Cuando Tinajero se levantó al baño, tuvo un momento para respirar, para alejarse del tumulto de ideas que se agolpaba en su cabeza como si se tratara de una manifestación de proletarios maltratados (y es que Tinajero había descuidado a tal punto sus ideas que éstas sufrían bajo el yugo de unas categorías aplastantes). El frío de las baldosas se clavó en la planta de sus pies. Motivado por esta sensación, o quizá por los ánimos revolucionarios de alguna idea remanente, Tinajero recordó el título que había pensado para la columna de algún periódico: "Cosas que veo a diario". Enlistó los siguientes elementos, a sabiendas de que luego eliminaría o editaría unos cuantos:
- Militares
- Niños que piden limosna
- Limpiaparabrisas
- Choques o rastros de choques
- Vehículos de la policía
- Sangre (real o fotografiada)
- Mis manos
- El cielo
- Perros o gatos muertos en alguna avenida grande
- Infracciones de tránsito
- La página en blanco
- Banquetas irregulares
- Construcciones
- Destrucciones
- El cadáver de un falso camaleón
Llegando a este punto, Tinajero jaló la cadena y el agua se llevó sus orines diluidos. Con pasos vacilantes, regresó hasta su silla, nuevamente convertido en el Sísifo de su propia novela. Se abandonó al abrazo del mimbre mullido y, en menos de cinco minutos, los ronquidos arrullaban a la veintena de falsos camaleones que velaban el cadáver del difunto. La peste ya era insoportable.
jueves, 14 de febrero de 2008
Cosas que veo a diario
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 10:47
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1 comentario:
¿No merecen los falsos camaleones dejar este (su) mundo más dignamente?
Ya murió éste (estúpidamente), pero ¿no podría al menos dejar de pudrirse en público?
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