Después de recibir la madrugadora visita de mi mujer en la cama, me dispuse a ver Muerte en Venecia, de Visconti, como parte de mi rehabilitación (misma que no me detendré a explicar, porque me da flojera y también algo de vergüenza).
Me acordé de Pornografía de Witold Gombrowicz, de la reseña que hizo el Charp sobre La montaña mágica de Thomas Mann, de Sobre el teatro de marionetas de Von Kleist, de Platón, de mis no-conocimientos sobre el romanticismo alemán. Pero sobre todo me dejé contagiar por el hombre, mayor y desahuciado, que enferma al contacto con la belleza de un muchachito de rostro angelical. No sabría qué más decir.
miércoles, 1 de agosto de 2007
Muerte en Venecia
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 22:47
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