jueves, 29 de marzo de 2007

Busco fan de Spiderman

Amén de hacer una bonita rima, posteo el siguiente anuncio parroquial:

SE SOLICITA FAN DE SPIDERMAN
Edad: indistinta.
Sexo: que no sea indistinto, por favor: azul o rosa... o con angry inches, pero todo bien definidito.
Manejo de Word, dominio de las palabras (que mínimo sepa que 'a ver' y 'haber' son dos cosas distintas, y que 'o sea' se escribe separado), conocimiento de las películas anteriores de Spiderman y, de ser posible, del comic.
Fans from hell son bienvenidos.

Interesados, comunicarse con Migo.

martes, 27 de marzo de 2007

Daun. Yo a ti, tú a mí. La serpiente con sangre partiendo un lápiz sigue aquí, ¿sabes?, sobre un papel arrugado. También algunas imágenes, unos recuerdos ociosos que no aportan nada a la historia de la humanidad (unos pantalones rosa entallados, un vestido amplio, un toquín en la prepa, las escaleras que subían a tu cuarto... la dirección precisa del lugar donde vivías allá en el cerro, aquél con las paredes pintadas que parecía kindergarden... y una sopa de cebolla que se enfría hasta quedar muerta en el desagüe, y tu rabia, y mi desdén, y todo eso que se fue a la mierda desde entonces, pero sobre todo cuando en diciembre, hace unos meses, él se murió). Todo en pedazos, revoloteando en mi cabeza y agitándose, como se agitaban tus pelos en Boca del Toro. Todo se fue a la mierda, pienso... nueve años después. La última carta, en hojas amarillas, numeradas del uno al cuatro, escritas a lápiz por ambos lados, con insultos subrayados y palabras recalcadas: esa carta la tiré, la rompí, la deshice y posiblemente hasta la quemé. No recuerdo qué decía, pero casi podría olerla. Se fue junto con otras, muchas, con todas ésas que escribiste cuando empezaste a quererme en serio, cuando me fui y te quedé ya muy lejos. Entonces sí, con timbres postales y mi dirección centrada al frente de un sobre delgado, escribiste 'teamos' que sabían a sandías, y poemas iluminados à la Rimbaud, y largos y detallados recuentos de tus días, ésos que en el metro no me platicabas porque, decías, jamás entendería. Seguro que jamás entendería. Sigo sin entender, mientras una mariposa mentada en alguna de las últimas tus cartas -donde ponías 'textraños' como quien pone flores en un jarrón, pero más abigarrado- sale volando desde las páginas oxidadas de algún libro de álgebra elemental. Si veo tus ojos, todavía, podría decir 'daun'. Pero tú no entenderías. Jamás entenderías.

viernes, 23 de marzo de 2007

Más noticias

Hoy acabó -por fin- el maldito cierre de la revista. Una semana tarde. Muchas angustias después de lo previsto. Pero lo logramos... todos nosotros... ese equipo fantástico que formamos... todos... nosotros. Sí, eso, todos. Bueh, eso no importa demasiado. Pasemos a otros asuntos.

A veces quisiera escribir. Y a veces incluso lo hago. Pero a veces quisiera escribir algo más que simples reseñas de películas. A veces quisiera escribir algo grande. Pero entonces descubro que me falta todo para hacerlo. Y me deprimo un poco. Luego me duermo y al día siguiente no recuerdo nada, y me pongo a trabajar en la revista, haciendo reseñas de simples películas. Y así paso la vida, hasta que ella me llama y me dice que está esperando, y decido que lo mejor que puedo hacer es dejar esto por la paz, dejarlo todo, y salir para encontrarla. Así que eso haré justo ahora que ella ha llamado y me ha dicho que está esperando en Poussin y ésta mi calle.

Noticias

Qué hueva escribir. Chau.

viernes, 16 de marzo de 2007

(ejercicio 1)

Finalmente una noche despejada, pensé. Y lo agradecí. La cena para nosotros se servía en el patio, a cielo abierto.

Lo tomé de la mano y apreté fuerte, mientras sonreía a diestra y siniestra, fingiendo sinceramente. 'No quiero estar aquí', pensé. ¿O se lo dije? Él volteó con una de esas miradas bonachonas -still patronizing- que me hacen sentir como una mascota en proceso de entrenamiento. El traje Burberry de Pablo rozó mi mejilla derecha. 'Buenas noches, prima, buenas noches, mua mua'. Andrés no lo supo, pero en ese momento empezó a hervirme la sangre desde los pies hasta el vientre, y ahí se atoró y ya no quiso seguir circulando. Solté su mano firme para avalanzarme sobre la copa de vino que se aburría a veinte centímetros de mí. Di un trago largo y precipitado. Pelo perfectamente engomado, castaño oscuro, rostro alabastrino de facciones recortadas, sonrisa discreta pero amplia. Pablo.

- ¿Qué no estabas en Barcelona?
- Madrid... Llegamos anoche.
- ¿Vienes con...?
- Mi esposa.
- ... así que te casaste.
- Hace tres años.
- Cómo pasa el tiempo.
- Sí.
- Ella se llama...
- Como tú.

En un rápido escaneo a mi alrededor, vi que todos seguían entretenidos en la anécdota del muerto que contaba Diego. Para variar, Andrés había dejado la mesa y se había ido a platicar con los de adentro. Si hubiera sabido con quién y de qué estaba yo hablando, me hubiera llevado con él. Pero escucharme es un deporte que él no practica entre semana.

- Vaya coincidencia.
- Mjm.
- Sí...
- Y tú, ¿a qué te dedicas?
- Yo, nada, ya sabes. Lo de siempre: la oficina, los libros, la universidad.
- Te estuve esperando dos años.
- Eh, bueno, yo...

'Ya me quiero ir', y esta vez estoy segura que lo pensé, porque no tenía a nadie a quién decírselo en ese momento. Deslizó su mano bajo el mantel. Estaba a punto de rozar los confines de mi falda cuando Edgar soltó una carcajada histérica, justo en el momento que Diego contaba aquel detalle del ombligo del muerto. Los dos sonreímos por instinto de supervivencia, pero cuando volteé a verlo me encontré de lleno con su aliento.

- ¿Cómo llegaste?
- En... taxi - titubeé, mentí.
- ¿A dónde vas?
- A mi casa.
- ¿Dónde?
- En el sur.
- Vamos.
- Pero...

Iba a objetar que Andrés seguía adentro, que yo no podía irme así, sin despedirme, que la fiesta apenas comenzaba, que alguien seguramente se daría cuenta de lo que estaba pasando. Pero en cuanto logró -porfin- meter los dedos entre mis muslos, y sentí el frío acero de su argolla matrimonial recorriéndome la piel de erizo, mi mano temblorosa se arrastró sobre el mantel almidonado. Cuando llegó a la copa y tocó los bordes lisos y humedecidos, unas manos me tomaron de los hombros. 'Vámonos miamor', soltó Andrés y me soltó.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Quaestio disputata de eliminatione

A veces le pido a Dios que me elimine. Select, delete, puff. De un golpe. Pero no me hace caso. Esto podría deberse a alguna de estas tres razones principales:

1. Dios no me elimina porque no me escucha. Esto, a su vez, puede deberse a varias causas. La primera, porque no hablo lo suficientemente fuerte, o bien porque él tiene problemas de audición. La segunda, porque Dios habla un idioma que no conozco, o yo uno que él no conoce. La tercera, porque todo el mundo le está hablando al mismo tiempo, y lo único que alcanza a percibir es un ligero rumor de lenguas confundidas.

2. Dios no me elimina porque, aunque me escucha, no considera que esto sea una buena opción. Esto puede deberse a varias razones. La primera, porque piensa que mi existencia sirve para algo, así sea para ocupar un espacio que, de no ser por mí y las muchas cosas que he ido acumulando en mi vida, se vería muy vacío, y por ende, feo (porque el espacio vacío sólo va bien con Peter Brook, que será buen director de escena, pero no es Dios). La segunda, porque piensa que mi existencia no sirve, pero tampoco ocasiona ningún perjuicio, y así se evita él la molestia de desaparecer a alguien del mapa. La tercera, porque no tendría dónde ponerme si me eliminara (aunque todavía queda por demostrar si aquello que Dios elimina va a alguna parte o a la nada). La cuarta, porque piensa que no lo digo en serio.

3. Dios no me elimina porque no existe.

Ahora bien, parece que Dios existe (como ha demostrado el Aquinate en no pocos lugares de la Summa Theologica). Luego, tendremos que saber si Dios no me elimina porque no me escucha o porque considera que no es una buena opción hacerlo.

lunes, 12 de marzo de 2007

Lo siento.

No sé exactamente cómo o por qué o cuánto. No tengo básculas para pesar esto ni sé si se pueda empacar para enviarlo. Sólo sé que cuando digo 'lo siento' es porque de veras lo siento. Y ahora lo siento: algo que camina desde el ardor de mi oreja derecha hasta el cubículo vacío entre mis costillas. Una molestia, un dolorcito apenas. Lo siento. Vaya, sí lo siento.

Y lo demás es silencio

Mis manías.
Mi soledad.
Mi depresión de domingo por la tarde.
Mis arrugas.
Mi ironía fuera de lugar.
Mis chistes tontos.
Mi cicatriz en el pómulo izquierdo, debajo del ojo.
Mi gata que duerme todo el día.
Mis pants con elástico.
Mis playeras souvenir.
Mis libreros sobrepoblados.
Mi refrigerador vacío.
Mi celular sin crédito.
Mis pendientes.
Mis prisas.
Mi ropa sucia.
Mi closet con humedad.
Mis recuerdos estériles.
Mi egoísmo.

Todo esto se quedó encerradito, bajo llave, en un cajón. Otra vez. Haré de cuenta que fue sólo una noche, que no debo recuperarme de nada, que nada me duele, que nada me importa. Si lo pienso mucho, si lo digo fuerte, si lo repito tres veces, si hago planas con esto, tal vez lo crea. Pero. Tal vez lo crea.

Puro silencio puro.

(Aunque la verdad estoy algo triste.)