Hay un panal en mi pecho, un avispero como el que dice Miguel Hernández que besó cuando la besó a ella, a su ella. Para olvidarme de esa sensación de inquietud y desasosiego, pensaré en otra cosa. A la una... a las dos... y a las... tres.
Hoy me dijo una cabaretera que el arte o era político o no era (disyunción en sentido fuerte). La vi con una sonrisa tierna, y me zambullí por dentro.
No, el arte no siempre es político. Arte y política no van necesariamente de la mano, no son madre e hijo, no dependen el uno de la otra, no se deben nada ni se compran nada ni... ni nada. No siempre. No en el mejor de los casos. Pero todo esto lo pensé por dentro, con mi boquita cuarteada y cerrada, recorriendo en mi mente los apuntes de Estética Filosófica I y II, las teorías sobre la autonomía del arte, la Grosse Fugue de Beethoven, los cuadros de Tiziano (y no me refiero al tal Ferro), el azul Yves Klein (¿qué de política hay en esto?)... Tantas y tantas manifestaciones artísticas tan desprovistas, tan desnudas de temporalidad, tan ajenas al devenir histórico, tan... ajá, tan eso. Porque la condición humana, que es el original que inspira a las artes, es una constante. Mucho interné, mucho jaifai, mucho blackberry y burberry y demás berrys (hasta Jorge Berry), pero la neta, la neta, la edad de piedra no ha salido de nosotros. Ni Edipo ni Lisístrata ni Electra (no Carmen Electra, sino la otra), ni Otelo ni Mac...hjm, BethMac ni Lear, ni Vladimir ni Estragón, ni Blanche DuBois, ni Lucrecia violada son pura y exclusivamente comprensibles a través o a partir de ideologías políticas, ni sirven para entender la lucha de clases ni su putamadre. (Mi argumentación, podrá observar algún lector perspicaz, valió madres a mitad del camino... La intención era buena, nevertheless).
Pero la cabaretera hablaba muy seria, sentada en el piso de linóleo negro, con sus mallas ajustadas y un pecho -que se adivinaba exhuberante debajo de una sudadera verde pardusco- blanco y teñido de pecas y con un par de brillitos reacios todavía adornándole la piel.
- Los cabareteros son el único animal que muerde la mano que los alimenta.
Creo que lo dijo así, con faltas sintácticas, pero dándose a entender. Ah, la cabaretera. No me convence, pero qué bien que se le da eso de apasionarse.
Vamos hoy al cabaret, que actúan las Reinas Chulas y yo quiero reírme a mogollón. Al grito de 'resistencia civil' que enarbolen su bandera los reaccionarios. Ya nada importa, ni nadie. Ni yo. Ni tú.
(Esto de enfrentarme con posturas tan marcadas me preocupa: mi tendencia a hacer lo contrario me empuja hacia un nihilismo peor que el de los amigos del Big Lebowski. Ok, ok, sí importa algo. Importa la belleza. Y la enjundia con que se dicen y hacen las cosas. Y el amor por un cometa Pojmansky.)
En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera arrancar del pecho
pedazos del corazón.
Absolut Calderón
sábado, 5 de mayo de 2007
Noches de cabaret (sábado por la mañana)
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 15:04
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1 comentario:
y qué tal Woody Allen haciéndola de Blanche Dubois en Sleeper, y Diane Keaton haciéndola de Marlon Brando, eso sí que es más universal que Tennessee Williams
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