Era siniestro y todos le temían. El portón del número 66, en el corazón del 6ème arrondissement, hacía helarse la sangre de cualquier viandante, local o extranjero. Se corrían rumores diversos sobre su inquilino. Algunos hombres decían que bebía sangre de animales. Las comadronas sugerían que había matado a su madre durante el parto. Las doncellas se guardaban de mirarlo siquiera. Los señores lo evitaban con cortesía. Nadie, jamás, le había dirigido la palabra.
Pero llegó ella, con sus siete añitos a cuestas, y cuando lo vio echar el cerrojo a su mansión, dejó la mano de su madre y se abalanzó sobre su cuerpo, abriendo los brazos.
Fueron los diez segundos más largos para los parisinos que, dirigiéndose a sus labores cotidianas, pasaban por la rúa del Siniestro. Pensaron: 'la ahorcará'. Murmuraron: 'está perdida'.
Y... no. Cuando terminó el abrazo, las ropas del Siniestro cayeron sobre la acera.
Días más tarde, algunos periódicos referían que los gendarmes habían prendido a un individuo en el Jardín de las Tullerías. Andaba desnudo, abrazando a la gente.
viernes, 27 de julio de 2007
Biografía de un séptimo falso camaleón
Publicadas por María Fernández-Aragón a la/s 10:52
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