Hoy:
- me levanté a las seis de la mañana
- arreglé mi cama
- me lavé los dientes una vez
- di un paseo por el jardín
- podé las ramas de los bonsái
- arrojé una piedra al bosque
- llamé a casa de mi hijo
- dejé un recado en su buzón de voz
- leí las noticias
- comí un poco de arroz
- bebí un poco de té
- me lavé los dientes otra vez
- vi la televisión durante cuatro horas
- enceré los pisos
- alimenté al tamagotchi que me regaló mi hija
- escribí una carta para ella
- bebí dos medidas de sake caliente
- me volví a lavar los dientes
- dormí una siesta
Al despertar, tomé el teléfono y llamé a los bomberos. Colgué. Esperé un rato. Volví a llamar. Colgué. Esperé otro momento. Marqué de nuevo. Colgué. Seguí esperando. Levanté el auricular para remarcar. Colgué. Me detuve a esperar. Y así otras trescientas ochenta y cuatro veces. Nadie vino a ver si mi casa estaba en cenizas. Me siento solo.
***
Las cosas que hay que leer para creer...
martes, 28 de agosto de 2007
El país de la soledad naciente
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 23:38
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