Anoche fui al super. Tenía sed. Paseé por los pasillos. Se me antojaron unas cervezas Gallo. Cambié de idea, giré al estante que estaba a mis espaldas. Vodka.
Vodka francés.
Vodka gringo.
Vodka mexicano (no, gracias).
Vodka sueco: Absolut.
Me decidí por la marca, a pesar del precio. Me llevé el Citron, con un six de Schweppes.
Hoy despierto sin cruda, pero en lunes. Voy al Sanatorio Español, donde internaron a mi roomate (nada demasiado grave, no se asusten). Ya están por darla de alta. Esperamos un rato: su mamá hace cuentas, una de sus hermanas platica, la otra se lleva las almohadas que les cobraron.
Me llega un sms: "ya viste lo de Bergman?"
Pregunto: "qué?"
Me responden: "murió"
Abandono el nosocomio. En el estacionamiento (donde no dejé mi auto, con tal de ahorrarme unos veinte pesos), pienso: aquí nací yo, hace casi exactamente 29 años. Me invade la nostalgia.
En el auto, oigo la radio. Un tipo aconseja a la gente de mi edad que se ponga a trabajar, porque dentro de 30 años habrá en México cerca de 22 millones de viejos (yo tendré 59, apenas). Nadie nos garantiza una vejez tranquila. Nadie me garantiza la felicidad. Moriré.
Llego a casa. Las ventajas del freelance, me recuerdo mientras me despojo de unos jeans demasiado calientes y me ensarto en unos shorts veraniegos. Soy pobre, pero no tengo calor ni me duelen los pies por los tacones. Si me dan a escoger, escojo mi vida.
Sirvo otro vaso de vodka tonic. Vodka sueco, claro. Con los granos de la más alta calidad. Como los granos argentados de Persona, Shame, Scenes from a Marriage, Fanny & Alexander.
Requiescat in pace, Ingmar Bergman (1918-2007).
lunes, 30 de julio de 2007
Vodka tonic
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 10:29
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