jueves, 27 de noviembre de 2008

Neurastenia

Llegar al Jiménez Rueda, saliendo a las siete del WTC, fue trabajoso, molesto y cansado, tal como imaginaba que sería, pero peor. Peor, por supuesto, porque la fatiga, la molestia y el cansancio ya no eran imaginados, sino reales. Eso, por regla general, es peor. A menos que lo que se imagine sea algo excitante, dulce, alegre. En tal caso, será mejor vivirlo que soñarlo. Por regla general.

Ximena Hilton, como le apodó López Velarde, se consolida como una de las mejores dramaturgas mexicanas. De todos los tiempos, sí. No, no he leído a todos los dramaturgos mexicanos, pero sí, sí sé que es de las mejores. Ayer presentó su nueva obra, Neurastenia, dirigida por el buen Mau. Si ella y él fueran un matrimonio, éste sería su quinto hijo. Pero esas metáforas no son de mi agrado. Digamos solamente que es la quinta ocasión en que trabajan juntos. A ver si puedo recordar las anteriores: Te odio, Colette, Unos cuantos piquetitos, Touché y ésta. Unas han sido más afortunadas que otras. Recuerdo con mucho cariño esa exposición museográfica de Te odio. Me gustó la adrenalina de Touché. Disfruté hasta cierto punto la de Colette (aunque sigo pensando que Ema Dibb, a pesar de ser tan buena actriz, estaba fuera de casting). La que más me ha gustado es, precisamente, la nueva.

Como quiera que sea, me dio gusto estar ayer ahí, en el teatro, en la lectura dramatizada de Neurastenia. Después de haber estado horas ensardinada en el Metrobús. Después de pasar entre granaderos que intentaban controlar a los... los señores éstos de... los... ya saben, los que estaban ayer en Reforma y que exigen que... bueno, que algo exigen. Después de caminar entre pitos y sirenas. Después del sudor, de casi morir aplastada entre las lonjas de una señora y el asiento de plástico del transporte urbano. Después de caminar por la Plaza de la República, entre puros señores conductores de camión. Después de todo eso, me dio gusto llegar allá.

Es tan pop esa obra que difícilmente alguien la encontrará aburrida. Ojalá que terminen ese montaje pronto.

2 comentarios:

Guillermo Núñez dijo...

Pitos y sirenas, dijo.

Anónimo dijo...

Si, eso. ¿Pitos y sirenas son una manera pudorosa de hacer mención a la impudicia de "los 400 pueblos" o me lo imagino?