jueves, 22 de noviembre de 2007

Al buen entendedor

El cuerpo, desnudo, se tiende sobre la cama. Al punto, caen las telas de la ventana y un golpe de luz le sacude el anonimato de la cara. El obturador abre y cierra las fauces para tragárselo, bien sea entero o a pedazos. Como presa destazada. Como carne fresca. Un acto violento, sin sangre.