No le hace daño a nadie, la espinaca. Ni la de Popeye el marino ni el restaurante de comida saludable que está en la calle de Empresa, enfrente de esta humilde morada (que es amarilla). ¿Qué daño puede hacer una planta hortense de la familia de las Quenopodiáceas? Ninguno. Es verde, sí, pero ¿y eso qué? No está emparentada con el Niño Verde. Me consta. No es tan guapa. Y tampoco es tan tonta. Ni tan fresa. ¿Cómo iba a serlo, siendo espinaca?
Bien, pues asaltaron La Espinaca. Ya lo dije. Y lo vuelvo a decir porque no lo he superado. Bua. Pero ahora, para reponerme del susto (y eso que ni vi), van unos silogismos medievales.
- La Espinaca es un lugar de comida saludable.
- Asaltaron La Espinaca.
Luego, entonces: uno puede ser asaltado cuando come saludablemente.
También: comer porquerías reduce los riesgos de ser asaltado.
- Yo como porquerías.
Por lo tanto: el riesgo de ser asaltada es menor que si comiera saludablemente.
Bah. Patrañas. A uno le toca cuando le toca. Lo más chistoso de todo es que, según el relato de Hilda (no me detendré a explicar quién es), la señora de La Espinaca (que me llama con un apelativo cariñoso que ahora no recuerdo) salió persiguiendo al fulano que entró a asaltar... cuchillo en mano. A ver quién tiene miedo ahora, eh.
***
Ya lo descubrí. El origen de la maldad en la espinaca. Su raíz (filológicamente hablando, pues) viene del árabe: isbānaẖ o isfānaẖ. ¿Qué tal, eh? Seguro son terroristas los que asaltaron aquí enfrente. Era una cuestión política. Estoy convencida de ello.
¡Lo tengo! ¡Eureka! Seguro hoy servían... ¡judías!
martes, 20 de noviembre de 2007
La espinaca
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 13:27
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1 comentario:
También han asaltado estar fockers
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