Era diciembre y nevaba en Montreal. Ella no estaba en Montreal, pero era diciembre y nevaba a lo lejos. En ese diciembre de nieve en Montreal, se levantó por una cerveza, y cuando quiso tomarla pensó: "No tengo cervezas". Su deseo se detuvo. Volvió al asiento. Estaba caliente.
Frente a ella se dibuja una figura. Humana. Femenina. Atrozmente femenina. Mira. Voltea por lo bajo. "No tengas miedo", murmura. Y no, no es miedo lo que tiene. Es algo distinto. Algo enteramente distinto.
Un calor vertical le sube por la nuca. Un calor abrasador, intangible. La mirada que no la mira le está punzando. Dónde o cómo le está punzando es algo que ella no podría decir con certeza. Se revuelve en el asiento. Sube las piernas, pone sus brazos alrededor de las piernas, acaricia sus piernas. Desnudas.
Por instantes, es ella quien desea, quien voltea por lo bajo. Pero se esconde. Ella no es ella. Las luces centellean en la habitación. Ella no existe. Mientras, en Montreal, caía la nieve.
lunes, 3 de diciembre de 2007
Primera aproximación
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 13:47
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