miércoles, 27 de agosto de 2008

Los mil cuatrocientos recuerdos de su abuela.

Es un texto que estoy escribiendo. Lo empecé ayer. La idea vino mientras avanzaba sobre Periférico, desde Tecamalejos hacia mi casa, con un navío-navío-cargado-de...

Y... ahora estoy cansada. Casa llena. Si conecto el home run, ganaré el partido.

Éste es un post críptico, jeje.

sábado, 23 de agosto de 2008

Desdoblamiento

- Tinajero, nadie te extraña.
- Vaya, tal parece que así es.
- ¿No te importa?
- No.
- Ah, pues... qué bien.
- Sí.

Tinajero se rascó la entrepierna y luego se estiro, con las manos amarradas, arqueando el torso y bostezando sonoramente.

- ¿De verdad no te importa?
- ¿Qué?
- Que nadie te eche de menos.
- Tú me echas de menos. Eso es suficiente.
- Pero yo... Quiero decir, tú y yo no somos...

Tinajero me miró con un rostro que quiso ser inquisitivo, pero que se quedó en el esbozo.

- ¿No somos...?
- Tú sabes.
- No.

Una mosca pasó volando cerca de su mejilla. Lanzó la mano directamente contra ella, quiero decir, contra su mejilla. La mosca se posó en mis cabellos.

- ¿A dónde vas con todo esto?
- ¿Con qué?
- Tus comentarios.
- A nada. Fue una idea que cruzó por mi cabeza.
- Vaya.

Un leve reacomodo de la mosca llamó la atención de Tinajero. Esta vez, el golpe se estrelló en mi frente.

- ¿Qué te pasa?
- Tenías una mosca.
- No, quiero decir, ¿qué te pasa?
- Nada. El tedio.
- No has salido a la calle.
- No he hablado con nadie.
- Te desconectaron el teléfono.
- El refrigerador está vacío.
- Y ni así sales de esta pocilga.
- No.

Tinajero se levantó. Cuando me dio la espalda, vi que la tela de sus boxers se había metido entre los pliegues de su trasero. Volteé hacia la ventana.

- ¿Qué te pasa?
- No pienso pagarte para que me psicoanalices. Estoy bien.
- No es psicoanálisis.
- De cualquier forma.
- Como quieras.
- Sí.

El refrigerador no estaba, como había dicho Tinajero, completamente vacío.

- ¿Quieres?
- ¿No caducó hace un año?
- Muy ingenioso, eh.
- Sí quiero.

Bebimos cervezas en silencio. El silencio se convirtió en noche. La noche se convirtió en bostezos. Nos quedamos dormidos en los sillones de la sala. Al amanecer, me despedí de los falsos camaleones y me fui.

viernes, 22 de agosto de 2008

La muerte, el amor, las fronteras.

Un libro, una obra de teatro, una película.

La relación temática entre los tres es, de entrada, inexistente. Sólo coinciden en mí.

La verdad es que, bien mirado, todo coincide en mí. Las coincidencias externas son una suposición mía. Yo pienso que tal o cual cosa se relaciona con aquella otra, pero... pero.

Hoy terminé de leer Las intermitencias de la muerte, de José Saramago (*). La historia de este libro, de cómo llegó a mis manos y cómo empecé a leerlo, es curiosa, memorable. Aura me lo regaló. En la primera hoja, con fecha del 6 de enero de 2006, escribió: "Mi querida María: nunca te he hecho un regalo, y no es que me haya nacido hacertelo, simplemente me encontre este libro tirado en el asiento de Al lado en el autobus que viajé. (Je-Je) Y como no se quien demonios es José Saramago, ni me interesa saber que chingadamadre contiene este libro, mejor se lo obsequio a una gran persona que me a ayudado a tener un poco mas de estabilidad en mi vida diaria" (respeto por completo la ortografía del original).

Aura es, amén de una gran actriz, una persona encantadora. Recuerdo mi primer encuentro con ella, cuando, tras la inminente presentación de cada uno de nosotros en el grupo de actuación, me dijo, con toda franqueza, algo parecido a lo siguiente: "Así que estudiaste filosofía, eh. Yo nunca le entendí a mis clases de filosofía, jaja". Y siguió con la plática, a pesar de mi silencio, ocasionado por la timidez de los primeros días de socialización.

Pero ése no es el caso ahora. Lo que quiero decir es que Las intermitencias de la muerte es quizá, pese a todas mis reticencias iniciales, el mejor libro que he leído del escritor lusitano. Desenfadado, circular, irónico, sarcástico... Saramago elabora aquí una historia de 274 páginas (en la edición de Alfaguara) que transita de un fenómeno social —y anónimo— a uno individual, personal —aunque todavía anónimo. Al cruzar el umbral de la última página, resonaba una frase de "Al lado del camino", canción de Fito Páez. Lean la letra completa, escuchen la rola. A mí me recuerda a Poncho, con sus rulos revueltos exudando adrenalina. Me recuerda caminatas solitarias por la ciudad. Me recuerda a mí. Todo, como dije al inicio, coincide en mí.

Me gusta estar al lado del camino,
fumando el humo mientras todo pasa;
me gusta abrir los ojos y estar vivo,
tener que vérmelas con la resaca...
Entonces navegar se hace preciso
en barcos que se estrellan en la nada,
vivir atormentado de sentido
creo que ésta, sí, es la parte más pesada.

En tiempos donde nadie escucha a nadie,
en tiempos donde todos contra todos,
en tiempos egoístas y mezquinos,
en tiempos donde siempre estamos solos,
habrá que declararse incompetente
en todas las materias del mercado,
habrá que declararse un inocente
o habrá que ser abyecto y desalmado.

Yo ya no pertenezco a ningún istmo
me considero vivo y enterrado
yo puse las canciones en tu walkman
el tiempo a mí me puso en otro lado.
Tendré que hacer lo que es y no debido
tendré que hacer el bien y hacer el daño
no olvides que el perdón es lo divino
y errar a veces suele ser humano.

No es bueno hacerse de enemigos
que no estén a la altura del conflicto
que piensan que hacen una guerra
y se hacen pis encima como chicos
que rondan por siniestros ministerios
haciendo la parodia del artista
que todo lo que brilla en este mundo
tan sólo les da caspa y les da envidia

Yo era un pibe triste y encantado
de Beatles, caña Legui y maravillas,
los libros, las canciones y los pianos,
el cine, las traiciones, los enigmas,
mi padre, la cerveza, las pastillas,
los misterios, el whisky malo,
los óleos, el amor, los escenarios,
el hambre, el frío, el crimen, el dinero y mis diez tías
me hicieron este hombre enreverado.

Si alguna vez me cruzas por la calle,
regálame tu beso y no te aflijas;
si ves que estoy pensando en otra cosa,
no es nada malo, es que pasó una brisa:
la brisa de la muerte enamorada
que ronda como un ángel asesino,
mas no te asustes, siempre se me pasa,
es sólo la intuición de mi destino.

Me gusta estar al lado del camino,
fumando el humo mientras todo pasa;
me gusta regresarme del olvido,
para acordarme en sueños de mi casa:
del chico que jugaba a la pelota,
del cuatro-nueve-cinco-ocho-cinco...
nadie nos prometió un jardín de rosas,
hablamos del peligro de estar vivos.

No vine a divertir a tu familia
mientras el mundo se cae a pedazos.
Me gusta estar al lado del camino,
me gusta sentirte a mi lado;
me gusta estar al lado del camino,
dormirte cada noche entre mis brazos...
Al lado del camino,
al lado del camino,
al lado del camino,
(es más entretenido y más barato)
al lado del camino,
al lado del camino.

Y así, como todo, como esos ríos inumerables que confluyen en mí, mi pensamiento se convierte en una ola y se desliza en las arenas del siguiente recuerdo: Encuentro de claridades, una obra basada en los libros Jugo de naranja, de Carmen Villoro, y El primer trato de cerveza y otros placeres de la vida, de Philippe Delerm; un espectáculo dirigido por Sandra Félix, con las actuaciones de Mauricio García Lozano y Úrsula Pruneda.

Sea de lo que sea que trate esta obra, a mí me llevó al pequeño y escondido lugar donde vivo yo, al margen de todos ustedes: ese espacio donde me hablo y me contesto en una lengua privada, que sólo yo entiendo y que no quiero explicar. Pensé en las relaciones de pareja, en el amor, el romance, la conjunción de soledades, de anhelos, de necesidades y deseos. Pensé en cosas que no he tenido y que extraño con una saudade difícil de verbalizar. Pensé, pensé. Pero la saudade es más que pensar: es sentir, dolerse, estremecerse por dentro y seguir respirando, esta vez con todos los poros abiertos de la piel. Las cosas que no tuve, que vi, que en algún momento añoré y que ya no añoro pero aun así echo de menos, como algo que nunca me perteneció pero que me hubiera gustado poseer. Como la herencia de algún vecino. Como un hermano mayor. Soy la lente de una cámara que registra pedazos de vida. Soy un celuloide, sensible a la luz y altamente inflamable.

En alta mar, flotando a la deriva así, en una insomne noche de agosto, contemplo las estrellas en mi cielo mental y recuerdo... Auf der anderen Seite. La muerte, el amor, las fronteras. Todo confluye aquí. Aquí, en mí. Fuera de mí, el mundo existe, convulso, caótico, incierto. En mí, con pensamientos que no requieren de palabras, la armonía se establece y vuelvo a escuchar a un pibe que se siente feliz, igual que yo, al lado del camino.



(*) Olvidé mencionar que, además de la excelente experiencia literaria, descubrí que me gusta la portada del libro. Conforme uno avanza en la lectura, la imagen va cobrando sentido. Todavía tengo tanto que decir sobre esta obra... Ya habrá tiempo.

jueves, 21 de agosto de 2008

Auf der anderen Seite




- ¿Cuántas veces nos habremos cruzado antes de conocernos?
- En nuestro caso, por lo menos una.

De Fatih Akin me gusta todo. El sentido del humor no exento de violencia; la violencia no exenta de sentido del humor. El papel importantísimo del destino, a quien le gusta emigrar de Turquía a Alemania o viceversa, e incluso de regreso otra vez. Las tragedias sin rodeos: si tal personaje ha de morir, lo hará del modo más directo, menos romántico y rebuscado (pum, you're dead). Incluso me gustan las cejas pobladas del actor-guionista-director, nacido en Hamburgo de padres turcos. En pocas y muy coloquiales palabras, este tipo es la neta. Y sólo tiene 35 años.

Auf der anderen Seite, que literalmente podría traducirse como "Al otro lado" y que en muchas partes titularon como "A la orilla del cielo", es una típica historia de Akin, con todos los elementos que ha mostrado en sus dos películas anteriores, Im Juli. y Gegen die Wand ("Contra la pared"): un romance central (siempre marcado desde el inicio por la catástrofe), personajes turco-germanos, expediciones de búsqueda de un lugar a otro, cadáveres itinerantes y una tragedia inminente que culmina en la anagnórisis final del protagonista. La estructura dramática es, pues, esencialmente la misma en los tres casos. Sin embargo, al variar las peculiaridades de los personajes, las historias cambian de color.

Im Juli. tiene el sabor dulzón de la primera vez: es la historia de un chico que busca su "media naranja", y que sólo al final de la travesía se da cuenta de que todo el tiempo ha viajado a su lado. Gegen die Wand, con sus intentos de suicidio y sus venas cortadas, su éxtasis alcohólico y sus ceniceros rotos sobre la crisma de algún cristiano, parece todavía un manifiesto adolescente, aunque la realización de dicha película sea de óptima calidad.

Auf der anderen Seite es la maduración de todo lo anterior. Los temas son los mismos (la vida humana se reduce a pocos, que se repiten incesantemente): el amor, el origen, la familia, el destino, la herencia. Sin embargo, el tratamiento que hace Akin es extraordinario. A mi parecer, el puerto de llegada es éste: la relación padre-hijo. Es el tema común a las dos o tres o cuatro historias que se entrelazan a lo largo de la trama. Al final, Akin no deja lugar a dudas: el letrero de PHILYOS antes de llegar a la orilla del cielo es más que suficiente para confirmar sospechas. Nada se resuelve de manera contundente, tal como nos ocurre a diario. Nada se resuelve, porque el mundo es un cúmulo de problemas sin respuesta.

- ¿Cuántas veces nos habremos cruzado antes de conocernos?
- Deja tú eso: ¿con quiénes nos estaremos cruzando justo en este momento, sin darnos cuenta? Bien lo decía una lectora de este blog: nuestras vidas están unidas por los hilos invisibles del destino.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Older, better, faster, stronger

He recibido pocos pero constantes reclamos, no de varios sino de una sola lectora de este blog. ¿Qué decir? Nada. Podemos adjudicar el silencio a la edad, pero me inclino más a suponer que se trata de otra cosa. Dispersión mental. Náusea existencialista. Descuido, desgana. Abulia. Pasmo. O todo lo contrario. Enajenación olímpica. Congresofilia. Inicio de clases. Lo que sea.

...

Todavía no sé qué escribir.

martes, 5 de agosto de 2008

Treintajero

Cuando era muy niña, pensaba que a los veinte sería muy vieja. Cuando cumplí veinte, me di cuenta de lo bien que se sentía tener esa edad, pero continuaba pensando que pronto sería una anciana. Los treinta... Para esa edad, esperaba por lo menos haber escrito un libro, haber actuado en un gran teatro, haber hecho algo por la sociedad. Si no lo conseguía, pensaba que me sentiría fracasada.

Hoy tengo treinta. Y sí, aunque no es exactamente como me lo había imaginado, estoy contenta. Ya escribí un libro junto con una de mis mejores amigas. He pisado varios escenarios, siempre con muchísimo gusto. Doy clases en una preparatoria donde lo único que me importa es compartir la alegría de vivir con mis alumnas. Tengo treinta y estoy bien.

Gracias a su preferencia, Tinajero continúa ofreciendo sus sonrisas en éste, su blog amigo.

lunes, 4 de agosto de 2008

Hermanos umbilicales


Just for fun. My very own b-day present.