El viernes 4 de julio, alrededor del mediodía, después de haberse despedido de mi madre —la oveja negra de la familia—, a mi Chata se le antojó descansar. Despacito, muy despacito, caminó hasta el quicio de la puerta, volteó una última vez para que mi hermano le dijera adiós y luego desapareció en las tinieblas del misterio. La muerte.
—Un día vas a hablar y te van a decir, 'No, pues tu Chata ya se murió'.
Mi Chata ya se murió. No llamé yo: me habló mi hermano para decírmelo. Iba a comer con ellos esa tarde de viernes, después de mi curso de combate escénico. Iba hacia Tecamachalco. Y fui, sólo para darle la última bendición a mi abuela, en su frente todavía tibia.
—En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
—Amén.
La última vez que platiqué con ella, le dije que la quería mucho.
La quería mucho.
lunes, 7 de julio de 2008
Arrivederci Roma
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 08:43
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9 comentarios:
Un abrazo camaleónico.
Que descanse en paz. Un pésame de todo corazón
doña Tinajero
Lamento en verdad su perdida
de todo corazon reciba ud un calido abrazo
yo no quiero que mi francisca se me muera.
Agradezco realmente sus abrazos virtuales.
Abrazo y beso. Y cuando te vea dejarán de ser virtuales. Lo lamento de todo corazón. Creo que la mejor forma de despedirte de alguien que quieres siempre es decirle, justo, que la quieres mucho. Te quiero mucho.
O my gosh! Gensollen, ¿me estás diciendo que moriré? Jeje.
Ay Mary. ¿Viste "No te vayas sin decir te quiero"? Pues como otra vez me voy, otra vez te digo que te quiero.
¡Qué hermoso homenaje! Ella sabía que la querías, pero de repente lo olvidaba...tú sabes...cosas de la edad!
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