Será tal vez porque estudié en la UP, pero nunca había leído a Nietzsche. Vaya, sólo algunos textos indispensables, y todos para las materias que impartía un antiguo hegeliano, ahora convertido en arabista (eso sí: siempre mi amigo, le pase lo que le pase por la cabeza). Silvia sí leyó a Nietzsche, a pesar de haber estudiado en la UP (conmigo, o yo con ella, o ambas en el mismo grupo); o quizá lo leyó justo por eso: por rebelarse contra el sistema. Incluso su tesis de licenciatura trató sobre alguna cuestión estética en Nietzsche. Pero, en fin, yo nunca lo leí.
Y, pues sucede que ahora doy clases de Ética en una preparatoria. En realidad, he dado clases en esa misma preparatoria desde hace ya casi tres años. En el programa de este año, decidí hacer algunas modificaciones, siempre intentando darle por su lado al temario de la UNAM (cosa ya de suyo complicada), aunque jugando un poco con los márgenes que dicho programa le deja al imaginativo profesor de educación preparatoria. Fue así como decidí incorporar a Nietzsche en mis clases. Al principio temí, gracias a mi experiencia como maestra en la UP. Aquí, una aclaración innecesaria aunque pertinente: quiero mucho a todas y todos mis amigas y amigos de esa honorable casa de estudios, pero es imposible no advertir que aquello continúa siendo un reducto medieval enclavado en el corazón de Mixcoac. Prosigo. Con el mentado temor a cuestas, le pregunté a la directora de la prepa si podía hacer que mis alumnas leyeran a Nietzsche (en última instancia, esta escuela también es de inspiración católica, y depende de cierta congregación religiosa). Ella se me quedó mirando, con sus ojos bien abiertos enmarcados por esas enormes pestañas de donde penden coágulos de rímel. "¡Pero por supuesto!", me dijo, literalmente (y miren que yo no suelo retener citas textuales, pero ésta era fácil). "¡Claro! Que lean, que piensen. De eso se trata". Y sí, pensé, precisamente de eso se trata.
Pero, bueno, ahora no me interesa hablar sobre el sistema educativo en México ni sobre la congregación de religiosas que lleva la preparatoria donde trabajo ni sobre las prácticas retrógadas de algunas personas de la UP (y del Opus en general) que prohiben a las personas leer libros tan divertidos y amenos como La genealogía de la moral, del mismísimo Federico. Lo que pretendo es poner una cita de ese libro que me hizo reír (la cita fue la que me hizo reír, no el libro... aunque también el libro, pero sólo si tomamos la parte por el todo). Basta. Aquí está la cita.
Cabe señalar que el párrafo me causó hilaridad solamente por el ingrediente sarcástico del final. Sobre las tesis de Nietzsche, todavía no me atrevería a decir nada serio, en tanto que no he leído más que una diezmillonésima parte de su obra. (...) Bueno, de entrada, me parece que el tipo abusa de su método filológico, que saca conclusiones extrapoladas, pero... no diré más. Aunque... No, mejor me callo. Pero... vaya, lo diré: ¿a poco el discurso que Nietzsche pone entre comillas no suena, también, un poquito... pejista? No estoy descubriendo el agua tibia: algún mérito tendrá el judío director de Letras Libres (cuyo nombre acabo de olvidar, y me da flojera googlear) que tituló su entrevista con Mr. Peje "El mesías tropical" (acabé por googlearlo, claro está, porque también había olvidado el nombre del artículo: el tipo se llama Enrique Krauze, ¿cómo pude olvidarlo?). Con mi intuitiva y caótica mente femenina, inundada de hormonas que impiden el recto uso de la razón deductiva y rigurosamente científica, he llegado a concluir que el señor de Tabasco es, al mismo tiempo, Nietzsche y sus enemigos, los judíos y su adversario. En él se condensan la víctima y el verdugo. Es fascinante. La verdad, no sé cómo llegué a una conclusión tan estúpida o pejendeja. Tampoco sé qué importancia tiene. Y, ¿saben qué? No me importa.Son los judíos quienes, de un modo tan consecuente que inspira temor, se atrevieron a invertir la ecuación de valor aristocrática (bueno = noble = poderoso = bello = feliz = amado por los dioses) y se aferraron a esa inversión con los dientes del más abismal odio (el odio de la impotencia): "¡sólo los desgraciados son buenos; sólo los pobres, impotentes y bajos son buenos; los que sufren, los indigentes, los enfermos, los feos son los únicos píos, los únicos bienaventurados a los ojos de Dios, sólo para ellos hay bienaventuranza, mientras que vosotros, los nobles y potentes, vosotros sois por toda la eternidad los malvados, los crueles, los lascivos, los insaciables, los impíos, y vosotros seréis también eternamente los desdichados, los malditos y condenados!"... Ya se sabe quién ha heredado esta transvaloración judía...
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Otros títulos para este post:
1) La genealogía de la moral pejista
2) Friedrich Peje
3) Post inútil
4) Cierta sabiduría en Nietzsche
5) De inundaciones varias
6) Saltos cuánticos en la argumentación
7) Nunca había leído a Nietzsche
8) Tengo tanto trabajo que prefiero escribir en mi blog para intentar evadirme
2 comentarios:
...antes de llegar a la parte "pejista" me sonaba más bien a Hugo Chávez, jaja.
El nuevo "ringtone" del cel: http://www.youtube.com/watch?v=f9eCNnBU_gE
jaja gran post, yo ahorita estoy trabajando en ese reducto medieval de chalán de un aristotélico gourmet que también conoces muy bien. pienso, en efecto, que nuestra formación en el trivium y en el cuadrivium es cool...o al menos, vintage, pero que sí hay que compensar esos hoyos en nuestra educación y en nuestros hábitos filosóficos. así qué, ¡salud por el peje nietzsche!
saludos, maría, ya quiero ir a verte al teatro otra vez.
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