miércoles, 10 de septiembre de 2008

La humedad de la nostalgia.



Me gusta cómo habla la gente de por allá. Me gusta mucho, y lo digo sin atisbo de ironía. En serio. Y el color de su piel, sus arrugas, su forma de andar sin preocupaciones ni miedos, su constante pregunta retórica del '¿cómo ve?': todas ésas son cosas que me gustan y que a veces echo de menos.

Mientras escribo esto, el agua va lentamente llegando a la ciudad.

Agua. Torrentes de agua dulce por donde caminan las carpas, las lobinas negras, las mojarras. Litros y litros arremolinándose sobre una superficie desértica, alrededor de esos árboles que siempre se ven tan sucios y que en ocasiones parecen estar secos.

Agua.

Como en la Noche árabe de Schimmelpfennig. Como en Desaire de los elevadores de Villarreal.

Agua.

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