lunes, 3 de diciembre de 2007

Tinajero interruptus

Tinajero movió la mano derecha con una cautela exagerada. El aire se había estancado, y con él los sonidos. Los falsos camaleones dieron dos pasos atrás. ¿Cómo habían llegado a esta situación? No lo sabían.

- Olvídate de mí.
- ¿Qué mierdas estás diciendo?
- Que me olvides.
- No puedo.
- Trata.
- No quiero.
- No seas pendejo.
- Sí lo soy.
- Ya lo sé.
- Vete a la mierda.
- Nunca he salido de ahí.
- ¿Qué estás diciendo?
- Eso.
- ¿Y yo qué?
- ¿Tú qué?
- ¿Soy mierda?
- ¿Qué?
- Me oíste.
- No entiendo.
- Olvídalo.
- Estás mal.
- Ése no es tu asunto.
- Tú no decides qué es o no es mi asunto.
- Jm.
- Jm, ¿qué?
- Nada.
- Quieres que me vaya.
- No.
- Me lo estás diciendo.
- No.
- Me voy.
- Adiós.

Se giró sobre su eje. Schrj. La falda lengueteaba sus piernas glaseadas por el fino polvo del desierto. Pero no se movió.

- ¿No te vas?

La mano de Tinajero se había posado sobre la Glock 9 mm con una confianza propia de las mariposas. Siete pares de ojos presenciaban la escena, y mientras los derechos enfocaban a Tinajero, los izquierdos se ajustaban perfectamente para mirarla a ella. Ella, por otra parte, no hubiera podido definir en qué lado de la discusión estaba situada, y en su disléxica concepción del mundo, le daba exactamente igual.

Un momento antes, sólo un muy pequeño instante atrás, se habían besado. Tinajero había surcado los abultados labios carmín con una lengua desnuda de lenguaje. Con una mano, y otra después, se había prendado de sus prendas como un maquech mal amarrado. Hurgó debajo de la blusa para que sus yemas pastaran en aquel florido vientre. Tinajero era un desierto en medio del desierto, con el sol clavado como estaca en su propia anatomía. Tinajero sintió algo, y en un acto reflejo, lo llamó amor.

Ella seguía de pie, un mástil sin hundirse después de aquel naufragio. Tinajero quiso humedecer sus córneas con un breve parpadeo, pero se lo impidió un dique de pequeñas rocas arenosas que se había formado en su membrana ocular. Quiso, entonces, ponerse cómodo en aquella incómoda situación: quiso salirse con la suya.

1 comentario:

Selma Sultana dijo...

El amor es un acto reflejo.

El llamar amor a ese acto reflejo, puede haber sido una adivinanza o una conclusión, pero no un acto reflejo. ¿o sí?