sábado, 16 de septiembre de 2006

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... et lux perpétua luceat ei...

El brazo que, musculoso, jala a Adrián fuera del lago es, sin embargo, femenino. Tendido en el suelo, Adrián siente en el cenit la presencia de unos senos resplandecientemente blancos, dos lunas sin necesidad de sol que se aproximan a su órbita. Respiración boca-a-boca incluida, Adrián abre nariz y garganta en un espasmo para vaciar toda el agua que tragó, que es mucha, que es clara, que es manantial caliente. Las palabras de su cabeza se diluyen...

...tantacalma... amén.

Se acercan de nuevo esos labios rojoespesos a los de Adrián, y no sueltan su hálito ahí dentro, sino que, calmos y con ternura, dejan escurrir un beso que dilata las pupilas hasta que las dos lenguas se abrazan y así trenzadas germinan en preguntas y reclamos y cariños, todo sin soltarse ni un segundo y apartándose apenas un milímetro para decir algo como "tesdtraniétandocabdón".

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