- en la línea... su llamada está siendo atendida... por favor, permanezca...
¿Llegará el día en que nos habremos quejado lo suficiente de la telefonización de la atención al cliente que, además de resultar en una cacofonía, nunca satisface a nadie, ni a quien está del lado real de la línea telefónica -a quien de ahora en adelante llamaremos "EL CLIENTE"- ni a quienes brindan el "servicio" (estas comillas son sólo un pequeño sarcasmo)? Nos quejamos con la voz que nos atiende -a quien de ahora en adelante llamaremos "LA OPERADORA", así se trate de un hombre-, que expone las razones de la compañía. Ésta, la compañía, es siempre etérea, incorpórea, impersonal. Dios. Lo peor viene cuando esa señora que se estaba pintando las uñas un minuto antes, plácidamente sentada frente a un viejísimo escritorio de triplay forrado en imitación caoba, se nos pone al brinco. Nos pide, entonces, que volvamos a marcar al número que digitamos cinco -diez, quince- minutos antes, y que volvamos a escuchar el interminable y siempre incompleto menú, donde jamás aparecerá la opción que buscamos. Si queremos cancelar la contratación de un servicio -que, por otra parte, nos fue enjaretado sin preguntarnos-, ¿qué opción elegimos? Haga sus quinielas:
a) Contratar servicio
b) Servicio al cliente
c) Reportes sobre su cuenta
No importa que "EL CLIENTE" haya estudiado un doctorado en Berlín, que haya tomado cursos y desayunado en el IPADE. Esto o nada, lo mismo da: la operación vía telefónica no puede resultar bien. Es peor que una cita a ciegas, y me atrevería a decir que incluso visitar al proctólogo puede ser más placentero que la tortícolis segura que tendremos después de media hora de espera con un teléfono entre el cuello y el hombro (ok, ok, no tanto). A menos que, claro, uno tenga la suerte de agarrar a Clodomira Téllez, Gustavo Andrade -o como quiera que se llame "LA OPERADORA"- de buenas. Lo malo es que "LA OPERADORA", por definición, es una persona que jamás está de buenas. ¿Cómo podría estarlo, con esas condiciones de trabajo? Servir a un cliente que jamás va a pedir lo que ella puede hacer.
Al fin lo tengo: número de cancelación, 50241212. Sólo me tomó... quince minutos.
jueves, 12 de octubre de 2006
... por favor, permanezca
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 11:57
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