de los mortales pero más roja y más brillante su sangre.

Pero, como dije, antes tengo que seguir trabajando. Luego escribiré, porque no es poco lo que quisiera decir.


Fotografía de La Jornada.

Tun, leiden, lernen.
Tun, leiden, lernen.
Tun, leiden, ...
Tun, ...
...

Frieden für immer.

¡Frieden für immer!

martes, 7 de octubre de 2008

Curiosidad infantil

—Mami, ¿qué es sexy?

Silencio.

—Mami, ¿qué es sexy?

Miradas de los pasajeros hacia la mujer y su hija, una niña de cinco o seis años. Respuesta inaudible de la madre. Mi curiosidad crece, segundo a segundo. De manera imperceptible, sonrío. Me pregunto, qué habrá contestado esta señora.

—¿Atractiva? ¿Y qué es atractiva?

Casi es momento de abandonar el trolebús. Espero que conteste antes de apearme.

—Aaaaaaahhh.

El misterio sólo puede ser revelado a los sexys de corazón.

Esquina bajan.

lunes, 6 de octubre de 2008

Río.

Había tanta agua
que incluso se mojaron mis recuerdos de Torreón.



jueves, 25 de septiembre de 2008

Saint Christopher of the Houses

Partiremos con rumbo cierto, a respirar los vientos frescos del sur. Pasearemos, escucharemos a mi tía tocar el cello, buscaremos a Marcos para tomarnos una foto con él, mercaremos alguna artesanía del lugar o iniciaremos una colección de blusas bordadas. De ser posible, nos asolearemos. Comeremos bien y en eso nos regocijaremos. Seremos dichosas por unos días. A nuestro regreso, procuraremos continuar así.

Auf Wiedersehen!

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Estoy leyendo...

En lo que instalo algún gadget pertinente en mi blog, haré el comentario (y anuncio gratuito para la Editorial Almadía) aquí.



Estoy leyendo Punks de boutique (Archimondain jolipunk), del así llamado Camille de Toledo. Los comentarios sobre el contenido y la experiencia sensorial aneja a la lectura (que comienza con el coqueto diseño de la portada y la camisa con que la vistieron (nunca mejor dicho), así como su separador desprendible) quedarán para después. Por ahora, lean mejor las pendejadas que digo yo, un post más abajo.

* La recomendación se la debemos al despotricador de Gensollen.
** Los colores del libro van bien con Los falsos camaleones. Eso me gusta.
*** El diseño de la portada es de Alejandro Magallanes.
**** Esta semana conocí una parte de la interminable imprenta donde hicieron este libro, entre muchos, muchísimos más.

martes, 23 de septiembre de 2008

No temas, o las pendejadas que digo yo.

Antes de que se abriera esta ventana en mi explorador Mozilla Firefox 2.0.0.16 —decidí retroceder un escalafón en la interminable sucesión de versiones, dado que la 3.0.algo tenía serias fallas cuando de servir para algo útil se trataba... Decía que antes de estar con el cursor en esta parte de la pantalla —cosa que no dije con esas palabras porque me dio por hablar de tecnicismos del software, quizá por un afán de contar algo sobre lo que había pensado días atrás o quizá sólo por usar una manera diferente de comenzar a escribir...

Antes, pensaba escribir aquí sobre el miedo. El miedo de, digamos, Camila —por ponerle un nombre al sujeto que teme. Iba de regreso a su casa —ella, nuestra hipotética Camila, que se hizo suya (de ustedes) desde que la concebí y la planté en este relato del cual no sabemos si es crónica o narrativa de ficción, pero que (ustedes) están leyendo, con ganas o sin ellas, por hábito o sólo mientras se ponen a trabajar... Pff. Ella iba de regreso a su casa cuando, en un alto sobre la avenida, vio dos patrullas con sus luces de discoteca bicromática. Luego afiló la mirada y distinguió a los sujetos encapuchados que viajaban en la parte trasera del vehículo. Sostuvo ahí su flechazo visual sólo para advertir que el tipo de la derecha parecía dormitar —en pleno ejercicio de sus funciones públicas— mientras que el de la izquierda —el siniestro, cual debe ser— hacía algunos giros con algo que sostenía en su mano. Un arma corta. De fuego. Seguramente cargada y, en el mejor de los casos, con el seguro puesto. Entonces fue cuando Camila temió —no a ti, amable lector, sino que sintió en su pecho los calambres típicos del sentirse sorprendida por un fenómeno que sobrepasa nuestra capacidad de "estar en control o dominio de la situación".

Como un gatillo intangible, la imagen disparó una cascada de emociones y pensamientos en el interior de, ¿cómo es que la habíamos llamado? Claro: Camila. Ella continuó su camino, tratando de... No se sabe bien qué trataba ella, porque ni ella tal vez lo sabía. Intentaba/, por decirlo de algún modo, olvidándose del objeto directo que reclama cualquier verbo transitivo. La acción está por encima de toda gramática, pienso ahora al escribir esto. Cuántas veces no nos encontramos a nosotros mismos así, violando las reglas más elementales de la sintaxis en el núcleo mismo de la acción que da lugar a las manifestaciones verbales. ¿Cuántas? No lo sé. Iba a ser una pregunta retórica, hasta que me surgió la duda de si verdaderamente eso puede ocurrir. No lo sé.

Camila se distrajo, entonces, pensando en otras cosas. Tonterías. Fruslerías, diría alguien con mayores pretensiones literarias que yo. Nimiedades, escribiría algún otro. Pendejadas, digo yo. Francas y llanas pendejadas le cruzaron por la mente cuando se vio en el espejo, convertida en fantasma, con cicatrices de barros exprimidos en la frente. Pedazos de ideas, fragmentos de argumentos para un cuento o novela corta, polaroids de personajes que podría inventar o invitar a la existencia. Pendejadas, digo yo.

Después ya no supe qué fue de la tal Camila. Imagino que se habrá encerrado en su habitación, previa ingesta de algún alimento no necesariamente nutritivo. Me la figuro hablando sola o con su hipotética mascota —un felino de raza espuria, pardo como todos lo somos de noche— y leyendo bajo la luz ambarina y de bajo voltaje de su lámpara. Aunque, la verdad sea dicha, todo esto no es más que una mera suposición. Yo sólo iba a escribir sobre el miedo y terminé con toda esta paja encima. Menos mal que lo advertí desde el principio.

No temas, pues, que sólo Judas temió.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Galletitas de la suerte.

Galletita 1: "You will have good luck and overcome many hardships".

Galletita 2: "Soon you will be sitting on top of the world".

Pf, engordar vale la pena. Me sentaré, con toda mi redondez y mi obesa figura pletórica de galletitas de la suerte, sobre la cima del mundo. Nomás espero no rodar cuesta abajo.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Tan encarrerado andaba el ratón, que se estrelló en la pared.



Y como ya me ganó la nostalgia, pues ya de plano dejo esto aquí. El primer corrido se llama "La Filomena", ignoro por qué; todo mundo lo canta así: "Torrióooooooon, Torrióoooooooooon", y yo le sigo con un "tadatatáta tadatatáta tadata tátata ta tatá".

Al final, no podían faltar, fotos del Llantos Laguna —perdón, qué digo, quise decir Santos. También por los últimos segundos, una mala imagen del Teatro Isauro Martínez, joya arquitectónica y parte medular de mi amor por el ranchito. Antes, muchas, pero muchas fotos del horriblísimo Cristo de las Noas —nada personal, pero, vamos, además de ser copia, está feo. Faltan fotos del Museo Arocena, pero sí hay del Canal de la Perla y del Teatro Nazas. También hay una de la vez pasada que soltaron el agua de las presas. Ah, claro, no podían faltar las fotos de nuestros dos gloriosos y casi-casi primer mundistas centros comerciales, de ésos que hasta tienen escaleras létricas, puertas que siabren solitas, máquinas pa'pagar el estacionamiento desdiantes y chingaderas por el estilo, ¿cómo ve?

Ah, Torreón. Creo que ya te extraño, pinche Torreón. Extráñame tantito más en lo que me animo.

Una espina muy larga, que arranca la piel al salir.



Ya encarrerado el ratón, me dio por buscar en YouTube algo sobre la canción cardenche, originaria de allá por los rumbos del norti. Todo lo explican los señores del video. La bandada de pájaros del final es sublime.

Luego, Juan Pablo Villa —flanqueado, como suele pasarle a estas personas, por casi el mismo número de seguidores y de detractores— viene y hace esto. Hay quienes piensan que es genial. Para otros, es una desgracia que el señor se haya "atrevido" a hacer su versión de una canción cardenche. Omitamos los juicios. Escuchen. Aunque, a mí, la pieza que me hace llorar es Yo ya me voy a morir a los desiertos. Puff.