Así que a esto sabía la felicidad. Mira, y yo que tanto tiempo pensé que era insípida como la chingada. Que era mejor vivir atormentado. Que el drama era lo de hoy. Y no, ya veo que yo estaba muy equivocada. Escribo menos, sí. ¿Escribo peor? Ni idea. No escribo ficción, como dije que haría. Pero vivo. Salgo de mi casa y estoy viva. Me río. Sonrío, a veces, de lado. También miro cómo sonríe y se ríe C. Hablamos. Bebemos cervezas. Romina se acurruca en sus piernas. Me desvelo. Me despierto temprano. Hago esfuerzos por terminar el trabajo. Salgo a caminar. A comer. O no salimos y comemos aquí. Hago mis cosas. Hace sus cosas. Compartimos lo que tenemos. Platicamos. Y nos entra una risa loca cuando pensamos que apenas hace una semana nos estaban corriendo del bar a la una de la madrugada. O cuando dice que soy eso que le "enjaretaron" ciertas amigas en una fiesta. O cuando nos damos cuenta que tenemos enfrente a alguien enteramente distinto a lo que hubiéramos descrito hace tiempo (cada quien por su lado) como "la persona ideal". Sin embargo, aquí estamos. Nos la pasamos bien. Yo diría, incluso, muy bien. O, quizá, extraordinariamente bien. Nos reímos. Sonreímos. Estamos bien. Eso es todo.
domingo, 13 de enero de 2008
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