lunes, 23 de abril de 2007

Coahuila, esquina con Monterrey

La habitación donde duermo, trabajo, me alimento en ocasiones y me recreo con escarceos amorosos es un lugar pequeño pero acogedor, a pesar de las paredes amarillas al gouache, el closet y la puerta verdes y la ventana que da al cubo del edificio, donde suena la bomba del hidroneumático, la televisión a todas horas (ahora, por ejemplo, estoy oyendo Los Picapiedras y un programa mal doblado al español) y los pleitos de Arturo con su mamá. Mi cama está rodeada por libreros, un buró y un escritorio que soporta el monitor de una vieja computadora de, precisamente, escritorio. Los más o menos treinta números de la revista en los que yo he trabajado están mal acomodados sobre otras revistas de teatro mal acomodadas. Hay libros en el piso (particularmente uno de poesía de Octavio Paz: no su poesía, sino poemas traducidos), y a mi derecha, un altero de películas (muchas regaladas, sólo unas cuantas, las mejores, compradas por mí). Sobre uno de los libreros, un reproductor de CD's con alzheimer (olvidó el sentido de su existencia) y una caja roja con forma de corazón que le contiene todo lo que vienen siendo chocolates de san valentín, quizá rancios, quizá no. La maleta con la que viajé a Torreón sigue en tránsito, haciéndome gestos para que me decida ya de una vez a ponerla en su lugar. Otras muchas cosas la acompañan en ese su esperar inútil, estéril, inerte, como cosas que quisieran ser más que cosas, sin lograrlo.

Cajas y más cajas de cartón (compradas en 'tododecartón') atacarán mi habitación dentro de poco, y con sus enormes fauces hambrientas y su fondo reforzado con cinta canela, devorarán mis libros, mis souvenirs y mis papelitos, mi poca ropa, mis modestos discos; arrancarán las sábanas de mi cama, se tragarán mis calcetines y no se detendrán hasta quitarme los pantalones y las bragas; succionarán tan fuerte que incluso yo caeré en sus mandíbulas de celulosa. Esas mismas cajas rodarán por el mundo, y hastiadas de tanta comida, nos vomitarán -a mí y a mis cosas- en un lugar nuevo y fresco, amplio, blanco. Ella abrirá las tapas, con manos suaves, y me colocará sobre su almohada. Me caso.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

PERO ESTÁS LOCA DE TU CABEZA QUIERES DARME UN INFARTO!

Selma Sultana dijo...

¡Felicitaciones a las dos!
Le diré a mi propia maleta impaciente que se ha quedado sola en la espera por regresar a su sitio original.

Guillermo Núñez dijo...

¿No pudiste haber dicho nomás "Me caso" o "Me mudo"?

María Fernández-Aragón dijo...

No. Y sí, acepto felicitaciones de tu parte, Guillermo.

Selma Sultana dijo...

¿Las mías no las aceptas o qué quieres decir? :)