Disclaimer: Pura ficción pura.
Palabras como balas pasan zumbando por la escalera de caracol.
- que te mueras, te digo - que te vayas al carajo de una vez
Un lamento agrio, como de peras podridas, viene bajando la estructura metálica, peldaño a peldaño, cayendo en cascada.
- tequiero, tequiero, tequiero
En contrapunto.
- ¡mamadas!
- tequiero
- ¡cállate!
- tequiero
- ¡al carajo!
- tequiero
El cuerpo agujereado, con la piel lustrosa por humedades diversas, baja detrás de la voz que lo anuncia, ronca de tanto estar repitiendo la misma y obtusa cantaleta.
- teamo
- no me mires - date la vuelta - vete a la mierda - haz lo que quieras
- pero...
- lárgate
- yo...
- tú a la chingada
- esque...
- ¡deja de estarme chingando de una puta vez!
Una lluvia de objetos cae por el ojo de la espiral:
un álbum de fotos - y las fotos como mariposas toman vuelo;
una maleta con ropa - y la ropa se escapa en el afán de evitar la caída;
un baúl de recuerdos - y los recuerdos no salen: se hacen añicos al contacto con el suelo.
Un rompecabezas: el amor. Qué ridículamente caen esas piezas, qué irónicamente encajan todas mientras flotan y qué sonoramente se parten la madre al tocar el piso. Qué dolor tan más feo.
- no vuelvas / punto /
Portazo. La cerradura que gira.
Si ésta es la última imagen que habrá de guardar de ella, sería preferible de una vez quemarla.
Silencio.
Otra historia de amor que termina mal. No es novedad.
Pero el corazón marchito de ésta que llora, asida al brazo de cemento de una banqueta resquebrajada, en plena madrugada... Y su vestido blanco, descosido por un costado, tibio y pegajoso, demasiado ceñido al cuerpo para ser la noche de bodas... O sus manitas de fina porcelana, que nunca se habían posado sobre orines de perros y briagos que mean los postes en 20 de noviembre o 5 de mayo o donde sea menester... Con su mirada de princesa azul, sin carroza y sin calabaza... Con un grito naciéndole en las entrañas del sexo virgen, trepando por las paredes del tórax, atorándose en la garganta lacerada, saliendo a chorro:
- ¡No quería casarme con él! ¡No podía hacer nada! ¡Nada! ¿Entiendes? Nada...
Pero es tarde. O demasiado temprano.
El sfuisch-sfuisch de un barrendero anaranjado acaricia el pavimento. Se lleva las fotos (sfuisch), la ropa (sfuisch), los recuerdos (sfuisch) y un zapato ceniciento (sfuisch-sfuisch).
Silencio.
Un auto a la distancia. Sonido de frenos, un claxon.
Silencio.
Dos amigos hablando en voz alta, refiriendo lo buena y sabrosa que estaba la tipa que se ligó uno de ellos en el antro - lo apretada que salió al final - pinche vieja - si se le veían las ganas - ¿qué tal que era un cabrón? - no mames.
Silencio.
Termina de salir el sol. Un madrugador con banda deportiva en la cabeza se acerca al bulto blanco. Modera el paso hasta detenerse frente a - se agacha. Le toca un hombro. El vestido se hace polvo.
Una rata corre despavorida con lo que parece un pedazo de carne roja en el hocico.
Llaman a misa de siete. Campanas por todo lo alto.
miércoles, 23 de mayo de 2007
Noche de bodas
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 23:09
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Im-pe-ca-ble
Éste es mi post (tuyo) favorito. Sí.
Publicar un comentario